LAS SIETE CABECITAS, SOBREVIVIENTE.
“La inocencia no permite traumas”.
Alberto “El Ronco” Contreras.
Hace más de 70 años, 78 para ser exactos, un 2 de agosto de 1939, 25 jóvenes pertenecientes a la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) emprendieron un viaje al Parque Cumbres de Májalca, en donde durante ocho días pasarían increíbles momentos acampando.
Los padres despedían a sus hijos y les daban las recomendaciones necesarias: “Pórtate bien”, “obedece a los maestros”, “cuídate mucho”, etcétera.
Nadie podía imaginar lo que poco tiempo después sucedería
Al llegar al kilómetro 21 de la carretera Chihuahua,” Juárez, que apenas se estaba construyendo, en una curva llamada “La curva del muerto” un dompe chocó el camión de redilas en el que iban los jóvenes.
“Yo Teodoro Faulker desde un lugar en el cielo quiero relatar una historia verídica, me quede dormido y empecé a soñar, el chofer arrancaba el camión y todos nos veíamos contentos, pero de pronto empecé a ver a mis amigos con un semblante triste y llenos de temor, pues en el camino pudimos ver a los lejos una imagen de una mujer de negro que detenía el camión en medio de la carretera ¡No nos lleves, ten piedad de nosotros! Gritábamos, mientras sentí¬ que el camión se precipitaba a un abismo de repente y con un sobresalto desperté de esa horrible pesadilla”.
Teodoro Faulker, conocido por sus amigos como “Teddy“, falleció al instante del encontronazo, uno de los más pequeños, con apenas 11 años, su cuerpo fue trasladado a Denver, Colorado.
El conductor del dompe era Encarnación Espinoza, quien dijo a las autoridades y prensa que a su camión le fallaban los frenos, pero por cuestiones de falta de dinero no había podido arreglarlo y aun así salí a trabajar.
Las primeras versiones del accidente eran innumerables, en un principio se dijo que el impacto había sido de frente, pero la versión oficial fue que el dompe alcanzó la parte trasera del camión arrancándole la redila y arrastrando la mayor parte de los viajantes, a los que se dice que con la caja que traía encima el dompe había lesionado brutalmente a los niños.
Pero el resultado de tan fatal accidente no solo fue la muerte de Teddy, sino, de 6 compañeros más:
Tres de ellos murieron al instante; cuatro más murieron cuando eran trasladados a la ciudad de Chihuahua para su atención médica. En aquellos momentos en que todo era caos y confusión milagrosamente por la carretera pasaron el Sr. Pedro Terrazas y un comerciante de Flores Magon quienes en sus vehículos trasladaron a varios heridos a la ciudad y así¬ mismo dieron parte del accidente a las autoridades.
Pero ¿Qué sucedió con los otros viajantes?
Solo 9 de ellos fueron heridos, entre ellos el Profesor Francisco Balderrama quien encabezaba la excursión, algunos gravemente y otros con lesiones leves pero que debían ser atendidas.
Dentro de los 9 restantes que no sufrieron ni un rasguño se encontraba Alberto Contreras, quien hoy es llamado como el único sobreviviente, ya que los demás con el paso del tiempo han ido muriendo.
“Después del golpe, vi el tiradero de niños llorando, sangrando, gritando revuelto con sangre y harina y todo lo que llevábamos, alcance a ver el pedazo del camión que se llevó”
Don Alberto Contreras conocido como “El Ronco” por su tono de voz, es hoy un amante de la tauromaquia a la cual ha dedicado gran parte de su vida.
A sus 90 años recuerda el accidente perfectamente a pesar de que apenas tenía 14 años cuando sucedió y nos platica todo con lujo de detalle y asegura que él sobrevivió gracias a un simple chiste.
“Mi madre me contaba un chiste, tonto e inocente, decía que en todos los pueblos siempre había un loquito; un señor iba arreando unas vacas y una se le salió del atajo y estaba el loquito parado y el señor le grito ¡muchacho, espántame esa vaca! Y el loquito le dijo -¡vaca! Se te murió tu mamá-”
Alberto iba justamente en la parte del camión en donde fue el golpe, pero él había contado el chiste a todos sus compañeros y para entretenerse en el viaje cada que alguien veía una vaca gritaba: ¡UNA VACA! y Alberto quien era el encargado de cargar la bandera de la YMCA corría y agitaba la bandera mientras todos gritaban “vaca se te murió tu mamá”, segundos antes del encontronazo un amigo ubicado al lado opuesto dio aviso de que a lo lejos se veía una vaca y Alberto corrió a gritarle, en ese momento exacto el dompe se impactó con el camión.
“No paso ni un minuto cuando al ver todo el accidente, pensé en que vendrían más carros y podrían ocasionar otra tragedia, me levante y corrí¬ a la curva con la bandera la cual nunca solté, y efectivamente venia un carro y lo pare y le dije que había sucedido un accidente, así¬ fue como los primeros carros empezaron a trasladar heridos”.
Alberto comenta que lo que más recuerda es su llegada a Chihuahua, en la noche arribaron a la YMCA y al bajarse del carro en donde el venia lo primero que vio fue la cara de su hermana, aquella cara de temor, angustia, incertidumbre y esperanza reunidos en un solo semblante.
“La guay estaba llena de todos los familiares de los que viajábamos en el camión, la radio había dado parte de todos los pormenores del accidente, todo Chihuahua pensaba lo peor, fue un caos”.
Al dí¬a siguiente fueron los funerales de los jóvenes muertos, Contreras recuerda que casi toda la ciudad se reunió en la YMCA y partieron al Panteón de Dolores.
Referente al monumento llamado comúnmente como “Las siete cabecitas”; que se inauguró el 26 de mayo de 1940 con dos propósitos: el de recordar a los jóvenes caí¬dos aquel 2 de agosto y el de recordar a los guiadores de automóviles que pasen por ese tramo que se debe de respetar la vida y que puede ser un gran peligro no manejar adecuadamente por esa carretera, en especialpor esa curva. Alberto comenta que a él se le hizo muy pertinente y que en ese momento fue uno de los monumentos más famosos de la Ciudad, así¬ como que las “cabecitas” lucen perfectamente idénticas a los niños fallecidos.
¿Algún otro recuerdo que guste compartirnos?
“Yo no tuve ni un rasguño, pero recuerdo que después del descontrol vi a Armando, quien era sobrino del profesor Balderrama, él estaba totalmente destruido, tenía enterradas astillas de las redilas en la cabeza, ¿Cómo? Quien sabe, me di cuenta de que estaba muerto porque su piel ya estaba amarilla”
Alberto continuo su vida normal después de unos cuantos dí¬as, siguió asistiendo a la guay a pesar de haber perdido a su mejor amigo Venancio Gardea en aquel accidente, tiempo después asistió de nuevo a un campamento en las Cumbres de Majalca, pero esta vez acompañado de su mamá.
POR MICHELLE MARIANA ARMENDARIZ SALAZAR.
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