¿La cara “bonita” de Antorcha?
Por Froilán Meza Rivera
Taciturnos, sin fe, no brilla el llanto
de aquellos hombres en los ojos secos.
Crujen sus dientes, fúnebres canciones
ante el telar sentados van diciendo:
Vieja Alemania, tu sudario helado
ya tejen en la sombra nuestros dedos
y en el tejido vil, los labios mezclan
la maldición y cólera los ecos.
¡Tejemos! ¡Tejemos!
La belleza es innegable, aplastante, porque las actuaciones tuvieron la virtud de arrancar lágrimas, sacudidas del corazón, sonrisas e indignación, junto con toda la simpatía que una obra de arte bien ejecutada puede concitar del espectador. La puesta en escena de “Los Tejedores” (renombrada aquí como “Los Tejedores de Silesia”), canto de justicia de los trabajadores del mundo, una obra del autor Gerhart Hauptmann, ardiente defensor de la clase trabajadora del siglo XIX, se presentó con un gran éxito de taquilla y con una muy buena acogida de la crítica especializada, dentro del XVI Encuentro Nacional de Teatro que se realizó durante los días 20, 21 y 22 del mes de noviembre del año pasado. Para este 2018, el monumental Teatro de la Paz, en San Luis Potosí, ya fue apartado para la edición XVII de éste, que es el festival teatral más importante del país. Pero ¿quién organiza este banquete anual con lo mejor del teatro amateur y semiprofesional de México? ¿Quién invita, quién coordina y se encarga de todos los detalles para que sea un éxito cada vez, como en efecto lo es?
El Movimiento Antorchista Nacional es autor de este clásico de la producción de esta importante rama de las bellas artes. Igualmente, esta organización política se encarga, también de manera anual, de organizar y de llevar a buen término un Concurso Nacional de Folclor Internacional, que este año celebra su tercera edición. Apenas en el mes de septiembre que acaba de terminar, el antorchismo tuvo su VII Concurso Nacional de Voces, en el auditorio “Gota de Plata”, en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, y en agosto su Primer Concurso Nacional de Coros. Junto con los Encuentros teatrales, debo señalar, se organiza de forma paralela un concurso nacional de Pintura, otra de las bellas artes. ¿Y qué decir de las Espartaqueadas, que un año son culturales y al siguiente deportivas? Como todo el mundo ya lo sabe, estas Espartaqueadas son concursos nacionales en los que intervienen y participan miles de concursantes de todos los rincones del país en música, oratoria, poesía, danza folclórica mexicana y bailes tradicionales, en el caso de la modalidad cultural. Cuando tocan deportes, se compite en basquetbol, beisbol, ciclismo, futbol, voleibol, atletismo y natación, pero de algunas de estas disciplinas, como el beisbol y el voleibol, y por la gran cantidad de participantes, se realizan competencias especiales de manera anual en fechas distintas y en sedes diferentes. Un mar de competidores llena cada año el pequeño pueblo de Tecomatlán, cuya capacidad para albergar a tantos miles de visitantes se ve rebasada, lo que obliga a buscar alojamiento en centros escolares y en casas particulares. El nivel de competición es
alto, y va en aumento cada año. Se sabe que grandes deportistas consagrados y muchas escuelas y universidades del país se disputan una cédula de inscripción para figurar entre los participantes de estas prestigiadas competencias.
“El lado bonito”, “la cara bonita” de Antorcha, suelen calificar a estas actividades los detractores de la organización, como si el Movimiento Antorchista tuviera que esconder un “lado turbio” o una “cara fea” anteponiendo una máscara “bella”.
Y cabe la pregunta, pregunta necesaria para quien no es antorchista y además no está enterado de cómo trabaja, de cómo funciona esta organización: ¿Existe -preguntamos- en efecto, un lado “bonito” y un lado “feo” de esta asociación nacional, que está convertida para estas fechas en la organización de masas más grande e importante de México? Y más: ¿Se contraponen, se contradicen, los aspectos deportivo-culturales de Antorcha con las demás actividades que realiza a diario? ¿Hay una correspondencia armónica entre ellas, o se trata de una versión social y política del famoso personaje de la novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, escrita por Robert Louis Stevenson? Se conoce al libro, junto con varias versiones teatrales y algunas cinematográficas, porque es una representación de un trastorno psiquiátrico que hace que una misma persona tenga dos o más identidades o personalidades con características opuestas. Y así, cuando el bonachón del doctor Jekyll bebe una poción que él mismo preparó para aumentar su vigor y sus capacidades, se convierte en Edward Hyde, un criminal capaz de cualquier atrocidad.
¿Es este el caso?
Por cierto que no. Lo que hace Antorcha se puede ejemplificar con el día a día de un activista común y corriente, si es que hubiera activistas comunes y corrientes, porque –aunque el lector no está para saberlo, ni yo para contarlo- nuestros activistas no son como los militantes o los activistas de los partidos que el pueblo conoce muy bien. Se trata de jóvenes –y viejos- que con su diario actuar son el afirmativo de lo que el poeta planteaba en negativo: Sangre que no se desborda,/ juventud que no se atreve,/ ni es sangre, ni es juventud,/ ni relucen, ni florecen./ Cuerpos que nacen vencidos,/ vencidos y grises mueren:/ vienen con la edad de un siglo,/ y son viejos cuando vienen. (Miguel Hernández: “Llamo a la juventud”). El activista ya renunció a sus aspiraciones más egoístas, no a sus altas aspiraciones de redimirse él en primer lugar y redimir a sus iguales que lo rodean y, en última instancia, él y sus iguales transformar este planeta dolido, destrozado y en peligro de extinguirse por efecto de la desigualdad, la explotación sanguinaria y la producción capitalista más anárquica y destructora de todas las fuerzas productivas. Su labor y la labor que él inspira en campesinos y colonos, en estudiantes y en obreros, se traduce en que éstos aprenden paulatinamente a reflexionar y a estudiar sus propias condiciones para en seguida pedir y exigir al poder público sus derechos más elementales en el marco de la ley constitucional vigente; es éste el pan cotidiano de los grupos antorchistas. El respeto, la forma comedida de pedir y de exigir no se contrapone con la firmeza de su acción, con la terquedad de granito con que defienden estas gentes lo suyo. Hay aquí belleza también, y de la belleza humana más alta. Es el hombre, con una H mayúscula que incluye a los dos sexos y que no tiene ninguna necesidad hipócrita de pregonar en estridencias públicas una igualdad que entre ellos ya es efectiva y real, es el hombre en sus más elevadas manifestaciones, es el ser humano en movimiento, cual lo concibieron los más grandes pensadores de la humanidad, con todos sus defectos arrastrándolos como fardos, pero consciente de que en adelante, su ideal será liberador.
Las actividades de los antorchistas no se dividen en las cotidianas o “feas” que serían las políticas y sociales, y las “bonitas” que serían el arte y el deporte. No. De ninguna manera, porque todas ellas, el trabajo de organización de gestoría, las labores políticas y de relación
con los poderes de la nación, son una sola, se hacen a la par, en lo cotidiano, con el estudio, con la lectura, con la oratoria, con la danza, el baile, la declamación, el deporte, la educación y el quehacer científico. No hay una sola cara “bonita” de Antorcha. Antorcha es bonita, es bella sin comillas, por lo que es y por lo que hace, por todo lo que forma día con día. Nada más, pero tampoco nada menos.
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