Lucía M. Cabanelas
Redactora Madrid La película pasa de puntillas por desmadres del cantante como la famosa fiesta con camareros desnudos y enanos con bandejas de cocaína, mientras que sí desarrolla, de forma tramposa, otros aspectos que dejan en mal lugar al vocalista de Queen, como la fecha en la que contrajo el sida que provocó su muerte y la pérdida de la mayor parte de un pie
A sus 45 años, pocas aventuras le quedaron a Freddie Mercury en el tintero. Fue el Dios del Rock, y como tal vivió los desmanes de un universo labrado entre gira y gira. Nacido en el Zanzíbar del protectorado británico en el seno de una familia parsi, Farrokh Bulsarase cambió el nombre y, con su nuevo alter ego, acarició las mieles del éxito mundial sobre los escenarios. Ajeno a los rumores que coleaban tras su paso, disfrutó de varias relaciones a lo largo de su vida, engañó y fue traicionado. A golpe de excentricidades, cantó para los «inadaptados» y hasta sobrevivió a la lucha de egos, pero pagó los excesos. Su fulgurante ascenso se frenó tan rápido como llegó. Después de cuatro años combatiendo el sida y de perder la mayor parte de un pie, el VIH le ganó la batalla.
Casi un cuarto de siglo después de su muerte, su legado resucita con el primer biopic cinematográfico de Queen. Un recuerdo, plasmado en «Bohemian Rhapsody», que, pese a su exitoso recorrido por la taquilla global, ha levantado ampollas entre los adeptos del cantante que, debajo de la brillantina y el vistoso vestuario, ven en el filme una venganza tardía contra Freddie Mercury.
El baile de fechas en momentos clave de la discografía de Queen, el partidista manejo del contagio de Mercury o sus relaciones se han distorsionado. Probablemente con el objetivo de dramatizar una historia ya de por si dramática. Y, aunque como gritaba el propio cantante, «el espectáculo debe continuar», algunos se preguntan si debe hacerlo a toda costa.
Otro ardid de «Bohemian Rhapsody» para incrementar la emoción de la película es lo referente a la separación de la banda y su posterior reconciliación en la antesala del concierto de Wembley. El filme señala a Freddie Mercury como el responsable de la separación de Queen, porque supuestamente aceptó una oferta de cuatro millones de dólares para emprender una carrera en solitario. Para la ficción , el principal culpable de promover ese distanciamiento fue Paul Prenter, mánager y amante del cantante que vendió sus secretos a la prensa. Sin embargo, el único álbum en solitario de Mercury apareció en 1985, cuatro años después del primero que sacó el batería de Queen, «Fun in Space» (1981), y un año después del segundo, «Stranger Frontier» (1984). En cuanto a la separación del grupo… la lucha de egos era evidente, pero nunca sucedió tal cosa, sino que de mutuo acuerdo la banda decidió tomarse un descanso después de su álbum «Hot Space» en 1982 y probar alternativas por su cuenta. Un «retiro» que apenas duró un año, ya que en 1983 se reunieron para grabar «The Works».
Algunos detalles, como los orígenes del grupo, son más insignificantes y responden al efectismo de la película, aunque en realidad fueran menos fortuitos. Porque en realidad, ni la casualidad ni la arrolladora personalidad de Mercury consiguieron que lo fichara la banda Smile, sino su cercanía con el grupo, al que seguía tras coincidir con su líder en el Ealing Art College. Para cuando Tim Staffel abandonó la banda, todos, incluido Mercury, compartían piso, por lo que no hubo dudas sobre el relevo natural.
Sí se muestra fiel «Bohemian Rhapsody» en captar la personalidad del vocalista que, según May, exigió a la banda más intención y coherencia: «No os estáis vistiendo como toca, no estáis apelando correctamente a la audiencia, siempre hay oportunidades para conectar», pedía Mercury antes de que el grupo pasara a llamarse Queen tras el fichaje del bajista John Deacon que, lejos de ser simultáneo al de Mercury como reproduce la película, se produjo en 1971 después de unas audiciones.
El ejecutivo fantasma
Los primeros pinitos de la banda ya anticipaban la grandeza de una música que, 23 años después de la muerte de Mercury, todavía sigue vigente. Para todos menos para Ray Foster, ejecutivo de EMI, que tuvo la osadía de rechazarlos porque, además de sus rarezas, consideraba que la canción «Bohemian Rhapsody» era demasiado larga para la radio. Hoy en día, ese hombre –al que interpreta Mike Myers en el filme– debería estar dándose cabezazos contra la pared por su tremenda falta de visión, sino fuera porque en realidad, según la revista «Rolling Stone» ni siquiera existió, sino que corresponde a una mezcla de varios ejecutivos musicales que no confiaban en el éxito de la icónica canción.