La Guardia Nacional de México, moneda de cambio por vacunas con Estados Unidos
Por Froilán Meza Rivera
En la «diplomacia de las vacunas», la actuación de la Guardia Nacional de México como guardián del patio trasero de EEUU, es moneda de cambio, al haber aprobado Joseph Biden el envío de 2.7 millones de dosis de la vacuna Pfizer a su vecino del sur. Teóricamente, no es una dádiva, sino que se trata de un “préstamo”. Pero ¿cómo y por qué? El presidente Biden, quien había dicho inicialmente que «no» al ruego de Andrés Manuel López Obrador de que le diera vacunas, terminó anunciando que sí lo hará, y el gobierno mexicano respondió presuroso desplegando -de nuevo, igual que como lo hizo de manera servil con la pasada administración de Donald Trump- a fuerzas militares a la frontera sur para contener a los inmigrantes centroamericanos.
De la vocación inicial de este pretendido cuerpo civil de carácter policiaco que en la práctica no es más que otra división del Ejército Mexicano, de la persecución hacia los cárteles del narcotráfico, del combate contra las bandas que saquean los ductos de combustible en todo el país, y de su formal misión de proteger a los ciudadanos, ahora la Guardia Nacional se está dedicando a reprimir a los campesinos que defienden el agua de sus presas para riego en Chihuahua, así como a perseguir a familias de migrantes centroamericanos, a mujeres y niños, a corretearlos (la prensa ha publicado fotos vergonzosas que exhiben a los guardias en esta inhumana labor) y a aprehenderlos para regresarlos a su tierra.
Estados Unidos envió las citadas 2.7 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca a México y Canadá, en lo que ellos consideran que es “un paso notable” en la llamada “diplomacia de las vacunas”, justo cuando el gobierno de Joe Biden presionaba «discretamente» a México para que frenara el flujo de migrantes que llegan a la frontera.
El anuncio del envío de la vacuna se produjo en un momento crítico de las negociaciones con México. Como se recordará, en la reciente conversación por videollamada entre ambos mandatarios, el 2 de marzo pasado, el presidente Joseph Biden preguntó al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, si se podía hacer más para ayudar a resolver el problema migratorio (se entiende que se trataba, en lenguaje llano, de contener el flujo migratorio desde el sur), según funcionarios mexicanos y otra persona informada sobre la conversación. En esa misma ocasión, el mexicano extendió la mano para pedirle vacunas anti-Covid a su homólogo norteño, como un favor, al estilo del pedigüeño de menor poder, y no como un jefe de estado, no como el López Obrador que juró y perjuró ante sus conciudadanos en las infaustas conferencias “mañaneras”, que su gobierno ya había contratado con las empresas que producen y distribuyen las vacunas, una cantidad suficiente para cubrir las necesidades del plan de vacunación masiva. Se debe recordar que López Obrador anunció públicamente el 12 de febrero, desde Tlaxcala, donde asistió a un acto público, que la siguiente semana, es decir, del 15 al 21 de ese mismo mes de este año 2021, arrancaría el plan nacional de vacunación.
¿Qué respuesta obtuvo el presidente mexicano de su homólogo estadounidense? ¿Y México, qué hizo?
Al instante, el gobierno lópezobradorista se movilizó para ayudar a Estados Unidos a contener un aumento de la migración en su frontera sur, según altos funcionarios de ambos países involucrados en las conversaciones. De hecho, en diversos puntos de la frontera con Guatemala, el gobierno de
México incrementó a partir de ese domingo 21 de marzo, es decir, de manera inmediata, la cantidad de elementos del Instituto Nacional de Migración (INM).
La mismísima Kamala Harris, la vicepresidenta de los Estados Unidos, fue nombrada como la encargada de las negociaciones con México y los países del llamado “Triángulo del Norte” de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras). «No puedo pensar en nadie más calificado», afirmó Biden a los periodistas en una reunión en la Casa Blanca junto a Harris y a los jefes del Departamento de Seguridad Interior (DHS) y del Departamento de Salud.
Para los representantes de organizaciones defensoras de migrantes, como el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova y Amnistía Internacional, el discurso “humanitario” del presidente López Obrador no se refleja en los hechos. En vez de tratarlos como a personas desplazadas de sus lugares de origen, se les criminaliza a fin de deportarlos o, peor aún, se les deja a merced de la delincuencia organizada. Para esas y otras organizaciones civiles, los recientes asesinatos de migrantes demuestran que el muro militar no detendrá el flujo de personas y, en cambio, seguirá cobrando vidas.
En entrevista con la revista Proceso, Pedro Faro, del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba,), explica: «Hemos denunciando que no hay una clara política de respeto a los derechos humanos de los migrantes, como discursivamente se dice, desde la imposición de Donald Trump del famoso muro. Aunque el muro real ha sido Chiapas, donde hay más de 4 mil efectivos de la Guardia Nacional, además del Ejército y policía estatal, deteniendo a quien quiera pasar hacia México; y a quienes lo logran los colocan en lugares infrahumanos».
El origen de estos sufrimientos y de esta política inhumana del gobierno de la “cuarta transformación”, de servilismo hacia el poder imperialista, no es otro que el papel que los países imperialistas le han impuesto históricamente a nuestros países latinoamericanos, de sumirnos en el subdesarrollo para que, a la vez que los proveemos de materias primas y de mano de obra barata y disponible, estemos dispuestos (nuestros gobiernos) a acatar en lo esencial, las políticas más antipopulares. México, junto con Centroamérica, el Caribe y América del Sur, tienen economías dependientes, y sus clases trabajadoras están sumidas en la pobreza, y hasta en la pobreza más espantosa.
¿Cómo, entonces, acabar con estos males? Hay que cambiar el modelo económico, acabar con la dependencia de nuestros países del capital imperialista por la vía de buscar otros mercados y nuevas fuentes de financiamiento. Pero no por decreto, como pretendió abolir López Obrador el “neoliberalismo”. Debemos ponernos, de una vez por todas, en la vía del crecimiento económico, uno que privilegie el desarrollo social y la inversión en beneficio de la gente, pero esto solamente se logras después de que la gente tome el poder del país y eche del gobierno a la camarilla de “iluminados” que nos están llevando al desastre económico, de salud, productivo y social.