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Las coplas de La Llorona versan de una mujer que llora porque busca a sus hijos y no los encuentra, según la tradición oral mexicana.
por Cecilia Durán Mena
Si nos adentramos en el tenebroso mundo de los espectros y de los relatos de miedo, tarde o temprano nos toparemos con la leyenda de La Llorona. Algunos la relacionan con la diosa mexica Coatlicue, una de las deidades más importantes del panteón azteca que se representa como una anciana con falda de serpientes y es la madre de la tierra. Otros la representan como una mujer de la época colonial cuyos lamentos asustan a quien la escucha.
La leyenda popular nos describe a una mujer que grita: ¡Ay, mis hijos!… ¡Ay, ay!… ¿A dónde iré? ¿A dónde los podré llevar para protegelos de este funesto destino? Mis hijos, los perderé para siempre. Así versan las coplas de La Llorona.
Las muchas coplas de La Llorona
La Llorona es una figura hispanoamericana que surge de las leyendas que narran la historia de una mujer que pena por la muerte de sus hijos. Hay versiones a lo largo de todo el territorio mexicano y la leyenda llega hasta los países centroamericanos. Incluso, alcanza los estados colindantes con la frontera norte, como California, Arizona, Nuevo México y Texas. Esta leyenda se popularizó por que se transmitió a través de coplas, es decir, de composiciones poéticas sencillas, con rimas fáciles que se cantan.
Las coplas de La Llorona abarcan motivos de mucha tristeza. “También de dolor se canta” es el ritmo que nos revela un grado de pesar tan hondo que no se alcanza a comprender. Según las versiones de la leyenda en Oaxaca, es la pena que se refugia en la negación porque así es más manejable. Las coplas de Puebla nos dicen que La Llorona mató a sus hijos después de haber sido engañada por un mal hombre del que estaba enamorada, “yo sé que tu recuerdo es mi desgracia, por eso vengo aquí, nomás a recordar”, versan las coplas tradicionales.
En las de la capital mexicana, se canta sobre la pena tan grande que tiene La Llorona, “tan grande que casi ni la puedo decir”. ¿Cuántas son las voces que la recuerdan? Tantas como cantores puedan recordar estas frases simples. Tantas que entiendan que para endulzar las penas, también se vale cantar.
Por supuesto, también hay versiones que están llenas de picardía. Las coplas que se cantan en Veracruz, por ejemplo, versan: “yo soy como el chile verde, Llorona, chiquito pero picoso”. Se trata de una combinación de ritmos traviesos y de dobles sentidos: “El que por su gusto muere, Llorona, aunque lo entierren parado”. Son muchas las versiones de esta leyenda y un sinfín de coplas que dan una continuidad poética a la leyenda, una sonoridad que fusiona la lírica popular y la serie de imágenes que provoca esta figura. Muchas dan miedo.
Las coplas que dan miedo
La voz poética de las coplas que buscan provocar miedo cuenta la historia de la separación de unos amantes, de la pasión que los envuelve, del sufrimiento que les causa. Es el recuadro de una pareja con diferencias de etnia, de clase, de linaje y de posición social cuyo amor no puede continuar. Es el retrato del sufrimiento que obnubila y lleva a la destrucción. Y eso justifica que cantemos esa pena, la pena de ese amor contrariado, del reclamo por la falta de correspondencia, por la imposibilidad de la reciprocidad, por la destrucción del fruto del amor.
Según lo narra la tradición oral, La Llorona es un alma en pena: una mujer arrepentida y maldecida. Llora porque busca a sus hijos y no los encuentra. Anda buscándolos a la vera de los ríos, en las orillas de los pueblos, en los callejones de las ciudades y no los encuentra. Sus hijos están desaparecidos y su llanto sobrecogedor, más que enternecer o engendrar empatía a quien escucha sus lamentos, causa miedo. Se trata de una presencia fantasmal que lanza sus lágrimas al agua de los mares, a los arroyos y a los riachuelos.
A la gente le da miedo la Llorona porque la leyenda cuenta que se esconde en las cuencas fluviales, en los pozos o en las cataratas. Es una mujer doliente que está cerca de las corrientes de agua y que es peligrosa.
Las premoniciones de La Llorona
Las coplas de La Llorona se aclimataron en regiones tan distintas como Arizona o Perú, tan diversas como Puebla o Veracruz. No obstante, leer las coplas del Estado de Guerrero dan miedo por lo premonitorias que resultan. El grito desolador de La Llorona se pregunta a dónde podrá llevar a sus hijos para librarlos del funesto destino. Se lamenta por los hijos que perdió para siempre.
Los versos guerrerenses narran la pena de un espíritu femenino que anda vagando su pena a las orillas del río Cocula. Se le ve recogiendo cenizas y lanzándolas a la afluente del río. Llora y grita la tristeza de sus hijos desaparecidos. Los busca y no los encuentra. No los va a encontrar. Los reclama vivos, aunque sabe que ya murieron. Hay gente que escucha esos gritos lastimeros y sólo los valientes se atreven a ir a ver quién gime de esa manera. Ven a una mujer recogiendo cenizas del suelo, las junta y las hace un montoncito que esconde entre las enaguas.
La ven lanzándolas al Cocula para que descansen en el fondo. No obstante, aquellas que explican el sufrimiento en función de la violencia y que contemplan a una madre que no deja de buscar —como aquellas que, en el México contemporáneo, buscan pedazos de sus hijos en fosas comunes.
A Cecilia le gusta contar. Poner en secuencia números y narrar historias. Es consultora, conferencista, capacitadora y catedrática en temas de Alta Dirección. También es escritora. TW: @CecyDuranMena