Estados Unidos no siempre, o rara vez, ha estado gobernado por los mejores o los más brillantes; a lo largo de los años, los presidentes han empleado a muchos trúhanes y tontos. Sin embargo, creo que no habíamos visto nada como la colección de estafadores y bribones de poca monta que rodean a Donald Trump. Price, Pruitt, Zinke, Carson y ahora Ronny Jackson: a estas alturas, nuestra hipótesis de facto debería ser que algo anda seriamente mal con cualquiera que el presidente quiera en su equipo.
A pesar de ello, no debemos perder de vista lo más importante. Los beneficios que exigen muchos de los funcionarios de Trump —los viajes innecesarios en primera clase, las cabinas telefónicas supersecretas doblemente reforzadas a prueba de sonido, etcétera— son indignantes, y nos dicen mucho sobre su calaña. Sin embargo, lo que realmente importa son sus decisiones en cuanto a políticas públicas. La insistencia de Ben Carson en gastar fondos de los contribuyentes en una vajilla de 31.000 dólares es ridícula; su propuesta de aumentar de forma pronunciada los costos de la vivienda a cientos de miles de familias estadounidenses necesitadas, triplicando las rentas de algunos de los hogares más pobres, es perversa. Esta perversidad es parte de un patrón más amplio. El año pasado, Trump y sus aliados en el Congreso dedicaron la mayoría de sus esfuerzos a consentir a los ricos; evidentemente, eso fue cierto en el caso de la Ley de recortes fiscales y empleos, pero hasta el ataque a Obamacare estuvo relacionado principalmente con obtener cientos de miles de millones de dólares en recortes fiscales para los ricos. Sin embargo, este año, parece ser que la principal prioridad del Partido Republicano es la guerra contra los pobres. Esta guerra se pelea en varios frentes. La estrategia de acabar con los subsidios a la vivienda tiene como objetivo un aumento drástico de los requisitos laborales para aquellos que busquen obtener vales de comida. Mientras tanto, el gobierno ha otorgado exenciones a los estados controlados por los republicanos que les permiten imponer nuevos y onerosos requisitos laborales a los beneficiarios de Medicaid; requisitos cuyo principal efecto no sería más trabajo, sino sencillamente que menos gente tenga acceso a atención médica básica.
Hasta la desregulación financiera de facto del gobierno —su destrucción sistemática de la protección financiera al consumidor— debería verse en gran medida como un ataque a los menos favorecidos, debido a que las familias pobres y los trabajadores con menor educación son, posiblemente, las mayores víctimas de los banqueros explotadores.
Aquí la pregunta interesante no es si Trump y sus amigos están tratando de hacer las vidas de los pobres más miserables, inhumanas y cortas. Sabemos que es así. La pregunta, más bien, es por qué lo hacen.
Se trata de ahorrar dinero? Los conservadores se quejan del costo de los programas de la red de seguridad social, pero es difícil tomar en serio sus quejas cuando vienen de gente que acaba de votar para hacer estallar el déficit presupuestal con enormes recortes fiscales. Además, existen pruebas fehacientes de que algunos de los programas que están atacando en realidad hacen lo que los recortes fiscales no harían: al final reintegran una parte importante de sus costos iniciales puesto que promueven un mejor desarrollo económico.
Por ejemplo, la creación del programa de vales de alimentos no solo les facilitó un poco la vida a sus beneficiarios. Tuvo además importantes impactos positivos en la salud a largo plazo de los niños de familias pobres, que se convirtieron en adultos más productivos, con mayores probabilidades de pagar impuestos y menos susceptibles a necesitar más asistencia pública.
Lo mismo aplica para Medicaid, puesto que nuevos estudios sugieren que más de la mitad de cada dólar gastado en atención médica para niños al final se retribuye en forma de un mayor pago de impuestos de los adultos más sanos.
¿Qué me dicen de la idea de que los programas para combatir la pobreza crean una “trampa para la pobreza”, que reduce el incentivo para que la gente trabaje por una mejor vida? Esa es una idea muy popular en la derecha. No obstante, la realidad es que hay pocos estadounidenses que se benefician de los vales de alimentos o Medicaid que podrían y deberían trabajar, pero no lo hacen.
Es cierto que algunos cálculos indican que los programas que hacen estudios socioeconómicos —programas que solo están disponibles para aquellos cuyos ingresos son tan bajos que ameritan tener acceso a estos— pueden crear elementos disuasorios para trabajar y ganar dinero. Sin embargo, la evidencia sugiere que, si bien los programas de la red de seguridad social tienen algunos efectos secundarios en los incentivos, estos efectos son mucho menores de lo que muchos legisladores creen.
Además, podríamos reducir esos elementos disuasorios haciendo que los programas sean más, no menos, generosos, al proveer más ayuda a los que se acercan a la pobreza en lugar de menos ayuda a los pobres. Por alguna razón, los conservadores nunca parecen considerar esa idea.
¿Entonces, cuál es la razón de fondo de esta guerra contra los pobres? Muy claramente, el dolor que esta guerra causará no es un error sino una característica. Trump y sus amigos no están castigando a los pobres a regañadientes, creyendo que deben ser crueles para ser amables. Solo quieren ser crueles.
Glenn Thrush de The New York Times informó: “Trump, dijeron sus asesores, se refiere a casi todos los programas que proveen beneficios para los pobres como seguridad social, un término que considera despectivo”. Supongo que pueden ver de dónde viene eso. Después de todo, es un hombre que se ha forjado a sí mismo y que no puede atribuir su éxito, digamos, a la riqueza heredada. Ay, un momento…En serio, mucha gente tanto en su gobierno como en el Congreso simplemente no tiene ninguna empatía por los pobres. Parte de esa falta de empatía sin duda refleja una animadversión racial. No obstante, aunque la guerra contra los pobres dañará de manera desproporcionada a grupos minoritarios, también dañará a muchos blancos de bajos ingresos; de hecho, seguramente acabará dañando a muchas de las personas que votaron por Trump. ¿Creen que se darán cuenta?
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La guerra de Trump contra los pobres Por: Paul Krugman
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