ÁNGEL F. CHÁVEZ FÉLIX
Flores, papel picado, escalones, un perro, pan de muerto y ofrendas al difunto. Separados podrían ser sólo algunos elementos, pero en conjunto conforman una de las tradiciones más bellas de la cultura mexicana.
Y es que esos y otros elementos son los necesarios para montar un altar de muertos, el cual se coloca no sólo como ofrenda a los que ya no están, sino como una forma de guiarles el camino.
Según los especialistas Patricia Beatriz Denis Rodríguez, Andrés Hermida Moreno y Javier Huesca Méndez, quienes escribieron para la revista de la Universidad Veracruzana, los orígenes de «la tradición del Día de Muertos son anteriores a la llegada de los españoles, quienes tenían una concepción unitaria del alma, concepción que les impidió entender el que los indígenas atribuyeran a cada individuo varias entidades anímicas y que cada una de ellas tuviera al morir un destino diferente».
Dentro de la visión prehispánica «el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos descarnados o inframundo, también llamado Xiomoayan, término que los españoles tradujeron como infierno. Este viaje duraba cuatro días. Al llegar a su destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores del Mictlán: Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera Mictecacíhuatl (señora de los moradores del recinto de los muertos). Estos lo enviaban a una de nueve regiones, donde el muerto permanecía un periodo de prueba de cuatro años antes de continuar su vida en el Mictlán y llegar así al último piso, que era el lugar de su eterno reposo, denominado ‘obsidiana de los muertos'».
Así, el altar conforma la «representación iconoplástica de la visión que todo un pueblo tiene sobre el tema de la muerte, y de cómo en la alegoría conduce en su significado a distintos temas implícitos y los representa en forma armónica dentro de un solo enunciado (…) El altar de muertos es un elemento fundamental en la celebración del Día de Muertos. Los deudos tienen la creencia de que el espíritu de sus difuntos regresa del mundo de los muertos para convivir con la familia ese día, y así consolarlos y confortarlos por la pérdida».
CONFORMACIÓN DE LOS ALTARES ACTUALES
Generalmente, los altares son de siete niveles, los siete que debe atravesar el alma para llegar a la paz espiritual.
De acuerdo a la práctica otomí, cada uno de los siete escalones representa a cada uno de los siete pecados capitales.
Según la cultura azteca, es uno de los siete destinos que puede tener el alma.
También hay altares de dos niveles, que representan al cielo y la tierra, y de tres niveles, cielo, tierra e inframundo.
Elementos
Si estás pensando en montar un altar, debes considerar utilizar los siguientes elementos:
*Calaveritas que representan a los difuntos de la familia.
*Papel picado de colores que representa la unión entre la vida y la muerte.
*Un banquete para celebrar que las ánimas llegan. Deben colocarse los alimentos favoritos del difunto, así como cigarros, alcohol o dulces, según sea el caso.
*Un sahumerio con incienso para alejar a los malos espíritus.
*Un plato con sal que es purificación para no corromper el alma.
*Una cruz de cal en el piso que representa los cuatro puntos cardinales.
*Un camino de flores que va de la puerta al altar y que guia el camino de las almas a la ofrenda.
*Juguetes para divertir a los niños difuntos.
*Velas y veladoras para guiar a las almas hacia el altar.
*Objetos personales del difunto.
*Comida típica como arroz, mole, calabazas y fruta de temporada.
*Un vaso de agua para mitigar la sed de las almas y fortalecer su regreso.
*Pan de muerto como señal de generosidad.
*Flores blancas que representan al cielo, amarillas que guían a los espíritus y representan la tierra, y moradas que representan el luto.
*Un farol o una estrella de luz.
*Un perro que ayudará a cruzar a las almas hasta su destino final.