Oscar A. Viramontes Olivas
La historia del ferrocarril mexicano se remonta a los primeros tiempos en México cuando se comienza a formar como una nación y a marcarse quienes llevarían las riendas. El trazo de las vías férreas se empezó a extender de manera importante en el gobierno del Presidente Porfirio Díaz y que al correr de los años han sido casi las mismas vías, testigos de importantes acontecimientos cuyo conjunto define el perfil de la nación; cada sitio por donde cruzaron los enormes trenes de vapor, hablan de un pasado que en ocasiones ya está lejano pero que a la vez está muy cerca de nosotros.
Los ferrocarriles a lo largo de los siglos, han sido protagonistas de muchos eventos sucedidos en el mundo entero y no se diga en el desarrollo del estado de Chihuahua, particularmente la capital del Estado. Es así que en esta ocasión, entraremos en esa época en el que la modernidad empezó a llegar gracias a los ferrocarriles en nuestra ciudad; dentro de este tema, existen múltiples anécdotas que serían interminables poder exponer, pero una de ellas es precisamente cuando lo novedoso se imponía sobre lo que por tradición sirvió y mucho.
Se anunciaba a todas voces y en todas las estaciones de la República Mexicana, que pronto llegaría un cambio radical en los trenes de la nación. No se diga en Chihuahua, cuando los ferrocarrileros escuchaban que las máquinas de vapor dejarían de circular, aquellas que habían funcionado a lo largo de décadas para beneficio de todos los sectores productivos y de la sociedad en general. La introducción del sistema diesel en los Ferrocarriles Nacionales de México en el estado y ciudad de Chihuahua, seguía su curso sin interrupción de acuerdo con el programa trazado por la gerencia ferroviaria para modernizar el equipo de transporte y desechar las anticuadas máquinas de vapor.
|Con el postrer silbido triste de la ultima locomotora de vapor, la número 1565 del antiguo sistema, el humo tumultuoso de su tronera se llevó al espacio de la historia toda una época de romanticismo, dejando en el ánimo deprimido sólo el recuerdo de un pasado optimista y triunfal que perdurará en los hombres que lo construyeron y que vivieron y convivieron entre ellos, como parte medular de ese mismo recuerdo.
Una especie de sentimiento nostálgico inspirado en las farolas agónicas de la vieja máquina, difuminadas más y más hasta su desvanecimiento en la distancia, nos llevó frente a un ferrocarrilero decano del servicio que vivió esos días de gloria al lado de las viejas máquinas que se rindieron al progreso transformador, él fue Antonio Flores Diego, que alguna vez sintió un apego natural a las actividades de las cuales el destino lo separó y echando de menos un arraigo adquirido en el ferrocarril a través de cuarenta y un años de trabajo continuo en los talleres: “Casas Redondas” como se decía llamar los ennegrecidos recintos destinados a la reparación de equipos rodantes.
En una entrevista realizada con algunas personas que lo conocieron, les pedí una glosa de sus vivencias tan ligadas como estaban al mecanismo ferrocarrilero de tracción de vapor, para cuyo correcto funcionamiento tantas veces hubo de aplicar “suturas y cataplasmas”, reposición de piezas y ajuste de imperfecciones como todo cirujano hábil y meticuloso que restaura al organismo humano, sus facultades dañadas y restaña sus heridas. Don Antonio, inició sus labores rieleras como simple ayudante de cabrería allá por el año de 1916 y llegó a ocupar el puesto de mayordomo del propio departamento, es decir, casi el de segundo jefe de los talleres mecánicos. Cuarenta y un años de construir e instalar en las máquinas de vapor tuberías para aire y lubricación, así como de transformar y aplicar “chaquetas” o láminas metálicas que eran las que envolvían el cuerpo de las locomotoras; aplicar aleaciones anti fricción en chumaceras, cojinetes y todas las piezas sujetas a frotamiento, inclusive de los furgones de carga.
Cuarenta y un años de capear el temporal revolucionario con todas las zozobras que tuvo que afrontar el sufrido gremio de aquellos tiempos, cuando tripulaciones enteras de los trenes asaltados volaron por los aires como polvo sangriento y cuando, en más de un caso, las máquinas de vapor resolvieron situaciones de muerte para uno u otro de los bandos contendientes. Es así como sacamos del polvo esta y muchas anécdotas del porqué indistintamente se vieron obligados en la “Casa Redonda” obligados a reparar máquinas tanto de villistas y constitucionalistas, siempre sin horario de trabajo, por jornadas larguísimas.
