Oscar A. Viramontes Olivas
Hablar del suministro de agua para la ciudad de Chihuahua es un tema muy añejo y tiene que ver inclusive desde el mismo momento de su fundación, ya que el surgimiento del primer poblado llamado San Francisco de Cuellar el 12 de octubre de 1709, tuvo que ver con la disponibilidad del vital líquido; ahí, su fundador, don Antonio Deza y Ulloa, oriundo de Hujotzingo, Puebla y gobernador de la Nueva Vizcaya entre los años de 1708 a 1712, tenía que enfrentar una problemática recurrente en el poblado de Santa Eulalia, cabecera de los poderes municipales en 1707, como era la escases del vital líquido, por lo que pronto tomaría su caballo y cabalgaría hasta ella para buscar alguna solución.
Al estar en contacto con notables e influyentes vecinos de la zona que sumaban 16, escuchaba sus argumentos donde mencionaba como punto fundamental, la carencia de agua, tanto para las necesidades de la comunidad como las que tenían que ver con la minería. Para esto, Deza y Ulloa, saldría de Santa Eulalia en su caballo hacía el norte, con el fin de indagar, investigar y analizar posibles alternativas de solución, pues los mismos pobladores le habían manifestado que años anteriores a la fundación, se habían instalado algunas haciendas de beneficio para limpiar el metal de las minas que surgían de las entrañas de dicho poblado. Fue así que caminando muy reflexivo, el gobernador de la Vizcaya, llegaría a la zona señalada; ahí, donde se mencionaba que fluían aguas cristalinas de un río denominado Chuviscar, cuyo nombre surgía a partir de un pueblo ubicado en el inicio de su recorrido, al igual que el Sacramento.
Ambos eran una fuente importante de agua y sin duda, la manera más viable para resolver el problema del agua. Se regresó al siguiente día para dar cuenta de lo observado ante los notables vecinos que estaban en la disyuntiva de opinar y resolver el asunto. En la discusión, para ver hacia donde ubicar o dejar los poderes de la alcaldía, en su lugar de origen o, trasladarlo al valle donde cruzaban los dos ríos. La discusión parecía una cena de negros con los dimes y diretes, hasta que se llegó a un empate técnico entre los 16 notables reunidos en Santa Eulalia de Mérida.
La verdad la cosa estaba que ardía en ese momento y para relajar las tensiones, Deza y Ulloa daba su voto para llegar a desempatar la votación. Al emitir el propio e inclinarse hacia la zona antes visitada, un valle inmenso con gran cantidad de recursos naturales y posiblemente con un futuro promisorio para el desarrollo comunitario y productivo, fue que levantaba su mano con autoridad para señalar el sitio de la fundación del nuevo poblado. Así, el 12 de octubre de 1709, quedaría registrado como el día definitivo para comenzar una nueva historia y por supuesto, con la esencia de su razón de ser, el agua. Sí, este recurso sería fundamental para darle un giro de 360 grados a la historia de este inmenso territorio y que era además fundamental para la salud pública.
En un documento encontrado dentro de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas en el año de 1930, cuando iniciaba un relato exaltando al agua generosa de los padrinos Chuviscar y Sacramento de principio de la fundación de Chihuahua. La inagotable riqueza minera en la zona, sería sin duda en ese momento, el motor de desarrollo. El abastecimiento de agua desde San Francisco de Cuellar en 1709 hasta San Felipe El Real de Chihuahua en 1718 y Chihuahua en 1823, estructuraría la nueva visión para el desarrollo histórico del poblado que, en 313 años, se convertiría en una urbe con enormes necesidades de agua. El abastecimiento para cubrir los servicios públicos que, sin duda, había sido lo más importante y trascendental de toda la ciudad, pues tenía graves deficiencias que por años se había tratado de remediar este grave mal que nos aqueja cada año.
