Por: José Luis Jaramillo Vela
Una pequeña aclaración…
Hace unos días, el 17 de julio se conmemoró el 94 aniversario del asesinato del General Álvaro Obregón Salido, que acababa de ser electo Presidente de México para un segundo período; de ninguna manera se trata, ni es la intención, de satanizar ni de criticar a quienes participaron, simplemente exponer los hechos históricos, el cómo y porqué sucedieron, dado el contexto político y social de la época.
Antecedentes y contexto político, social… y religioso
En 1925 el Presidente Plutarco Elías Calles, un férreo enemigo de la Iglesia Católica, pues entre otras cosas, él en su esquema mental, consideraba tres factores: Primero, que eran millones de pesos los que se iban de México al Vaticano, por la vía de los diezmos y limosnas que los católicos mexicanos aportaban a la Iglesia; Segundo: él consideraba que España seguía gobernando al país a través de los Obispos, Arzobispos y Cardenales que eran enviados a México a regir las diversas Arquidiócesis del país, con el propósito de controlar a millones de feligreses; Tercero: consideraba Calles que El Vaticano al ser quien ordenaba el envío de tales jerarcas religiosos, era la mano que mecía la cuna para controlar a México; ésa era la percepción muy personal de Calles y el grupo gobernante y por supuesto todo eso era inaceptable para su gobierno. El objetivo de Plutarco Elías Calles era destruir a la Iglesia Católica en México, y para ello envió al Congreso la “Ley de Tolerancia de Cultos”, o también llamada “Ley Calles”, que promovía la libertad de cultos de otras iglesias y limitaba y acotaba a la católica; por ejemplo: Debía haber no más de un sacerdote por cada seis mil habitantes; cada sacerdote debería contar con una licencia expedida por el Congreso; debería de contar con el aval del municipio donde iba a ejercer
su ministerio; reformas al código penal, para encarcelar a los clérigos que no acataran la mencionada Ley.
La Iglesia se defiende
La Iglesia Católica en México, que fue tan golpeada y maltratada por los gobiernos liberales de Valentín Gómez Farías y Benito Juárez, y por las Leyes de Reforma, no se diga por los gobiernos de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, sólo había tenido una época de concordia durante el gobierno de Porfirio Díaz, se defendió de la “Ley Calles”, fundando la “Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas”, la “Asociación Católica de la Juventud Mexicana”, así como la “Unión del Espíritu Santo”, esta última conocida como “La U”, de carácter secreto y clandestino; estas agrupaciones fueron creadas por la Iglesia, para defenderse de la Ley Calles.
Plutarco Elías Calles furioso contraataca
La Iglesia Católica hacía lo posible por defenderse de los ataques del Presidente, pero Calles estaba resuelto a terminar con la Iglesia Católica Apostólica y Romana y para ello contraataca valiéndose del muy criticado y cuestionado sacerdote José Joaquín Pérez Budar, multisancionado por la Iglesia Católica por considerarlo como “cismático” (es decir, proclive a la división y a la herejía), para fundar la “Iglesia Católica y Apostólica Mexicana”, totalmente independiente y separada de Roma, desconociendo al Papa y supeditada a su máxima figura: el Presidente de México Plutarco Elías Calles. Como consecuencia, el pueblo católico se levantó y se originó la “Guerra Cristera” en México.
Calles y Obregón, traicioneros como ellos solos, pero nunca pensaron en traicionarse… ¿o sí?
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, ambos compañeros de formación militar, ambos militares del más alto rango, ambos amigos inseparables, ambos compañeros de mil batallas y de mil traiciones, ambos compañeros y cómplices de múltiples asesinatos políticos, ambos sonorenses, ambos Presidentes de la República, siempre uno de la mano del otro, pero cuando llegan al poder y saborean sus mieles, se dan cuenta cada uno por su lado, de todo lo que el poder provee a quienes lo detentan, mucho más en una época de constantes vaivenes políticos y sociales.
