El maguey es una de las plantas más importantes en la cosmogonía de los pueblos indígenas del centro del país y, como tal, tiene su propia historia.
El maravilloso pulque, la bebida de dioses y sacerdotes, viene del maguey, del cual se cuentan muchas leyendas que explican su origen divino y sus propiedades mágicas.
La comsovisión de los pueblos indígenas de México es de las más variadas del mundo, repleta de simbolismos, metáforas, alusiones al mundo natural y rituales intrincados. Hace siglos, el humano no era un actor solitario que disponía del medio natural a su discreción, sino que convivía en un escenario con múltiples actores, con los cuales se relacionaba de diferentes maneras. El medio natural no era simplemente un objeto para explotar y obtener recursos de él, sino que era un entramado de conexiones e intercambios profundos, siempre regidos por el respeto.
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Tanto los astros como las plantas y animales jugaban papeles sumamente importantes. Uno de los más significativos, debido a su presencia en el mundo cotidiano y ritual, era el maguey. Del maguey se extraía el aguamiel, dulce néctar divino, el cual eventualmente se fermentaba en pulque, metl, el cual se consideraba como la bebida de los dioses. Por ello, su consumo estaba reservado a sacerdotes, guerreros y ancianos.
Además, como muchos otros elementos naturales, el maguey se asociaba a una diosa: Mayahuel. Mayahuel se representaba, entre los nahuas, como una mujer joven que surge de una floreciente planta de maguey, y que en ocasiones llevaba copas de pulque en las manos. También se le asociaba con la fecundidad y fertilidad. En la Histoire du Mexique (Historia de México) se explica el origen divino del maguey y del pulque, como una bebida que traía alegría a los hombres. Aquí el texto íntegro:
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“…los dioses dijeron entre sí: “He aquí que el hombre estará aína triste si no le hacemos nosotros algo para regocijarle y a fin de que tome gusto en vivir en la tierra y nos alabe y cante y dance”. Lo que oído por el dios Ehécatl, dios del aire, en su corazón pensaba dónde podría encontrar un licor para entregar al hombre para hacerle alegrarse. Pensando en lo cual, le vino a la memoria la diosa virgen llamada Mayáhuel, y se fue enseguida a donde estaban ellas, a las que encontró dormidas. Y despertó a la virgen y le dijo, a la cual guardaba una diosa su abuela llamada Cicímitl [Tzitzímitl]: “Te vengo a buscar para llevarte al mundo”. En lo que ella convino enseguida, y así descendieron ambos, llevándola él sobre sus espaldas.
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Y tan pronto como llegaron a la tierra se mudaron ambos en un árbol que tiene dos ramas, la una se llama quetzalhuéxotl, que era la de Ehécatl, y la otra xochicuáhuitl, que era la de la virgen. Mientras, su abuela dormía. Cuando hubo despertado y no encontró a su nieta, apellidó en seguida a otras diosas que se llaman cicimime [tzitzimime]. Y descendieron todas a la tierra a buscar a Ehécatl, y a esta razón las ramas se desgajaron las dos, la una de la otra. Y la de la virgen fue reconocida por la diosa vieja, la cual la tomó y, rompiéndola, entregó a cada una de las otras diosas un trozo, y lo comieron.
Pero la rama de Ehécatl no la rompieron, sino la dejaron allí. La que tan luego como las diosas subieron al cielo, se retornó a su primera forma de Ehécatl, el cual reunió los huesos de la virgen, los enterró y de ahí salió un árbol que ellos llaman metl, del cual hacen los indios el vino que beben y [con] que se embriagan.”
Complementa la historia del maguey y del pulque con el origen ancestral del aguamiel.
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