“Tú, Joaquín, ¡traicionero!, ¡maldito!, y para ti ‘capitán gordo’, no balazos, no cuchillos, no lanza, no flechas; para ti: ¡lumbre!…
Crónicas de Juárez
Juan de Dios Olivas
Apuntes Políticos
Ciudad Juárez, Chih. – La tarde del 14 de octubre de 1880, en la región de Coyame, una bala calibre .44 disparada por el rifle del tarahumara Mauricio Corredor da en el pecho de Victorio y lo derriba de su caballo. Horas después muere.
El gran jefe chiricagua lideraba a las naciones apaches en resistencia contra el exterminio aplicado contra sus pueblos por el hombre blanco, lo mismo en Estados Unidos que en México y daba la última gran batalla por la subsistencia de su raza, después de haber rechazado ofrecimientos de paz del gobierno de Estados Unidos y de los mexicanos; acuerdos que para ellos solo representaban humillaciones, despojo de sus llanuras y ser recluidos a reservaciones estadounidenses.
En México, la guerra contra los apaches la encabezaba el coronel Joaquín Terrazas, contratado por el general Luis Terrazas, gobernador de Chihuahua, para llevarle cada cabellera de apache que encontrara.
Joaquín dirigía una columna de 600 voluntarios, así como una fracción de seguridad pública y rural al mando de Juan Mata Ortiz. También a un grupo de tarahumaras de Arisiachic al mando de Mauricio Corredor y su compadre Roque.
Ayudado por los tarahumaras, el coronel Terrazas encontró la huella de Victorio y lo rastreó hasta la Sierra de la Amargosa y de ahí lo copó en la zona de montanas conocida como Tres Castillos (en el municipio de Coyame del Sotol, Chihuahua) donde el 14 de octubre de 1880 al mediodía se encontraron frente a frente.
El día de su muerte, Victorio quien se encontraba acampando en la Laguna de Guzmán, fue avisado por sus exploradores de la presencia de las tropas de Terrazas y decidió dividir sus huestes entregando al capitancillo Nana una columna de guerreros y él se quedó con el grueso de las familias apaches, así como 77 hombres.
Nana, quien tiene bajo su mando a Loco conocido también como el indio Ju y al guerrero que a la postre se convertiría en el legendario Gerónimo, Vitorio le dio la misión de distraer a las tropas, mientras él depositó a las familias en un lugar seguro y retornó para hacer frente a sus perseguidores.
La maniobra fue detectada por el coronel Terrazas que hace lo mismo y desprende a una columna de soldados al mando de Juan Mata Ortiz para impedir cualquier escape.
El grupo comandado por Victorio se posesionó del cerro sur, mientras que el otro capitaneado por Nana, Ju y Gerónimo es atajado por el capitán Juan Mata Ortiz y su gente que a balazos les impiden ir en auxilio de su líder máximo.
Al atardecer, el jefe apache ve venir una columna de soldados de Terrazas y decide salir a su encuentro con un reducido grupo de escoltas, pero selecto de guerreros, para dar tiempo a que el grueso de su gente se parapete en el cerro y se prepare para resistir.
En la columna de mexicanos va Mauricio Corredor, quien, al estar a 50 pasos de la apachería, abre fuego con su rifle calibre .44 y pega en el pecho de Victorio derribándolo.
El jefe apache es recogido por sus escoltas y llevado a la cumbre del cerro sur donde ya se encontraban parapetados el resto de sus guerreros, así como las familias que intentaban resguardar. Dos horas después, Victorio muere y antes de la batalla, desmoralizados, la derrota para los apaches es ya inminente sin su líder.
LA BATALLA DE TRES CASTILLOS
Al amanecer del 15 de octubre, la masacre se inicia.
Protegidos entre los peñascos, la lucha con los apaches se hace necesaria cuerpo a cuerpo, con puñal y pistola provocando bajas de ambos bandos.
Las mujeres y niños, al ver la derrota de sus guerreros claman por sus vidas y son perdonadas. Únicamente dos guerreros resisten dos horas más en una cueva armados con fusiles de repetición y bastante parque, pero son abatidos.
Al mediodía todo ha terminado. Entre rocas de la montaña, hay 72 apaches muertos, numerosos heridos y prisioneros. Todo es desolación y tristeza para los sobrevivientes.
Con la derrota se iniciaría el fin de la resistencia apache, aunque todavía quedaría unas cuantas batallas antes de ser retornados a las reservaciones.
El gobierno decreto diversas recompensas por las cabelleras obtenidas y repartió entre sus combatientes de Tres Castillos, 17 mil pesos, además de una prima de 2 mil pesos que fue entregada al tarahumara Mauricio Corredor.
Las celebraciones en la capital no se hicieron esperar, Joaquín Terrazas y sus hombres fueron recibidos como héroes.
Por Victorio también existía una recompensa luego de que liderando una partida de chiricahuas escapó de las reservaciones norteamericanas, y se asentó en las cercanías de la laguna de Guzmán, en el noroeste del estado de Chihuahua, justo donde Terrazas tenia parte de sus haciendas ganaderas.