Don Toño recuerda haber tomado parte en la compostura de la máquina número 135 que era particular del general Francisco Villa y manejada por Mauro Ortega y Francisco Taboada, sin perjuicio de que años más adelante, tuviera que hacer lo mismo con la máquina 686, del general carrancista Francisco Murguía. Hace memoria también de la época borrascosa del tristemente célebre general Rodolfo Fierro que habiendo sido ferrocarrilero antes de lanzarse al movimiento armado haciéndose llamar “Jefe de Trenes de la División del Norte”, representación que lo autorizaba pistola en mano a dictar e imponer sus órdenes aún al mismo Francisco Tiscareño, entonces maestro mecánico en Chihuahua y después inspector de recobro de materiales con asiento en México. Otro elemento del breve recorrido de retroceso cronológico, se hace mención que el extinto general Lorenzo Gutiérrez, también ferrocarrilero activo en su juventud, a quien tocó en suerte ser superintendente de la División Chihuahua, bajo el régimen de don Venustiano Carranza, hizo mucho en el protagonismo con las máquinas de vapor.
Extrayendo más recuerdos de lo que vivió Flores Diego de aquel pasado que nunca volverá, por tratarse muchos factores humanos que desaparecen del tinglado ferrocarrilero, simultáneamente con la respiración fatigosa de las viejas máquinas de vapor, obedientes unos y otras a los nuevos designios. Durante una breve ausencia de nuestros entrevistados, echamos una indiscreta pero reporteril ojeada a los lomos de los muchos libros que constituyen parte de su acervo bibliográfico y hemos tomado nota de la ilustre presencia de una edición de Homero y otra de Dante Alighieri; obras filosóficas entre ellas una de Mauricio Maeterlinck, históricas como las de don Luis González Obregón y numerosos tratados en idioma inglés sobre locomotoras de vapor.
Don Antonio, vivió en una modesta casa que estaba situada en el número 1400 de la calle 31ª y siempre al lado de su señora esposa, Carmen Salas de Flores y de sus hijos Raúl que en 1957 estaba cursando el segundo año de la carrera de medicina en la Universidad de Chihuahua; Carmen, que estudiaba farmacia y Graciela, segundo año de primaria, aparte Humberto, el mayor quien cursaba el cuarto año de Leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México. También Flores Diego, fue en su tiempo colaborador de un periódico local en materia cívica, cuyos temas tuvieron muy buena acogida en la prensa de la metrópoli azteca.
Las inolvidables y queridas máquinas de vapor, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas de mis Recuerdos. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII y IX, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111); La Luz del Día (Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe) y Bodega de Libros.
Fuentes
Libro Ciudad de Chihuahua apuntes históricos, Zacarías Márquez Terrazas (2010); Fondo Revolución, Archivo Histórico de la Ciudad de Chihuahua; Cronista de la ciudad de Chihuahua, profesor Rubén Beltrán Acosta y Fototeca INAH-Chihuahua.
violioscar@gmail.com
Los ferrocarriles a lo largo de los siglos, han sido protagonistas de muchos eventos sucedidos en el mundo entero y no se diga en el desarrollo del estado de Chihuahua, particularmente la capital del Estado. Es así que en esta ocasión, entraremos en esa época en el que la modernidad empezó a llegar gracias a los ferrocarriles en nuestra ciudad; dentro de este tema, existen múltiples anécdotas que serían interminables poder exponer, pero una de ellas es precisamente cuando lo novedoso se imponía sobre lo que por tradición sirvió y mucho.
Se anunciaba a todas voces y en todas las estaciones de la República Mexicana, que pronto llegaría un cambio radical en los trenes de la nación. No se diga en Chihuahua, cuando los ferrocarrileros escuchaban que las máquinas de vapor dejarían de circular, aquellas que habían funcionado a lo largo de décadas para beneficio de todos los sectores productivos y de la sociedad en general. La introducción del sistema diesel en los Ferrocarriles Nacionales de México en el estado y ciudad de Chihuahua, seguía su curso sin interrupción de acuerdo con el programa trazado por la gerencia ferroviaria para modernizar el equipo de transporte y desechar las anticuadas máquinas de vapor.
|Con el postrer silbido triste de la ultima locomotora de vapor, la número 1565 del antiguo sistema, el humo tumultuoso de su tronera se llevó al espacio de la historia toda una época de romanticismo, dejando en el ánimo deprimido sólo el recuerdo de un pasado optimista y triunfal que perdurará en los hombres que lo construyeron y que vivieron y convivieron entre ellos, como parte medular de ese mismo recuerdo.
Una especie de sentimiento nostálgico inspirado en las farolas agónicas de la vieja máquina, difuminadas más y más hasta su desvanecimiento en la distancia, nos llevó frente a un ferrocarrilero decano del servicio que vivió esos días de gloria al lado de las viejas máquinas que se rindieron al progreso transformador, él fue Antonio Flores Diego, que alguna vez sintió un apego natural a las actividades de las cuales el destino lo separó y echando de menos un arraigo adquirido en el ferrocarril a través de cuarenta y un años de trabajo continuo en los talleres: “Casas Redondas” como se decía llamar los ennegrecidos recintos destinados a la reparación de equipos rodantes.
