JIRONES DE NUESTRA HISTORIA:
LA BATALLA DEL PUENTE DE CALDERÓN, TRÁGICA Y ESTREPITOSA DERROTA DE HIDALGO, QUE RETRASÓ DIEZ AÑOS LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO Y RESQUEBRAJÓ EL MOVIMIENTO INSURGENTE.
Por: José Luis Jaramillo Vela
Antecedentes, se descubre la Conspiración de Querétaro
Durante la primera semana del mes de septiembre de 1810, desembarca en Veracruz el nuevo Virrey Francisco Xavier Venegas de Saavedra y Rodríguez de Arenzana, Marqués de la Reunión; de inmediato se le informa sobre los rumores de una conspiración en la región de Querétaro, en contra del Gobierno del Virreinato y de la Corona Española; Venegas ordena al Intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño investigar sobre el rumor.
El día 11 de septiembre se 1810, el Intendente Riaño confirma las sospechas y ordena una redada en Querétaro, arrestando al comerciante Epigmenio González, al Corregidor de Querétaro Miguel Domínguez Alemán y su esposa Josefa Ortíz Téllez-Girón; también informa que entre los conspiradores se encuentran los oficiales y capitanes del Ejército Realista Ignacio Elizondo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez, quienes lograron escapar de la redada. Además, informa al Virrey sobre las sospechas de muchos otros más, incluyendo al alcalde de Querétaro.
Entre los muchos sospechosos, se encontraban los curas Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, el Obispo de Michoacán Manuel Abad y Queipo y Fray Servando Teresa de Mier, de quien se sospechaba que era quien estaba detrás de toda la conspiración; Abad y Queipo fué quien había propuesto que fuera el cura Hidalgo quien encabezara el movimiento insurgente, siendo éste aceptado por todos los conspiradores con excepción de los cuatro militares, quienes preferían que fuera un militar quien encabezara el movimiento, aunque terminaron por aceptar a Hidalgo. Por su parte, el Jefe del Ejército Realista e Intendente de San Luis Potosí, el temible General Félix María Calleja del Rey ordena sean aprehendidos estos cinco oficiales, bajo los cargos de traición a la Corona Española, al Virreinato y
conspiración para derrocar al Virrey. Sin embargo, Calleja tenía información de la amistad entre Hidalgo y el Intendente Riaño, por lo que la cabeza y la lealtad de éste último también estaban en juego, nada escapaba a Calleja.
Al ser descubiertos, Hidalgo se acelera y precipita el rumbo de las cosas
En las reuniones conspirativas, se había acordado de que la fecha para el inicio del movimiento insurgente sería el 1 de diciembre de 1810 en San Juan de los Lagos, pero al ser descubierto el movimiento el 11 de septiembre, los militares Allende, Elizondo, Abasolo, Jiménez y Aldama, cuyos arrestos y fusilamientos eran inminentes se reúnen con Hidalgo los días 13, 14 y 15 de septiembre en su casa parroquial en el pueblo de Dolores, para plantearle que una vez descubierto el movimiento, lo más recomendable era huir a Estados Unidos para desde ahí replantear y reorganizar el movimiento insurgente.
La noche del 15 de septiembre, Hidalgo de manera displicente y tomando una taza de chocolate con pan, desatiende y desdeña por completo las sugerencias de los militares y responde que ya no hay tiempo para eso, diciendo: “Caballeros, no nos queda más remedio que ir a por los gachupines”, procediendo a reunir a su gente, a liberar a cincuenta presos de la cárcel y a las cinco de la mañana, ordenar al campanero tocar las campanas de la iglesia para llamar a la población a levantarse en armas contra los españoles y liberar al país, declarando la guerra al Virreinato y dando formal inicio al Movimiento Insurgente y a la Guerra de Independencia.
Primeros escarceos de la insurgencia.