Álvaro Obregón llega a la Presidencia de la República para el período 1920-1924, impulsado por Plutarco Elías Calles y por el Partido Laborista Mexicano, fundado por el líder obrero Luis Napoleón Morones Negrete, popularmente conocido como Luis N. Morones, de singular y cuestionable trayectoria política, quien también en 1918 había creado la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). En esa
época, el período presidencial era de cuatro años únicamente; al terminar el período constitucional de Obregón, éste se encarga de que su amigo Plutarco Elías Calles lo suceda en la Presidencia de la República para el período 1924-1928; al asumir Calles la Presidencia, creyó, al igual que todos, que Obregón se retiraría a la vida privada y comienza a trabajar en la figura de Luis N. Morones como su “gallo” para sucederlo; pero Obregón no se retiró a la vida privada, se quedó con ganas de seguir siendo presidente, cuatro años le parecieron pocos y quería más; tenía un gran carisma y le sabía llegar al pueblo y a los empresarios y algo muy importante, muchos diputados y senadores eran “obregonistas”.
Pero… llegan reformas constitucionales
Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, aunque de manera callada y subrepticia, Obregón no dejó de moverse políticamente y eso le generaba cierta inquietud a Calles; el 18 de octubre de 1926 apareció el peine, el diputado obregonista Gonzalo N. Santos presenta en la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma a los artículos 82 y 85 de la Constitución de 1917, que permitiría, por una parte, legalizar la reelección del Presidente, siempre y cuando hubiere pasado cuando menos un período posterior a su cargo y por otra parte, la extensión del período constitucional de cuatro a seis años; estas reformas constitucionales promovidas por el bloque obregonista, fueron aprobadas en dos días.
Esto representó un verdadero bombazo y un albazo político en todos los aspectos, empezando porque este tipo de iniciativas de reforma, por lo general eran presentadas por el Ejecutivo, causando la molestia del Presidente Calles, y el berrinche de Luis N. Morones, quien se veía como el candidato del presidente; en la cúpula de generales del Ejército Mexicano, quienes pensaban apoyar al General Francisco Serrano; en los grupos de la opinión pública, que vieron que esta reforma estaba hecha a la medida para una segunda elección de Obregón; pero donde el bombazo pegó más duro fué en la Iglesia, que veía en la figura de Luis N. Morones a un amigo y a un aliado, alguien que podía quitarles las cadenas y los candados que les había puesto Calles, ya que Morones sostenía reuniones con algunos jerarcas de la Iglesia y por el contrario, veían en Obregón a otro Calles.
Obregón gana la Presidencia por segunda ocasión
Una vez ganadas las elecciones, Obregón se dedica a infinidad de reuniones de trabajo con diversos sectores, para tratar de unir grupos en torno a su figura, antes de asumir la Presidencia de la República por segunda ocasión; pero también comienza a recibir amenazas y se convierte en blanco fácil para sus enemigos; a pesar de la insistencia de su secretario privado y amigo personal Homobono Márquez, Obregón se rehusó a fortalecer su seguridad personal. Sin embargo, había sectores no muy conformes con Obregón, empezando por el líder sindical y líder de la C.R.O.M., Luis N. Morones, quien ya se veía en la silla presidencial al ser el “gallo” de Calles; también un sector de la cúpula militar que impulsaba al General Francisco Serrano, quien al ser “destapado” como aspirante presidencial, fue arteramente
acribillado y todas las sospechas recayeron en Obregón; el mismo Presidente Calles, quien estaba molesto con Obregón por ese albazo legislativo y desde luego la Iglesia, que sabía muy bien que Obregón odiaba a la religión, quizá hasta más que Calles.