En una entrevista realizada con algunas personas que lo conocieron, les pedí una glosa de sus vivencias tan ligadas como estaban al mecanismo ferrocarrilero de tracción de vapor, para cuyo correcto funcionamiento tantas veces hubo de aplicar “suturas y cataplasmas”, reposición de piezas y ajuste de imperfecciones como todo cirujano hábil y meticuloso que restaura al organismo humano, sus facultades dañadas y restaña sus heridas. Don Antonio, inició sus labores rieleras como simple ayudante de cabrería allá por el año de 1916 y llegó a ocupar el puesto de mayordomo del propio departamento, es decir, casi el de segundo jefe de los talleres mecánicos. Cuarenta y un años de construir e instalar en las máquinas de vapor tuberías para aire y lubricación, así como de transformar y aplicar “chaquetas” o láminas metálicas que eran las que envolvían el cuerpo de las locomotoras; aplicar aleaciones anti fricción en chumaceras, cojinetes y todas las piezas sujetas a frotamiento, inclusive de los furgones de carga.
Cuarenta y un años de capear el temporal revolucionario con todas las zozobras que tuvo que afrontar el sufrido gremio de aquellos tiempos, cuando tripulaciones enteras de los trenes asaltados volaron por los aires como polvo sangriento y cuando, en más de un caso, las máquinas de vapor resolvieron situaciones de muerte para uno u otro de los bandos contendientes. Es así como sacamos del polvo esta y muchas anécdotas del porqué indistintamente se vieron obligados en la “Casa Redonda” obligados a reparar máquinas tanto de villistas y constitucionalistas, siempre sin horario de trabajo, por jornadas larguísimas.
Don Toño recuerda haber tomado parte en la compostura de la máquina número 135 que era particular del general Francisco Villa y manejada por Mauro Ortega y Francisco Taboada, sin perjuicio de que años más adelante, tuviera que hacer lo mismo con la máquina 686, del general carrancista Francisco Murguía. Hace memoria también de la época borrascosa del tristemente célebre general Rodolfo Fierro que habiendo sido ferrocarrilero antes de lanzarse al movimiento armado haciéndose llamar “Jefe de Trenes de la División del Norte”, representación que lo autorizaba pistola en mano a dictar e imponer sus órdenes aún al mismo Francisco Tiscareño, entonces maestro mecánico en Chihuahua y después inspector de recobro de materiales con asiento en México. Otro elemento del breve recorrido de retroceso cronológico, se hace mención que el extinto general Lorenzo Gutiérrez, también ferrocarrilero activo en su juventud, a quien tocó en suerte ser superintendente de la División Chihuahua, bajo el régimen de don Venustiano Carranza, hizo mucho en el protagonismo con las máquinas de vapor.
Extrayendo más recuerdos de lo que vivió Flores Diego de aquel pasado que nunca volverá, por tratarse muchos factores humanos que desaparecen del tinglado ferrocarrilero, simultáneamente con la respiración fatigosa de las viejas máquinas de vapor, obedientes unos y otras a los nuevos designios. Durante una breve ausencia de nuestros entrevistados, echamos una indiscreta pero reporteril ojeada a los lomos de los muchos libros que constituyen parte de su acervo bibliográfico y hemos tomado nota de la ilustre presencia de una edición de Homero y otra de Dante Alighieri; obras filosóficas entre ellas una de Mauricio Maeterlinck, históricas como las de don Luis González Obregón y numerosos tratados en idioma inglés sobre locomotoras de vapor.
Don Antonio, vivió en una modesta casa que estaba situada en el número 1400 de la calle 31ª y siempre al lado de su señora esposa, Carmen Salas de Flores y de sus hijos Raúl que en 1957 estaba cursando el segundo año de la carrera de medicina en la Universidad de Chihuahua; Carmen, que estudiaba farmacia y Graciela, segundo año de primaria, aparte Humberto, el mayor quien cursaba el cuarto año de Leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México. También Flores Diego, fue en su tiempo colaborador de un periódico local en materia cívica, cuyos temas tuvieron muy buena acogida en la prensa de la metrópoli azteca.
Las inolvidables y queridas máquinas de vapor, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas de mis Recuerdos. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII y IX, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111); La Luz del Día (Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe) y Bodega de Libros.
Fuentes
Libro Ciudad de Chihuahua apuntes históricos, Zacarías Márquez Terrazas (2010); Fondo Revolución, Archivo Histórico de la Ciudad de Chihuahua; Cronista de la ciudad de Chihuahua, profesor Rubén Beltrán Acosta y Fototeca INAH-Chihuahua.
violioscar@gmail.com
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