El guardaparque Gonzalo Cisternas, del Parque Nacional Torres del Paine, en Chile, lleva 40 años recorriendo esta zona reservada. Ahora, durante la pandemia, ha sido testigo de los cambios que ha experimentado la flora y fauna del parque, pero también de cómo la ausencia del turismo afecta las arcas del área protegida.
Este reportaje original del medio de noticias ambientales Mongabay Latam fue escrito por Alexandra de Amesti y es parte de una alianza con Bienes Comunes de El Desconcierto.
Gonzalo Cisternas trabaja en el Parque Nacional Torres del Paine, en Chile, uno de los que más visitas turísticas recibe al año. Lleva “tan solo” cuatro décadas como guardaparque de esta área protegida.
Es uno de los pioneros del país, además, en realizar baños de bosque o Shinrin Yoku, una práctica que tiene su origen en Japón y consiste en recorrer y pasar tiempo en el bosque con el objetivo de mejorar la salud y conseguir bienestar proveniente de la naturaleza.
El Parque Nacional Torres del Paine se ubica en la región de Magallanes y la Antártica Chilena. Foto: Neftalí Zambrano / Corporación Nacional Forestal (CONAF)
Ahora que el planeta enfrenta una pandemia y las áreas naturales protegidas estuvieron cerradas durante varios meses, este guardaparque piensa que ha sido afortunado por poder estar en contacto permanente con la naturaleza, gozando de sus beneficios.
Además, cree que esta paralización ha sido una oportunidad para mirar con nuevos ojos cómo se está administrando el Parque Nacional Torres del Paine y todos las áreas protegidas en Chile. Para él, la fauna y flora necesitan un descanso del turismo cada cierto tiempo y este año se presentaron fenómenos naturales y comportamientos en la fauna que hace años no se veían en esta área protegida. Mongabay Latam conversó con Cisternas sobre su labor durante la pandemia.
¿Qué ha sucedido durante la pandemia en el Parque Nacional Torres del Paine?
Para mí ha sido una oportunidad de reflexión y de saber lo privilegiado que soy al hacer un trabajo al aire libre en contacto con la naturaleza, en comparación con las personas que están confinadas por las diferentes resoluciones sanitarias. Es un privilegio sentir el aire, ver lagos, montañas, árboles, fauna y no estar encerrado. Por otro lado, ha sido un tiempo para pensar que tenemos que estar muy preparados para lo que va a ser la post pandemia, ya que todas esas personas que están confinadas van a necesitar ese contacto especial con la naturaleza y una reconexión con ellos mismos para así llegar a sus casas cambiados física y psicológicamente de manera positiva. Pienso que en este tiempo la Conaf ha sido pionera y tiene un grupo selecto de guardaparques que realizan baños de naturaleza, que son terapias ancestrales japonesas.
Gonzalo Cisternas lleva cuatro décadas custodiando el Parque Nacional Torres del Paine. Foto: Archivo Personal Gonzalo Cisternas.
El parque reabrió sus puertas al turismo el 1 de septiembre, pero nueve días después cerró nuevamente debido al aumento de contagios en la ciudad de Puerto Natales y a que siete guardaparques resultaron positivos al COVID-19. ¿Qué ocurrió?
Lo que vivimos sirve como ejemplo para otras áreas naturales. La reapertura fue de forma gradual, evaluando los riesgos de cada sector, respetando los protocolos y la seguridad. Las aperturas son una tremenda oportunidad para que las personas puedan ir a reconectarse con la naturaleza. Pero siempre está el riesgo. Uno como funcionario tiene las medidas de seguridad pero desconoce la realidad detrás de las personas que asisten y por eso hoy la campaña educativa es tan importante para que los visitantes puedan venir. No tenemos certeza de cómo se contagiaron nuestros siete compañeros, pero gracias a Dios estuvieron en buenas condiciones y no presentaron cuadros graves. Luego de eso, se cerró nuevamente el parque.
