Fueron tomadas por Douglas Kirkland en noviembre de 1961
LUISA CASTRUITA/
El pasado 29 de octubre, 58 años después de haberse tomado aquellas icónicas fotografías de Marilyn Monroe, la casa de subastas Christie’s en su sede de Nueva York, puso a la venta las fotografías originales y la cámara de Douglas Kirkland, autor de la sesión, además de subastarse dos de las últimas instantáneas tomadas a la inolvidable rubia.
Sin embargo, pese a las especulaciones del tesoro fotográfico, nadie pujó por el lote.
Douglas Kirkland con ahora 85 años relata la historia de aquella noche inolvidable.
Era noviembre de 1961, el fotógrafo, de entonces 27 años, había pensado en todos los detalles para la sesión de fotos del 25 aniversario de la revista Look, con uno de los mayores íconos de la industria.
La modelo, nada más que Marilyn Monroe, llegó muy impuntual a la cita, dos horas tarde. Ella tenía 35 años y ya se encontraba en la cima de su carrera.
Monroe se entregó por completo a las sucesivas lentes Carl Zeiss de 50 y 150 milímetros. La luz que irradiaba Marilyn reflejaba su nueva vida tras otro fracaso amoroso, recientemente mudada a Los Ángeles y lejos del frenético movimiento incesante de Nueva York. Además, soltera.
“Nada más verme Marilyn me dio un abrazo y un beso en la mejilla y, sin perder un segundo, enfiló hacia el camerino. Una vez recostada en la cama, y tapándose los pechos con la manta, pidió a nuestros acompañantes que nos dejaran solos. Fue una decisión inesperada que cambió el curso de los acontecimientos», recordó Kirkland
Pero nueve meses más tarde, Marilyn aparecería otra vez desnuda sobre la cama con sábanas blancas, ahora en su domicilio de Brentwood Heights en Los Ángeles, sin embargo, esta vez boca abajo y con sus ojos cerrados para siempre, la leyenda había muerto.
Kirkland preferiría recordarla como él la había eternizado.
“Esto fue, por supuesto, muy emocionante para mí como joven. Quiero decir, estaba ahí con Marilyn Monroe frente a mí. Estaba al alcance de la mano, girando y girando debajo de esa sábana, que era semitransparente», se emociona en una nota dada al sitio de Christie’s.
Contrariamente a lo que algunos pensaron de aquellas horas de sensualidad descarnada, Kirkland jura: “Me gustaría decirle que pasó algo entre nosotros, pero lo cierto es que no hay nada que contar: todo transcurrió con absoluta profesionalidad».