Desde luego que a los militares insurgentes no les cayó nada bien el desplante de Hidalgo al desairar y descartar sus sugerencias, pero como buenos militares, se alinearon al movimiento; el 16 de septiembre de 1810, Hidalgo sale de Dolores con rumbo a Celaya con 600 hombres; en Celaya toma una imágen de la Virgen María y lo acopla en una lanza a manera de estandarte de guerra y prosigue rumbo a San Miguel el Grande, a donde ya llega con 1200 hombres y ordena la captura y encarcelamiento de todos los españoles del pueblo; ahí surgen las primeras rencillas entre los militares e Hidalgo, debido a los saqueos, que Hidalgo permitía y alentaba y eso para los militares no era digno de un soldado. Eran los primeros avisos de un problema mayor. Ahí, Ignacio Allende amenazó a Hidalgo con tomar otro rumbo si seguía ignorando a los militares.
El 19 de septiembre llegan a Chamécuaro, donde también arrestan a todos los españoles y saquean el pueblo, de ahí, producto de esos saqueos Hidalgo se llevó 80,000 pesos; los militares no se sienten cómodos, no fueron entrenados para el saqueo ni el crimen, pero dialogan entre ellos y aguantan la situación.
Hidalgo comienza a perder piso
Los días 20 y 21 de septiembre regresan a Celaya en donde ya Hidalgo contaba con un ejército de 4100 insurgentes, ahí el cura Hidalgo se autonombra “Capitán General de las Américas y Protector de la Nación”, título que haría palidecer al mismísimo Santa Anna y a Hitler juntos; en ese momento el Capitán Ignacio Elizondo Villarreal, decide abandonar la insurgencia, ante la falta de confianza de Hidalgo en ellos como militares y al notar ya las ínfulas que comenzaban a afectar al cura. Elizondo se vuelve a unir al Ejército Realista, Calleja lo acepta de regreso, pero con reservas, está a prueba…
Para retener a Allende, Jiménez, Abasolo y Aldama, el cura Hidalgo los nombra Mariscales de Campo del Ejército Insurgentes, nada que a ellos les entusiasmara, pero seguían en la insurgencia. Así, Hidalgo y los insurgentes avanzaban de pueblo en pueblo, sumando adeptos a su ejército; llegan a Salamanca y de ahí se pasan a Irapuato donde el día 25 de septiembre son recibidos con enorme júbilo popular; el día 27 llegan a León con 9000 hombres; se aprestan a atacar Guanajuato. Sin embargo, los militares Allende, Jiménez, Abasolo y Aldama notaban a un cura Hidalgo extraño, extasiado por el número de adeptos que se estaban uniendo al ejército insurgente.
La Toma de Guanajuato y la masacre de la Alhóndiga de Granaditas, primer gran error de Hidalgo
El Virrey Venegas, quien en un principio había desestimado el movimiento de Hidalgo, al ver la cantidad de gente que se le estaba uniendo entonces comenzó a reaccionar; por su parte, el General Calleja, que era un zorro y un gran militar, nunca desestimó al movimiento, pero estaba más enfocado en aprehender a sus oficiales traidores; mientras, Hidalgo avanzaba.
El 27 de septiembre, Hidalgo le envía dos cartas a su antiguo amigo el Intendente Juan Antonio Riaño, en una le exige que se rindan y entreguen la ciudad, porque van a asaltar y a arrasar Guanajuato ya que tiene cincuenta mil hombres para ello (le mintió, pues contaba con quince mil); en la otra le dice que, en honor a su antigua amistad, junto con la rendición le ofrece garantías de salvoconducto para él y su familia. La respuesta de Riaño fue negativa, diciéndole que “…vamos a resistir, jamás te entregaré Guanajuato ni te reconoceré como autoridad”.
El Capitán Mariano Jiménez hace labor de inteligencia y le informa a Hidalgo que, en Guanajuato, el Intendente Riaño está acopiando gran cantidad de víveres en el edificio de la Alhóndiga de Granaditas, donde va a refugiar a todos los españoles y criollos notables y prominentes de la ciudad; también le informa que Riaño cuenta únicamente con 400 soldados y unos 200 civiles armados. Hasta este momento, comenzó Hidalgo a darse cuenta de lo valiosos que son los militares en condiciones de guerra.
El 28 de septiembre de 1810, Hidalgo y el ejército insurgente atacan la Ciudad de Guanajuato, cayendo ésta en su poder, pero no hayan como asaltar la Alhóndiga de Granaditas, ya que no pueden acercarse pues desde lo alto de la fortaleza les están disparando, entonces surge la figura del minero