El gobernador mando llamar a su pariente, el coronel Joaquín Terrazas y tras dotarlo de recursos, mandó combatirlos y exterminarlos. Puso precio a las cabelleras de los indios y en particular a la del jefe Victorio, un hombre mestizo cuya leyenda señala que a la edad de 6 años cuando se llamaba Pedro Cedillo, fue raptado de un rancho chihuahuense, adoptado por la tribu chiricagua y educado como propio hasta alcanzar el liderazgo de apaches de todas las tribus que lo siguieron en su guerra contra el hombre blanco.
PARA TI: ¡LUMBRE!
La batalla de Tres Castillos es considerada es considerada la derrota de los apaches, ya que, a partir de la muerte de su jefe máximo, las incursiones y asaltos sangrientos fueron de más a menos hasta que los últimos rebeldes terminaron por acordar la paz y regresar a las reservaciones que se establecieron en Estados Unidos.
Sin embargo, la muerte de Victorio sería vengada por las hordas que sobrevivieron a Tres Castillos y que eran capitaneadas por el indio Ju que fue personalmente a cobrarse la afrenta.
Apenas terminaban las celebraciones por la victoria de Tres Castillos, cuando Ju y Gerónimo sembraban el terror en el noroeste del estado.
En Plan de Álamos, Ju con 50 guerreros ataca y da muerte a unos rancheros, días después hace lo mismo con un grupo de vaqueros en el Puerto de los Magueyes y a principios de diciembre de 1881 cae sobre la hacienda del Torreón y se roba las bestias.
Las incursiones continúan y en dirección al sur llega al Ojo de Venado y mata una partida de ganado y a 90 kilómetros de la capital, en Laguna de Encinillas asalta una conducta de viajeros, asesina a todos y destroza los carruajes.
Joaquín Terrazas sale a perseguirlo y los apaches nuevamente regresan a Estados Unidos, pero reaparecen en Galeana nuevamente robando ganado para después volver a cruzar la frontera matando cuando hombre blanco se le atravesaba.
En Estados Unidos, el gobierno mueve tropas en Arizona al mando del general Crook con la finalidad de someterlos, lo que provoca que alrededor de 700 indios inicien una migración a la sierra de Chihuahua liderados por Ju y Gerónimo.
Al verse copados tanto en Estados Unidos como en México y sin más camino que buscar la paz, los líderes apaches acuerdan en varias ocasiones encuentros con Terrazas, los cuales se ven frustrados por la desconfianza mutua.
Finalmente en Casas Grandes, Ju decide negociar la rendición y lograr una paz sin condiciones mínimas. Joaquín Terrazas no le cree y prepara y ejecuta una emboscada.
Los apaches instalan su campamento a orillas del rio Casas Grandes y al amanecer el ataque de Terrazas se malogra cuando las tropas de Juan Mata Ortiz adelantan antes de tiempo el combate y los indios salen disparados en todas direcciones abandonando caballos, armas y numerosos muertos y heridos.
Horas después, Joaquín y Juan Mata Ortiz ven aproximarse un jinete, lo identifican como el indio Ju, pero no disparan por creer que intenta negociar la paz.
Al llegar hasta donde estaban los militares chihuahuenses, el apache amenaza:
“Tú, Joaquín, ¡traicionero!, ¡maldito!, y para ti ‘capitán gordo’, no balazos, no cuchillos, no lanza, no flechas; para ti: ¡lumbre!
A partir de ese momento, Ju no vuelve a solicitar la paz ni tregua alguna, sólo el empeño de cumplir su juramento.
En septiembre de 1882 reaparece robando ganado y asesinando personas en la región del noroeste.
Juan Mata Ortiz, sin esperar refuerzos, sale a perseguirlos desde Galeana con una partida de apenas 21 hombres y el 13 de octubre por la mañana se encuentra con ellos en una loma cerca del Charco de los Arrieros donde la superioridad numérica de los apaches se impone.
En esta batalla Ju cumple su promesa y pese a perder numerosos guerreros por los disparos de los hombres de Mata Ortiz, logran capturarlo vivo y llevarlo a la cumbre del cerro donde amarrado, lo quemaron en una hoguera.
Ju y sus hombres huyen a la sierra de Chihuahua y meses después, el jefe indio muere al caer con su caballo a un barranco en un accidente que algunas versiones señalan que fue provocado por sus subalternos para buscar finalmente la paz y otras que fue por el estado de ebriedad en el que se encontraba el apache.
Tras su muerte, asumiría el mando de las hordas apaches Gerónimo quien con 40 hombres logró mantenerse en pie de guerra otros 35 meses más, a salto de mata a través de Arizona, Nuevo México, Sonora y Chihuahua hasta finalmente entregarse al Ejército de Estados Unidos para ser recluido en una reservación junto con todo su pueblo donde vería el final de sus días sobreviviendo de lo que los turistas le daban por tomarse fotos.
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Fuentes: Memorias, La guerra contra los Apaches, Joaquín Terrazas; Chihuahua, Textos de su Historia, Graciela Altamirano, Guadalupe Villa; Breve Historia de Chihuahua, Luis Aboites; La guerra apache en México, Filiberto Terrazas