La primera advertencia, luego… los atentados
El primer aviso claro y directo de lo que estaba por venir, se lo envió Luis N. Morones, quien, en un mitin obrero en Orizaba, Veracruz, públicamente advirtió que: “Obregón no llegará vivo a la Presidencia”, desde luego esta amenaza traía un peso político y personal enorme, ya que Morones era el más poderoso líder sindical del país y también era Secretario de Estado en el gobierno de Calles y además, era su “gallo”. Con todo este ambiente político tan espeso y cargado, más la Guerra Cristera en todo su apogeo,, Obregón decide ir a pasar unos días de descanso a Los Ángeles; en su viaje de regreso, en tren de Los Ángeles a Tucson, en su camarote irrumpe un hombre haciendo varios disparos a la litera donde se suponía dormía Obregón, pero éste se encontraba en la litera superior, el hombre fué detenido, de nombre James McDowell, quien confesó ser miembro y haber sido enviado por la organización de los “Caballeros de Colón”, perteneciente a la Iglesia Católica.
En un segundo intento, un grupo encabezado por Luis Segura Vilchis y Juan Tirado, ambos pertenecientes al Centro de Estudiantes Católicos Mexicanos, a la Asociación Católica Juvenil de México y a la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, colocan cargas de dinamita en el puente del ferrocarril antes de llegar a Tlalnepantla, proveniente de México; por ahí iba a pasar el tren donde viajaría Obregón; por obra del destino, las autoridades ferroviarias deciden cerrar el puente para una revisión programada de rutina, al estar haciendo las labores, los empleados descubren las cargas de dinamita en el puente; de haberse concretado este atentado, se habrían perdido cientos de vidas inocentes.
Semanas después, en abril de 1928, Obregón desafía a Luis N. Morones, en un acto de campaña en Orizaba, Veracruz, justo donde Morones le había lanzado la amenaza, en pleno mitin político, se escuchan descargas de fusilería provenientes precisamente del local de la C.R.O.M. en Orizaba; nuevamente, Obregón resulta ileso.
Otro intento más, en un baile de gala para una beneficencia, a donde iba a asistir Obregón, se planeó otra vez por Luis Segura Vilchis, enviar a una de las chicas aspirantes a monja con una jeringa con cianuro, para que al acercarse a Obregón, pincharlo e inyectarle el mortal veneno, pero la joven ni siquiera pudo entrar al evento, no se le permitió la entrada.
En otro intento más por acabar con Obregón, vuelve el multifallido fanático religioso Luis Segura Vilchis, junto con Juan Tirado y Nahúm Lamberto Ruiz, esta vez en el bosque de Chapultepec, desde un
automóvil en movimiento, le lanzan una bomba al auto donde viajaba Obregón; la bomba detona y estalla, pero después de que había pasado el coche de Obregón, los tres responsables emprenden la huída, pero son detenidos y encarcelados; la policía indaga que el vehículo de los agresores había sido comprado cinco días antes al sacerdote Miguel Agustín Pro y a sus hermanos Humberto y Roberto Pro, por lo que también son arrestados y vinculados con el atentado; después de cinco días de prisión, se anuncia que serán enviados a juicio, pero antes del juicio, al General Roberto Cruz, Jefe de la Policía de la Ciudad de México le llega la orden directa del Presidente Calles de fusilar a los responsables del atentado, con excepción de Roberto Pro, a quien por ser menor de edad, se le respetó su vida, pero fue enviado a Cuba para su exilio permanente
A la sexta va la vencida
Aquí entran ya en escena, la religiosa Concepción Acevedo de la Llata, más conocida como “La madre Conchita”, a quien se le atribuye ser la autora intelectual del asesinato y José de León Toral, quien sería el autor material del homicidio de Obregón. José de León Toral, un joven de veintiocho años perteneciente a la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, al Centro de Estudiantes Católicos de México y jefe de una sección de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, ahí conoció a católicos moderados y pacifistas como el Padre Miguel Agustín Pro y a otros católicos muy violentos como Luis Segura Vilchis; con todos ellos convivió de León Toral en las organizaciones católicas.