¿Cree que las restricciones de movilidad por la pandemia han generado cambios en el parque?
Sí claro, es interesante que las áreas silvestres hayan estado cerradas al uso público porque estábamos acostumbrados a que mínimo seis meses o incluso todo el año, las visitas no paraban. La perturbación humana iba dejando impacto negativo como, por ejemplo, la basura. Otro ejemplo es que no ha habido mascotas como perros, que no están permitidos por las enfermedades que pueden transmitir a sus primos zorros que al hacer contacto con sus deposiciones se pueden contagiar de distemper y sarna. Por eso, creo que es necesario educar para la conservación y protección del medio ambiente, más que clavar un cartel que diga: ‘no hacer esto’.
El Parque Nacional Torres del Paine tiene de 227 298 hectáreas de extensión. Foto: Marcelo Martínez / Corporación Nacional Forestal (CONAF)
¿Dentro de Torres del Paine se han visto eventos naturales que antes de la pandemia no eran comunes?
Por ejemplo, en el caso de las aves, comenzaron a formar su nido en invierno, a mediados de agosto, [normalmente las aves inician esta actividad en primavera, en el mes de septiembre]. En ese momento vimos aves rapaces llevando ramitas para sus nidos y también observamos cortejos. Como no hay perturbación humana y no hay estrés que altere su conducta, volvieron a la normalidad. En la fauna mayor, como en los casos de los guanacos o el puma, es muy interesante que han recuperado el territorio que antes les era excluido por caminos, fragmentando su hábitat. Es importante monitorear y estudiar ahora porque no vamos a tener otro escenario como este. Como hay menos contaminación y menos ruido, han podido transitar por su corredor biológico, lo cual debería ser siempre lo normal.
¿El parque está ejecutando algún proyecto de conservación?
Hay un proyecto con el huemul [una especie de ciervo], que es nuestra especie bandera. Es muy importante lo que estamos haciendo para monitorearlo y hacer análisis de la presencia o ausencia de una enfermedad que es transmitida por animales de pezuña partida, como las vacas que tienen los vecinos. Hay un tema de tenencia responsable para que sus animales estén confinados en los predios ganaderos y no dentro del parque porque ocasiona un riesgo por la transmisión de esas enfermedades. Otro proyecto es con el Tucu Tucu de Magallanes [una especie de roedor]. Existe un plan nacional de conservación y estamos monitoreando para saber la cantidad y el estado sanitario de esta especie que ha aumentado su presencia en el territorio.
«Los parques que tienen baja dotación de guardaparques pierden oportunidades de realizar proyectos de monitoreo y conservación porque deben preocuparse por orientar y cuidar a sus visitantes».
También estamos abordando, desde el control y monitoreo, al visón, una especie exótica invasora muy agresiva y carnívora. Se alimenta de los huevos de las aves y es agresiva con los polluelos, hay que evitar que llegue al parque desde la frontera con Argentina, a través de los cauces de agua. El plan de monitoreo busca educar para la conservación y lo hacemos en cada puerta, explicando la apariencia del visón y sus características, porque normalmente la gente lo confunde con el hurón, una especie de mustélido de la misma familia del chingue y la nutria, pero que es completamente distinto.
¿Estos monitoreos se han visto afectados o han funcionado bajo otras reglas durante la pandemia?
Claro que se han visto afectados, porque todo el trabajo de monitoreo es hecho ‘in situ’ por varios guardaparques del equipo de trabajo. En este momento estamos en una condición de estándar mínimo y no es posible hacerlo porque solo pueden ir dos personas, entonces se complica la cosa. Pienso que en cuanto se normalice la situación, desde el punto de vista en que disminuyan los contagios al máximo, podremos hacer un control efectivo. Hay algunas situaciones en que hemos seguido trabajando y tratando de adaptarnos, pero otras, por metodología, no se pueden adaptar, como por ejemplo hacer monitoreos de forma individual.
