POR AUSTIN BAY
Durante décadas, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador —conocido en los medios de comunicación norteamericanos como AMLO— se ha autoproclamado como un hombre dotado de la izquierda política que era… bueno, especial.
Como un perenne opositor excéntrico, AMLO prometió traer a México un cambio radical y una nueva prosperidad si llegaba a ser presidente. ¿Por qué impulsó la bravuconada del nuevo mundo feliz? Pregunta de fe. Su respuesta definitiva no fue la fe inquebrantable en el socialismo utópico. Al final, su respuesta apestaba a narcisismo de club de profesores. México cambiará “Porque yo, AMLO, soy yo”.
Las ruinas de los sistemas socialistas-fascistas-comunistas fracasados, empapadas de sangre, desde la Alemania Nazi a la Rusia soviética, desde la Cuba castrista al Iraq sadamista y a la Venezuela chavista contemporánea —incluso pasando por las ciudades de Seattle, Portland y Minneapolis en 2020— tuvieron sus orígenes asesinos en la basura del socialismo utópico y en la patraña narcisista del “hombre fuerte con poder especial”.
Lo que nos lleva a esta confesión. He seguido a López Obrador durante cuatro décadas, y ha exhibido todas las características de un lunático excepto una: AMLO nunca me pareció un asesino. En lugar de un asesino como Castro o un asesino como Mao, AMLO tenía el corte de un profesor populista chiflado cautivado por su propia retórica. Además, se las arregló para expresar una verdad básica compartida por millones de ciudadanos mexicanos: insistió, con todas sus entrañas, en que el sistema político de México está corrompido por violentos cárteles criminales, una clase política cómplice y élites multimillonarias que viven una vida de lujo en haciendas fortaleza protegidas por operaciones especiales de mercenarios y policías corruptos.
Vuelva a leer la última frase. Si no cree que es correcta, no conoce el Estado Profundo de México.
Ahora esta columna debe esbozar la masacre de Iguala del 26 de septiembre de 2014, porque es históricamente compleja.
¿Nunca ha oído hablar de ella? Escuchen de cerca, porque es una lección sobre la destrucción sistémica que encarna la impunidad y sobre cómo el Estado Profundo de México mata salvajemente a los mexicanos.
En julio de 2018, cuando AMLO obtuvo una victoria abrumadora en la elección presidencial de México, su partido político MORENA rompió con la izquierda y el centro-izquierda mexicanos. El realineamiento político y la victoria electoral demostraron su astucia política.
Tal vez esa fue la primera pista que tuve de que AMLO no era una broma total. La segunda llegó dos días después de que tomase posesión de su cargo en diciembre de 2018. AMLO posó para una foto con los padres de uno de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en el estado de Guerrero, que desaparecieron el 26 de septiembre de 2014 (fueron secuestrados y asesinados). Prometió que establecería una comisión de la verdad para responder a las preguntas que el gobierno del expresidente Peña Nieto no había respondido.
La promesa de AMLO puso en peligro a su gobierno. Y yo escribí sobre eso en una columna en diciembre de 2018.
La impunidad es el tema más profundo. Para los ciudadanos mexicanos desencantados, “impunidad” significa la injusticia incrustada en las instituciones de gobierno y en la sociedad de su país. Expresa un profundo disgusto con los líderes políticos y económicos que escapan a la responsabilidad de sus crímenes.
La impunidad se conecta directamente con los asesinatos masivos de Iguala. Los estudiantes fueron masacrados. Los cuerpos y los restos humanos siguieron apareciendo, pero solo los actores de bajo nivel fueron arrestados.
En 2015, investigadores independientes concluyeron que la investigación del gobierno de Peña Nieto tenía fallas. Sin embargo, Peña Nieto seguía siendo el presidente. Impunidad: el sistema judicial no desafió las mentiras que él y sus secuaces solían decir.
El 26 de septiembre de 2020, el gobierno de AMLO cumplió su promesa cuando el fiscal general Alejandro Gertz Manero emitió 25 nuevas órdenes de arresto para los individuos involucrados en la masacre de 2014. Gertz y su oficina notaron que las nuevas órdenes incluían a miembros de la policía federal y del ejército mexicano. Las nuevas órdenes implican a los más altos niveles de la policía mexicana y, en última instancia, al propio Enrique Peña Nieto, ya que la policía y el ejército estaban implicados.
Gertz acusó sin rodeos al gobierno del expresidente Peña Nieto por un encubrimiento masivo, “manipulación” y “un truco mediático masivo”. Uno de sus fiscales añadió que las nuevas órdenes tienen como objetivo “los autores intelectuales y materiales de la desaparición”. AMLO le dijo a los medios mexicanos: “La verdad, la auténtica verdad, tiene que ser conocida. Ese es el compromiso”.
Gracias, señor.
Desafortunadamente, la impunidad de la élite privilegiada no es exclusiva de México. Lea la auténtica verdad contenida en el reciente documento del director de Inteligencia Nacional de EE.UU., John Ratcliffe. El FBI y la CIA sabían que el exdirector de la CIA, John Brennan, y la demócrata Hillary Clinton, inventaron durante la campaña presidencial de 2016 la mentira de la “colusión Trump-Rusia”. La corrupta prensa estadounidense difundió la historia, un truco mediático.
La verdad marca la diferencia en el México de AMLO. ¿Marcará la diferencia en Estados Unidos?