De José de León Toral se ha dicho que era de una mente débil, muy fácilmente influenciable y un tipo a quien se podía manipular con facilidad; se ha documentado la influencia de la Madre Conchita, quien desde el sepelio del Padre Agustín Pro comenzó a manipularlo con comentarios como “mira como dejaron a tu gran amigo el Padre Pro” o “no puedes dejar que esto se quede así, impune”, con esto la Madre Conchita empieza a doblar su carácter para utilizarlo como el ejecutor del homicidio; también en este proceso intervino el sacerdote Miguel Jiménez, quien inclusive bendijo el arma con la que León Toral cometió el crimen.
Durante el proceso de manipulación de José de León Toral, éste les decía al Padre Jiménez y a la Madre Conchita que como podría hacerlo, si el propio Jesús en el quinto mandamiento ordenaba el “no matarás”, a lo que le respondían que “cuando es para salvar a un país y a la Iglesia Católica, Dios lo aceptaba y le abría las puertas de los cielos a esa persona”, incluso hubo personas que declararon haber visto tras bambalinas en el convento, a Luis N. Morones conversando con la Madre Conchita, con el Padre Jiménez y con el Arzobispo José Mora y del Río por lo que se especuló mucho sobre la participación de Morones. De esta manera, el homicidio quedó planeado para ejecutarse el martes 17 de julio de 1928 en el “Restaurante La Bombilla”, en donde tendría una comida con políticos y simpatizantes del Estado de Guanajuato.
Martes 17 de julio de 1928… día del homicidio
Ese fatídico día, Obregón, según su agenda, despachó varios asuntos y reuniones privadas por la mañana, luego tenía una comida en La Bombilla con políticos guanajuatenses y por la tarde en punto de las cinco, lo esperaba en Palacio Nacional el Presidente Plutarco Elías Calles. Mientras tanto, José León Toral, aunque conocía la agenda del Presidente electo, estuvo merodeando la casa de Obregón durante toda la mañana esperando una oportunidad; hacia la una y media de la tarde, Obregón, su comitiva y su escolta personal salen de su casa con rumbo al Restaurante La Bombilla para su encuentro con guanajuatenses, León Toral decide que será en La Bombilla, porque después de ahí en Palacio Nacional sería imposible cometer el crimen.
Al arribar a La Bombilla, quince minutos antes de las dos, ya lo esperaban ansiosos sus anfitriones y seguidores, quienes lo reciben entre vítores, porras y aplausos y con la infaltable Diana; al fondo del jardín la Orquesta del Maestro Alfonso Esparza Oteo, contratada para amenizar el evento ya preparaba y afinaba sus instrumentos para comenzar; las mesas dispuestas en forma de “U”, para acomodar a la gran cantidad de comensales; en la mesa de honor Obregón fue colocado al centro, a su derecha el Diputado Federico Medrano, presidente de los Partidos Revolucionarios Unidos de Guanajuato, luego el Magistrado Jesús Guzmán Vaca, Presidente de la Corte y el Señor Arturo H. Orcí; hacia su lado izquierdo, Aarón Sáenz, Presidente del Centro Obregonista, Alejandro Sánchez, médico personal de Obregón, el Coronel Tomás Robinson y el ex zapatista Antonio Díaz Soto y Gama y a sus espaldas un enorme mural floral con la leyenda “Guanajuato con Obregón”, así y con la orquesta ya tocando la música, al tiempo que su escolta de tres elementos se ubicaba en diferentes puntos.
Mientras, José León Toral llegó al restaurante, se tomó una cerveza “a pecho” como para darse más valor, la terminó y se fué al baño a preparar su arma y luego salió al jardín fingiendo ser un dibujante que realiza caricaturas a los comensales; rápidamente dibujó al Diputado Medrano y al Magistrado Guzmán Vaca, a quienes les agradó bastante su caricatura, luego se dispuso a dibujar a Obregón, mientras todo transcurría en franca algarabía con la bella música de Esparza Oteo de fondo; una vez terminada la caricatura, intentó llevársela a Obregón, pero lo vió en plática muy animada y degustando unos frijolitos que tanto le gustaban y desistió; un momento más tarde Obregón llama al Maestro Esparza Oteo y le pide que toquen su melodía favorita “El Limoncito”, ése fue el momento, con la orquesta ya interpretando la melodía, León Toral se acerca a Obregón y le muestra su caricatura, Obregón la toma, la mira, se ríe de sí mismo al tiempo que con la cabeza hace un movimiento de aceptación y una mueca de agrado; en ese momento, León Toral saca la pistola y le dispara a Obregón, el primer disparo entró a su cabeza por la oreja derecha, Obregón cae y se lesiona la frente con la mesa, ya en el suelo, León Toral le vacía el revólver, cuatro disparos más impactan en su espalda y el sexto en el muñón de su brazo derecho amputado.