El Parque Torres del Paine es uno de los que recibe más visitas en Chile, ¿cómo lo ha impactado históricamente la presión turística pero, a la vez, qué consecuencias ha traído la actual falta de visitas?
Primero, los parques nacionales son el mejor ejemplo de democracia social. Cualquier persona tiene derecho de visitar y recrearse en la naturaleza. Y con respecto a la presión, voy a dar una respuesta personal. Creo que lo mejor que le pudo haber pasado al parque en la pandemia es que hayan disminuido las visitas para que los procesos y los ciclos naturales tuvieran la oportunidad de descansar. Imagínate que llevamos 61 años estrujando el parque. Ahora hay que respetar la capacidad de acogida de las áreas para que todos puedan tener la oportunidad de disfrutar mientras cuidan la zona a la que van.
Gonzalo Cisternas es pionero en Chile en realizar baños de bosque, que consiste en pasar tiempo en el bosque para conseguir bienestar proveniente de la naturaleza. Foto: Archivo personal Gonzalo Cisternas.
¿Cómo se han afectado durante la pandemia los presupuestos destinados a infraestructura, monitoreo y conservación en el parque?
Afecta porque al haber menos visitas hay menos ingresos económicos, que eran parte del sustento. Pero creo que ahora el gobierno tiene el desafío de que si hay una reducción de fondos y no hay concesiones como cafeterías, que también han sufrido, entonces debe ayudar. Hoy el estado le da a CONAF menos del 46 % porque genera ingresos propios como las entradas por turismo. Los concesionarios y emprendedores no venden, y ahora el Estado debe hacerse cargo y asumir un rol que no ha tenido antes. A las arcas fiscales no le va a llegar nada porque no podemos generar nada.
El Estado debe financiar el 100 % y los recursos extras, como el pago por ingreso al parque y derechos de concesión de servicios turísticos, deberían reinvertirse en fortalecer infraestructura; equipamiento técnico como GPS, computadores e imágenes satelitales; mejorar capacitaciones de guardaparques y mejorar servicios para visitantes, como pasarelas y miradores, y que se cuente con energía y servicios ecológicamente sustentables.
¿Cómo cambió su trabajo diario?
La manera de administrar el parque no ha cambiado. Sí ha cambiado la gestión para dar respuesta a los protocolos de la autoridad sanitaria. Eso ha significado que hemos adaptado la organización del parque, por ejemplo, la dotación de guardaparques que compartían espacios, considerando solo un guardaparque por instalación en los principales puntos de ingreso. Pero seguimos operando de manera normal con el monitoreo y patrullaje y haciendo una labor de fiscalización más acuciosa.
«Tener tiempo de descanso beneficiaría a la naturaleza para que pueda regenerarse y permitiría destinar más tiempo a proyectos de conservación, sobre todo porque este parque lleva más de 60 años operando sin descanso».
¿Considera que esos cambios los han afectado?
Hay personas que al estar en el grupo de situación de riesgo debieron hacer trabajo en casa. Los que seguimos en el parque seguimos en contacto con nuestros compañeros que están en teletrabajo pero muchos extrañan el parque y quieren regresar. Es fácil decir: ‘listo, teletrabajo’, pero hay otros temas relevantes, a pesar de que esté cómodo en su casa y con su familia muchas veces tienen problemas de conexión a Internet y quedan aislados. Hay funcionarios que deben costear de su bolsillo este servicio. Es necesario tener un buen sistema de calidad, de ancho de banda, con buenos equipos, y que se pueda tener contacto con los que están dentro del parque y con los que están en sus casas. A veces te citan a reuniones y no te llegó el correo. Al final, por un tema técnico no pudiste participar, no es falta de motivación y la barrera no depende de uno.
¿Qué tipo de contratación tiene un guardaparques en Chile?
