Jaime Dávila
El pasado verano, Simone Biles puso en Tokio el foco en la salud mental de los deportistas de élite. La estadounidense decidió no competir en la mayoría de pruebas de los Juegos Olímpicos, renunciando así a la posibilidad de ampliar su palmarés pensando en su bienestar personal. Desde entonces, Biles ha sido un ejemplo para muchos deportistas, y su discurso lo han adoptado estrellas mundiales.
Una de ellas es Mikaela Shiffrin. La compatriota de Biles aterrizó en Pekín con dos oros olímpicos en su haber, y con la posibilidad de convertirse en la primera esquiadora, hombre o mujer, que gana tres oros en la historia de su país. Su trayectoria habla por sí sola. También es tres veces ganadora de la Copa del Mundo, seis veces campeona universal, con 116 podios y 73 victorias en Copa del Mundo… Pero ha admitido no sentirse cómoda ante la presión que percibe.
«Es raro que tenga una carrera en la que me sienta bien, yo nunca he tenido una carrera en la que esté totalmente segura o convencida de mi éxito, siempre da miedo. No puedo ir a los Juegos y no sentir presión, nervios e incomodidad», confesó Shiffrin hace unos días. «Cada vez que está en la puerta de salida, todo el mundo espera que gane, da igual el resto de cosas. Y eso es una expectación irreal», añadió el entrenador de la esquiadora, Mike Day.
Con esa presión se plantó Shiffrin este domingo en la salida del eslalom gigante, prueba en la que ya fue campeona olímpica en Pyeongchang, y en la que atesora 14 victorias en Copa del Mundo. Sin embargo, el descenso de la estadounidense duró apenas 11 segundos. En su sexto giro, Shiffrin perdió el equilibrio, deslizándose unos metros por el suelo y siendo incapaz de continuar en el recorrido. La reina del descenso, fuera a las primeras de cambio, sin posibilidad de estar en la segunda manga y pelear por las medallas.
Sus gestos y sus primeras palabras después de este error no contenían ni un ápice de frustración o emoción. «El día se ha acabado antes de que empiece. No voy a llorar, sería perder energía», decía una Shiffrin que daba la sensación de estar liberada pese a lo que se podía entender como un fracaso. La norteamericana estuvo cerca de dejar el deporte en 2020, cuando su padre falleció de manera repentina. A ello se le sumó la inactividad por la pandemia y una complicada lesión de espalda. Su madre, Eileen, dejó su trabajo de enfermera para acompañar a su hija en todas las competiciones, cuidando así esa parte mental y contribuyendo a ese cambio de mentalidad.
Pese a ello, el reto que tiene por delante Shiffrin en estos Juegos Olímpicos sigue siendo mayúsculo. La reina del descenso pretende competir en las cuatro modalidades restantes. La primera de ellas será este mismo miércoles en su especialidad, el eslalom, donde ya fue campeona olímpica en Sochi y seis veces ganadora de la general de la Copa del Mundo. Pero, como dijo su entrenador, «las expectaciones son injustas», y Shiffrin prefiere afrontar la prueba sin presión.
Núria Pau, 40ª en la primera manga
En este eslalom gigante pudimos disfrutar de la segunda deportista española en estos Juegos Olímpicos. Núria Pau debutó en unos Juegos Olímpicos a sus 27 años, y lo hizo finalizando en el puesto número 40, con un tiempo de 1.04.19 sobre el recorrido ‘Río Helado’ de Yanqing.
«El objetivo era estar en Pekín», comentaba Pau a As en el día de ayer, pero admitía que quería dar lo mejor de ella misma para llegar lo más alto posible. La catalana llegaba a estos Juegos tras superar un 2021 en el que se rompió la nariz y el hombro en Sierra Nevada, y luego tuvo un fuerte edema óseo fuerte en el pie. A todo ello, además, se le sumaron complicaciones económicas y a la hora de encontrar un equipo óptimo para preparar la cita.
En su descenso, Pau tuvo pequeños imprevistos que le hicieron dejarse segundos por el camino. Tendrá una nueva oportunidad en la segunda manga (reprogramada para las 07:45), ya que en los Juegos Olímpicos no la disputa únicamente el top-30 de la primera manga.