Para darle respuesta a lo largo de los siglos, la crónica de 1935 señalaba que las obras de infraestructura que se habían tenido que hacer en cada administración, serían el pregón que daría punto final al flagelo de la falta de agua y terminaría con el clamor de una población sedienta de este recurso. Se habían reconocido graves errores al no satisfacer debidamente la exigencia pública del vital líquido y para esto, era necesario decirle a la ciudadanía de los esfuerzos y lugares que estaban disponibles para abastecer de agua a la urbe que crecía. Comenzaríamos diciendo que aquellas obras emprendidas con una base definida con el problema ya básicamente resuelto, pues se trataba de llevar a la práctica la solución que le darían en 1940 una comisión de ingenieros de la ciudad de Chihuahua que, después de haber estudiado y discutido definidamente todos los proyectos viables hasta entonces presentados por distintas autoridades en la materia y, la solución que daría el fruto de los serios estudios y largas discusiones sobre el tema.
“Un individuo que se ha resuelto por un traje de casimir gris y se lo ha mandado confeccionar, no puede ir a decirle al sastre, cuándo lo tendrá casi terminado, que mejor se lo haga de levita y con casimir negro”. Hecha esta introducción, se trataría de explicar la situación en que se encontraba la población de Chihuahua y la forma cómo se resolvería el problema del agua. Principiaremos por ver algunas de las históricas fuentes disponibles con las que contaba la ciudad de Chihuahua. Podemos desde luego dividirlas en dos categorías, las impuras o insalubres y las de buena calidad y, por lo tanto, potables. La primera son aguas recogidas del vaso de la presa Chuviscar que con el aumento de la capacidad en tiempos de lluvia, se tuvo que instalar un nuevo vertedor de demasías que alcanzaba a almacenar aproximadamente 2,840, 000 de metros cúbicos.
Como fuentes de agua potable de excelente calidad, se contaba con las siguientes: cerca del nacimiento del rió Chuviscar en la Sierra Azul, se encontraban los ojos del Chuviscar y los manantiales de los ranchos del Rincón y del Álamo. De allí, para abajo, tenemos todo lo largo del río con un sin número de trasmisiones chicas que, en su conjunto vienen a ser las que prácticamente nos han dado el caudal de que dispone la presa Chuviscar y su derivación hacia el acueducto que, llegaba hasta los filtros que fueron construidos en 1900 por el entonces gobernador coronel Miguel Ahumada y localizados actualmente a espalda del cuartel de la Quina Zona Militar.
Una vez que se había establecido el régimen de lluvias en la zona de la cuenca del río Chuviscar y sacramento, se contaba en la primera, con más de 100 litros por segundo, llegando hasta 180 y 200. Más no es este el causal que se debería de tener en cuenta para el caso, sino el mínimo que se tenga de datos y éste era de 40 litros por segundo; esto, evitando que, hacia la parte de arriba, se hiciera del uso del agua para riegos. Se contaba además con la Noria del Mortero que, aunque en aquel tiempo estaba en malas condiciones y al acondicionarla debidamente con los requisitos que exige la higiene publica, era capaz de proporcionar en la época de sequía 10 litros por segundo de un agua de muy buena calidad. Otra sería “La Noria” que se había perforado en la Labor de Terrazas al suroeste de la ciudad de Chihuahua en la confluencia del arroyo de las Escobas con el río Chuvíscar, proporcionando durante su construcción en la época de sequía, un rendimiento de 17 litros por segundo que con la red de drenes trasversales al río que daba en un principio de su construcción 25 o más litros, pero se suponía por precaución que solo diera no más de 20.
Se contaba pues en la época más crítica con más de 40, más 10, más 20, que sumaban 70 litros por segundo de agua potable. Cabe recordar que toda el agua de manantial del río era de excelente calidad; más para conservar esta pureza había que evitar la contaminación durante su trayecto al río, lo que se conseguirá cercando la Zona Federal del río, como Zona de Protección Higiénica. Una constante vigilancia haría que se respetara la zona y que no se derivara el agua para uso de riego; un zanjeo en el río, reducirá las pérdidas por evaporación y durarte su trayecto, el agua se airearía, algo que necesitan casi todas las aguas de manantial.
El contenido de esta crónica es con fines de investigación, sin ánimo de lucro, por lo que no viola derechos de propiedad intelectual ni derechos conexos. “La Ciudad de Chihuahua y el Agua de sus Entrañas”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas de mis Recuerdos. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XII adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y Bodega de Libros. Si usted está interesado en los libros, mande un whatsaap al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.
Fuentes
Hemeroteca de la Mediateca Chihuahua.
violioscar@gmail.com