Existen dos tipos. Los jornales transitorios, que son funcionarios que CONAF contrata durante temporadas altas de visitas para apoyar en la labor. Solo pueden estar contratados 11 meses como máximo. Si quieren volver a ingresar deben salir cuatro meses para que CONAF luego pueda contratarlos nuevamente. En general están seis meses durante el invierno y, si son bien evaluados, se quedan más. En otras áreas se incorporan para apoyar la dotación de guardaparques de planta, que es bastante baja. El segundo tipo de contratación lo tienen los guardaparques de planta, son permanentes y reciben su remuneración con un contrato indefinido.
El sistema es inestable porque depende mucho de los compromisos de los gobiernos de turno. Por otro lado, el perfil de los guardaparques ha ido cambiando con el tiempo. Antes se buscaba a personas lugareñas que vivieran cerca y fueran buenos montando a caballo para cuidar el territorio y evitar que las personas sacaran recursos. Con el paso del tiempo se necesitó un perfil técnico-profesional afín a la conservación y a la planificación de las áreas protegidas y que, además, tuviera vocación por vivir en la naturaleza. Si se hace una carrera técnica hay mejor sueldo, entonces es importante seguir estudiando. Un problema es que no se considera la experiencia de la persona, un guardaparques que lleva años pero no tiene educación técnica no aumenta su sueldo, ni siquiera cuando asume un cargo de responsabilidad dentro de un área.
¿Durante esta época de pandemia se han presentado actividades ilegales dentro del área protegida?
Sí, hubo ingreso no autorizado de personas que fueron a realizar actividades recreativas y deportivas, burlando nuestros controles. Uno espera que la comunidad entienda y tenga sentido común, pero pareciera que no. Además, con las redes sociales hay una errada percepción porque las personas suben fotos y los demás asumen que está abierto. Los estuvimos buscando pero en base a nuestra experiencia sabíamos que habían ingresado a ciertas áreas para realizar randonnée [excursiones] sin tener registros ni protocolos de seguridad, entonces lo que hicimos fue denunciar y hacerlo público para que se supiera en la comunidad que había un grupo que no estaba respetando las normas. Dio buenos resultados porque tuvimos el apoyo de la comunidad.
En un escenario post pandemia, ¿qué desafíos les esperan a los guardaparques y a las áreas naturales protegidas?
Las áreas protegidas son lugares emblemáticos para el bienestar en todas sus formas y tenemos un rol protagónico fundamental, pero esto depende no solo de CONAF sino del Estado y otras instituciones. Necesitamos apoyo de alcaldes, intendentes y todas las autoridades locales. Lo importante no es recuperar las visitas y la meta por año, sino que el Estado pueda solventar los gastos, porque las personas necesitan conectarse en los espacios naturales, todos deben tener las mismas oportunidades y muchas familias ya no pueden pagar las entradas porque la pandemia golpeó sus bolsillos.
Para Gonzalo Cisternas, la paralización de actividades en las áreas protegidas ha sido una oportunidad para mirar con nuevos ojos cómo se está administrando el parque. Foto: Archivo personal Gonzalo Cisternas.
Ahora que ha visto cambios durante estos meses de cierre del parque ¿qué tan importante son estos descansos para áreas protegidas tan visitadas como el Parque Torres del Paine?
Las áreas que tienen una gran cantidad de visitas concentrada en cortos periodos de tiempo, como Torres del Paine, necesitan que se implementen estos periodos de reposo del ecosistema. La perturbación que ocasiona el humano es muy grande y hasta hoy no nos habíamos dado cuenta. Pienso que esos descansos serían importantes para cumplir ciertos objetivos. Por ejemplo, parques que tienen baja dotación de guardaparques pierden oportunidades de realizar proyectos de monitoreo y conservación porque deben preocuparse por orientar y cuidar a sus visitantes. Si uno se enfoca en esto se distrae de labores como el monitoreo y la conservación. Tener tiempo de descanso beneficiaría a la naturaleza para que pueda regenerarse y permitiría destinar más tiempo a proyectos de conservación, sobre todo porque este parque lleva más de 60 años operando sin descanso.