Dentro de toda la confusión, el Coronel Tomás Robinson detiene a José León Toral auxiliado por los escoltas mientras que el Doctor Alejandro Sánchez hacía todo lo posible por reanimarlo, otros
comensales cerraron las entradas al restaurant y todo era un caos; llegó la policía y a nadie se le permitió la salida ni la entrada, mientras que su médico personal, el Dr. Alejandro Sánchez lo declaraba oficialmente sin vida, se procedió de inmediato a llamar a Palacio Nacional para informar lo ocurrido al Presidente Calles.
El juicio de León Toral… un juicio donde no estuvieron todos los que deberían estar
Desde el momento en que el Coronel Tomás Robinson detiene a León Toral , éste le aclara que actuó solo, sin intervención de nadie más, Robinson le responde “¿porqué me respondes algo que aún no te he preguntado?” y de ahí nunca lo pudieron sacar, pero las investigaciones llevaron al arresto de Concepción Acevedo de la Llata, la Madre Conchita, el Padre Miguel Jiménez huyó, al igual que Manuel Trejo Morales, el propietario del arma homicida. De tal manera que sólo fueron llevados a juicio León Toral y la Madre Conchita. Las sospechas recayeron sobre Morones y sobre la jerarquía católica mexicana, quienes de inmediato, sobre todo el Arzobispo José Mora y del Río, dejando a su suerte a la Madre Conchita, y deslindándose de ella; también las sospechas recayeron en el Presidente Calles, quien según varios testimonios, al ver el cadáver de Obregón, expresó: “¿Querías ser presidente otra vez?, hijo de la chingada pues no llegaste”, según algunos, fue en tono irónico, según otros fue molesto, pero lo dijo.
El 8 de noviembre de 1928, José León Toral fue sentenciado a muerte y enviado al Penal de Lecumberri a esperar su ejecución, misma que ocurrió el 9 de febrero de 1929, ese día recibió del Padre Rafael Soto su última confesión, luego fue conducido ante el pelotón de fusilamiento del Capitán José Rodríguez Rabieta, sus últimas palabras fueron: “Viva Cristo Rey”.
Concepción Acevedo de la Llata, la Madre Conchita fue sentenciada a veinte años de prisión en el penal de las Islas Marías, donde renunció a sus votos y en 1935 se casó con el delincuente Carlos Castro Balda, de quien se sospecha estuvo también involucrado en los atentados a Obregón, es liberada en 1940 tras cumplir solo doce años de condena, mediante una orden del Presidente Manuel Ávila Camacho.
El hecho fue calificado como magnicidio, pues Obregón era Presidente Electo; como suele suceder en estos casos, es tanto el manoseo político y jurídico del asunto, que terminan por convertirse en un asunto en donde nunca se llega a la verdad, y si se llega, a nadie convence. Álvaro Obregón Salido debió haber asumido su segunda presidencia para el período del 1 de diciembre de 1928 al 30 de noviembre de 1934.
Fuentes Bibliográficas:
+ museolegislativo.diputados.gob.mx
+ elfinanciero.com.mx
+ mediateca.inah.gob.mx
+ archivos.jurídicos.unam.mx
+ regionysociedad.colson.edu.mx
+ inehrm.gob.mx
+ relatosehistorias.mx
+ Google.com
+ es.wikipedia.org
+ Mario Ramírez Rancaño/el asesinato de Álvaro Obregón: la conspiración y la madre Conchita