(EFE).- La historiadora británica Bettany Hughes recrea «la ingeniería avanzada» de la antigüedad en el ensayo ‘Las siete maravillas del mundo antiguo’, en las que muestra cómo se verían hoy si hubieran pervivido, basándose en los últimos descubrimientos arqueológicos.
De aquellas maravillas monumentales solo queda en pie la Gran Pirámide de Guiza, y desaparecieron los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa, la estatua de Zeus en Olimpia, el mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría.
En una entrevista con EFE, Hughes las desgrana una a una, que «tuvieron un impacto en las sociedades antiguas», y se sabe que «las personas de la época las conocían a través de listas que hacían un compendio de estos grandes monumentos».
Hughes subraya que esas edificaciones fueron unos logros innegables: La pirámide de Guiza se construyó hace 4.600 años y, «dado su grado de perfección constructiva, nos tenemos que preguntar si cualquier edificio que estemos haciendo ahora seguirá en pie pasado el mismo tiempo», arguye.
El Coloso de Rodas, una estatua de 100 metros
En el caso del Coloso de Rodas, que también representó un gran logro arquitectónico, era una estatua de bronce que medía más de 100 pies de altura y simbolizó al mismo tiempo «un hito artístico, pero, sobre todo, de ingeniería».
Respecto a los Jardines Colgantes de Babilonia, cuya ubicación no se sabe con exactitud, su objetivo era «demostrar el control humano sobre la naturaleza, ayudados de sistemas hidráulicos muy sofisticados», según testimonios de la época.
Una idea de la monumentalidad de aquellas maravillas la da el Templo de Artemisa, en Éfeso, cuyo tamaño duplicaba el Partenón de la Acrópolis de Atenas y que estaba decorado con oro. Por su parte, la estatua de Zeus, en Olimpia, también estaba recubierta de oro.
El Coloso de Rodas, una gran estatua del dios sol griego Helios realizada por el escultor Cares de Lindos en el 280 aC, fue construida a partir del hierro fundido de diferentes armas y aparatos bélicos utilizados en una terrible guerra civil, y se convirtió en símbolo de paz y diplomacia.
El Mausoleo de Halicarnaso, la tumba del rey Mausoleo, pintada con colores muy vivos y terminada por su hermana reina Artemisa, combinaba influencias de culturas de Occidente y Oriente, «característica del pueblo que la construyó, los carios, y contaba con un podio con estatuas griegas y una cúspide similar a una pirámide».
Alejandría, el Internet físico de la antigüedad
El Faro de Alejandría, del siglo III aC y de cien metros de altura, podía guiar a los marinos a 30 millas.
«El faro era un símbolo de sabiduría, puesto que el impuesto de atraque de los barcos debía pagarse en papiros», explica. «Alejandría pretendía ser el Internet físico de la época, convertirse en centro de conocimiento», añade.
Hughes tardó siete años en escribir el ensayo, en parte porque quiso viajar para seguir la huella de estas maravillas e incorporar los más recientes hallazgos arqueológicos:
«En Rodas han aparecido algunos de los lugares donde se fundió el metal para crear la piel del coloso; y en las excavaciones en el lecho marino del puerto de Alejandría se están encontrando fragmentos de piedra como si fuera un puzzle de lo que fue el faro, entre ellas el poste de una de sus puertas».
Hughes no se atreve a vaticinar qué edificios del siglo XX podrían ser maravillas del futuro, pero sí cree que podría haber una «octava maravilla», en el sur de Turquía, Göbekli Tepe, «un yacimiento del que apenas se ha excavado un 5% y que tiene unos 12.000 años de antigüedad».
(c) Agencia EFE