Lecciones de Roberto Burle Marx: Cómo diseñar paisajes urbanos resilientes
Por un colaborador de The Dirt
Por Diogo Borges Ferreira
Roberto Burle Marx es reconocido como un arquitecto paisajista pionero por su capacidad para integrar la naturaleza en las ciudades. Su obra demuestra un profundo respeto por la flora autóctona y un compromiso con el equilibrio ecológico.
En un momento en que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son preocupaciones globales acuciantes, podemos retomar los principios de Burle Marx. Sus paisajes demuestran cómo crear espacios urbanos resilientes, sostenibles, funcionales y bellos. Ofrecen valiosas lecciones para los arquitectos paisajistas contemporáneos.
Desde la década de 1930 hasta la de 1990, Burle Marx anticipó muchas de las preocupaciones actuales. Mucho antes de que términos como diseño sostenible o infraestructura verde se volvieran comunes, Burle Marx abogó por las plantas nativas, reconociendo su papel en la creación de ecosistemas autosostenibles que requerían una mínima intervención. Sus proyectos a menudo transformaban zonas urbanas abandonadas en espacios vibrantes y ecológicamente equilibrados. Sus paisajes mejoraron el medio ambiente y la calidad de vida de los habitantes de las ciudades.
Burle Marx comprendió que los paisajes son entidades dinámicas y en constante cambio, más que composiciones estáticas. Enfatizó la importancia de diseñar con una visión a largo plazo, asegurando que sus paisajes pudieran adaptarse a los cambios a lo largo del tiempo, tanto en términos de transformaciones ecológicas como de nuestro uso.
Mientras las ciudades lidian con los desafíos de la rápida urbanización, la adaptación climática y la conservación de la biodiversidad, la obra de Burle Marx ofrece un modelo de cómo los arquitectos paisajistas pueden abordar estos problemas críticos.
De su legado, podemos extraer lecciones clave sobre cómo:
Diseñar para la resiliencia
Priorizar las plantas nativas
Crear espacios profundamente conectados con sus contextos culturales y ecológicos
Burle Marx veía los paisajes como sistemas vivos y en evolución, más que como diseños estáticos, una filosofía vívidamente encarnada en el Sítio Roberto Burle Marx, su antigua residencia, que ahora funciona como jardín público y museo.
Establecido inicialmente como vivero en la década de 1940, el Sítio se convirtió en un laboratorio viviente para la experimentación botánica, exhibiendo más de 3500 especies de plantas de flora tropical y subtropical. Muchas de estas especies son raras o están en peligro de extinción.


Desarrollado en la década de 1960, fue concebido como un jardín urbano que conecta el mar, la ciudad y la montaña. El parque ofrece espacios versátiles para la recreación, el ocio y la cultura. Con una extensión de 1,2 millones de metros cuadrados, el Parque Flamengo transformó un antiguo vertedero en un vibrante ecosistema urbano, con más de 17.000 árboles de 240 especies.
Al priorizar las especies nativas brasileñas, Burle Marx preservó la identidad ecológica local. Promovió la biodiversidad proporcionando hábitats para la fauna local y creando plantas adaptadas a las condiciones climáticas locales que requieren menos agua y mantenimiento. También fortaleció los vínculos culturales con los espacios de cultivo de la tierra que son típicamente brasileños. Este enfoque fue decisivo para que Río de Janeiro se convirtiera en la primera ciudad del mundo en ser declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO como Paisaje Cultural Urbano en 2012.
Otra característica distintiva del Parque do Flamengo es cómo el diseño paisajístico de Burle Marx actúa como elemento unificador que conecta los diversos monumentos arquitectónicos del sitio, incluyendo el Monumento a los Muertos de la Segunda Guerra Mundial, la Marina da Glória y el Museo de Arte Moderno. Al integrar el paisaje y la arquitectura, destaca el papel de los espacios exteriores como conectores vitales dentro del tejido urbano, realzando la identidad y la función de la ciudad.
Parque Flamengo, Río de Janeiro, Brasil / istockphoto.com, luoman
Con esto, Burle Marx sentó un precedente fundamental para los arquitectos paisajistas y urbanistas contemporáneos, demostrando cómo los paisajes urbanos pueden servir como depósitos dinámicos de biodiversidad y patrimonio cultural. Creó espacios de importancia ecológica y profundamente conectados con los residentes y su entorno local.
La obra de Roberto Burle Marx en el Paseo de la Playa de Copacabana y el Conjunto Residencial Prefeito Mendes de Moraes (Pedregulho) demuestra su capacidad para integrar funcionalidad, estética y patrimonio cultural.
Paseo de la Playa de Copacabana, Río de Janeiro, Brasil / istockphoto.com, Cristian Lourenço
Terminado en 1970, el paseo de Copacabana presenta un icónico mosaico ondulado que reinterpreta el diseño tradicional de la Plaza del Rossio de Lisboa. Con una extensión de 2,5 kilómetros, este mosaico es uno de los más grandes del mundo, con sus azulejos blancos y negros que realzan la vista costera y enmarcan el emblemático Pan de Azúcar.
Al alargar las curvas y alinearlas con el mar, Burle Marx creó una conexión armoniosa entre el paisaje natural y la historia colonial de Brasil. Se aseguró de que esta conexión siguiera siendo un elemento central de la vida urbana, que encarnara el carácter de la ciudad y reforzara su resiliencia ante los desafíos ambientales.
De manera similar, el proyecto Pedregulho demuestra el uso estratégico que Burle Marx hace del diseño paisajístico para mejorar los espacios residenciales. Al incorporar plantas nativas y diseños bien pensados, el arquitecto paisajista creó áreas exteriores multifuncionales que brindan refrigeración natural, privacidad y zonas de interacción comunitaria.
Este enfoque, comúnmente desarrollado por el arquitecto paisajista en proyectos residenciales, se alinea con la visión arquitectónica a la vez que atiende las necesidades de los residentes. Demuestra cómo los elementos del paisaje pueden ser parte integral del proyecto general.
En estos proyectos, la filosofía de diseño de Burle Marx enfatiza la creación de espacios visualmente atractivos pero adaptables, estableciendo un estándar para paisajes urbanos resilientes que satisfacen las necesidades comunitarias inmediatas y futuras.
A lo largo de su obra, Burle Marx consideraba las plantas no solo como especímenes botánicos, sino como elementos de color, forma y volumen en sus composiciones artísticas.
“Un jardín es un complejo de intenciones estéticas y plásticas; Y la planta, para un paisajista, no es solo una planta —rara, inusual, común o condenada a la desaparición— sino también un color, una forma, un volumen o un arabesco en sí misma. — Roberto Burle Marx
Sus lecciones son más relevantes que nunca ante la doble crisis del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Su legado fomenta un enfoque holístico del diseño urbano, haciendo hincapié en la integración de las ciudades con los ecosistemas más amplios. Al adoptar sus principios, los arquitectos paisajistas y urbanistas contemporáneos pueden crear entornos sostenibles, vibrantes y vitales que beneficien tanto a las personas como a los ecosistemas.
Diogo Borges Ferreira es arquitecto, investigador y editor y reside en Oporto, Portugal.