La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
· La masacre de El Paso: revés al discurso y las pretensiones de Donald Trump.
Para nadie es un secreto la línea xenofóbica adoptada por Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos, quien desde que fuera postulado a dicho cargo por el Partido Republicano manifestó en diversas ocasiones su aversión hacia los inmigrantes latinos, y particularmente los mexicanos. Ya encontrándose en funciones, el mandatario norteamericano ha continuado promoviendo su política segregacionista, centrando sus esfuerzos en la construcción de un muro fronterizo con México para la materialización de tal propósito. Tales posturas, así como la falta de prudencia y sensibilidad mostradas por Trump al divulgarlas, han generado contra este una marcada animadversión tanto dentro como fuera de su país, por lo que ha recibido varias manifestaciones de repudio público durante su giras por diversos países, así como serias críticas de importantes figuras norteamericanas del deporte, el espectáculo y la política. Todo esto permite afirmar que quizá Donald Trump sea el presidente más impopular, y con menor destreza en las materias diplomática y política, que ha habido en la historia de los Estados Unidos de Norteamérica.
El asesinato de 22 personas –la mayoría de origen o raíces mexicanas- perpetrado el sábado 3 de agosto en la tienda Wal-Mart, del Centro Comercial “Cielo Vista”, en la ciudad de El Paso, Texas, por un fanático joven de 21 años de edad, llamado Patrick Crusius, pone en evidencia la peligrosidad de posiciones extremistas como la enarbolada por Trump tanto desde que intentó llegar a la presidencia de su país como durante su mandato. En su desempeño como presidente Trump no solo ha carecido de la diplomacia que históricamente había caracterizado a las relaciones de Estados Unidos con el resto de las naciones del mundo, sino que ha sido radical y obstinado en su rechazo hacia los migrantes mexicanos y latinoamericanos, hasta llegar a convertir tal obsesión xenofóbica en uno de los aspectos fundamentales de su discurso político, así como de las acciones de su administración, y de su estrategia para lograr ser reelecto.
Versiones periodísticas refieren que antes del crimen Crusius habría publicado en redes sociales su admiración hacia Trump y el Ku klux Klan, así como un mensaje previo de la incursión que pretendía efectuar en la tienda Wal-Mart. Asimismo, a través de dichos medios el ahora asesino masivo divulgó su aversión y celo hacia los mexicanos que viven y trabajan en los Estados Unidos, a quienes consideró como una invasión cultural y una amenaza a las tradiciones europeas de la raza norteamericana. Los discursos de odio y las ideologías racistas generan violencia y muerte, como ha quedado evidenciado por la reprobable acción de Crusius. Al conocerse tales antecedentes del homicida de inmediato las miradas en Estados Unidos, México y el resto del mundo se dirigieron hacia el presidente Donald Trump, quien tratando de salvar su imagen, y en medio de un hermetismo que habla por sí mismo, se trasladó a El Paso cuatro días después del atroz multihomicidio, para reunirse -y fotografiarse- en los hospitales con algunas personas que resultaron heridas en el atentado, así como con sus familiares, y con personal médico y de seguridad que prestó auxilio el día de la agresión.
No obstante la visita presidencial del día 7 de agosto, el daño ya estaba hecho y era enorme el dolor causado por la profunda herida política y social que significó para la ciudad de El Paso la barbaridad de Crusius; por ello, la presencia de Trump en esa urbe fue recibida con protestas públicas y manifestaciones de repudio expresadas por políticos, organizaciones civiles y ciudadanos; y por esa razón la breve gira presidencial en la localidad fronteriza se manejó con gran hermetismo y aislamiento respecto a los medios de comunicación y la ciudadanía en general. El peso de la impopularidad y la censura social obligaron a Trump a planear y realizar su visita a El Paso de manera prácticamente furtiva, casi a escondidas, como en realidad sucedió. Muy a su pesar, el controversial presidente estadounidense tuvo que viajar a la frontera por necesidad política -para cubrir las apariencias y tomarse la foto-, ya que hoy están en juego su desgastada imagen y su interés por obtener la reelección. La masacre de El Paso constituye, sin duda, un duro
revés al discurso y a las pretensiones electorales de Donald Trump, y tendrá adversos efectos electorales tanto para éste como para el partido Republicano.