Alejandro Feregrino
En 1989, cuando el cantautor argentino Laureano Brizuela estaba en la cúspide de su carrera, la justicia mexicana lo detuvo y lo metió en prisión por el delito de evasión fiscal.
Durante casi cinco meses estuvo encerrado en medio de un gran escándalo mediático, acusado de no declarar los impuestos de seis de sus conciertos, mientras que su representante, Raúl Velasco Jr, hijo del poderoso conductor de televisión Raúl Velasco y quien era el responsable de su administración y contabilidad, gozaba de libertad.
“Él sacó a su hijo y me dejó en bandeja a mí”, recordó Brizuela en una reciente entrevista con Matilde Obregón.
«Iban contra el hijo y lamentablemente el papá, y es algo que yo nunca se lo pude perdonar, aunque es una palabra falsa porque yo no estoy para perdonar a nadie, pero nunca se lo dejé pasar porque él podía haberme llamado, yo venía de Miami, ‘oye no vengas porque están persiguiendo a mi hijo’”, relató.
“Yo por mi parte tenía un contrato con su hijo y se supone que él declaró, yo no tengo nada que ver, me hicieron solidario, me hicieron responsable de lo que hizo”, agregó.
Por aquel entonces Raúl Velasco gozaba de un enorme poder. Como titular de ‘Siempre el Domingo’, el programa más importante de Televisa, era el referente de la televisión mexicana y tenía el poder de impulsar o terminar con la carrera de los artistas.
Su cercanía con Emilio Azcárraga Milmo, propietario de Televisa y uno de los hombres más poderosos del México de aquel entonces, le otorgaba gran poder e influencia.
Muchos recuerdan aún algunas escenas que hoy resultan bochornosas pero que por aquel entonces todos dejaban pasar, como la ocasión en que celebró a Thalía que le quitaran “lo corrientota que te habían puesto el primer día», o cuando calificó de “feo” y “gorila” a Lupe Esparza, vocalista de Bronco.
En la cárcel Brizuela no la pasó nada bien, sobre todo los primeros días en los que estuvo separado del resto de la población carcelaria y fue calificado como una persona potencialmente agresiva.
“Me acuerdo que de las primeras visitas que tuve fueron las Pandora, fue Laura Flores, fue Olga Briskin. Las Pandora no duraron diez minutos, salieron vomitando todas, por la energía que respiras adentro”.
Años después, Laureano Brizuela escribió un libro titulado “Infamia del poder en México” en el que detalló la injusticia que vivió. Después de aquella mala experiencia, su carrera nunca logró recuperar el impulso que tenía hasta antes de su detención.
Finalmente, después de un largo proceso judicial logró demostrar su inocencia. “Demostré en un juicio de seis años que era inocente, absuelto y sin ningún delito que perseguir”.
Sólo volvió una vez a prisión, para cumplir la promesa que había hecho a sus compañeros de celda: ofrecer un concierto para todos los presos.