La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
Ken Salazar: el embajador incómodo para su país.
Recientemente el prestigiado diario estadounidense The New York Times ha cuestionado la postura del embajador de Estados Unidos en México, el político demócrata de origen mexicano, Ken Salazar. La cercanía y el apego mostrados por Salazar respecto al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, constituye el centro de la controversia mediático-política en la que se halla inmerso ahora el diplomático México-estadounidense. Según el afamando diario altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos han comenzado a desconfiar del embajador Salazar por la estrecha relación que éste ha construido con el presidente López Obrador. Tal relación de afinidad no sería objetada si las condiciones de la relación bilateral no se encontraran en el punto de tensión al que las ha llevado el mandatario mexicano. Han sido varias las causas del distanciamiento real –no formal- que hoy existe entre los gobiernos de México y Estados Unidos; entre ellas se pueden mencionar las siguientes:
El ilegal incumplimiento de contratos con empresas del ramo eléctrico, cometido por la administración del presidente López Obrador, así como la fallida reforma eléctrica promovida por éste y rechazada por la mayoría opositora en la Cámara de Diputados, no solo amenazaron la seguridad jurídica y la situación financiera de varias empresas mexicanas y extranjeras, sino que además contravinieron las actuales tendencias internacionales y compromisos inherentes al uso de energías limpias para la protección del medio ambiente. Las constantes acusaciones públicas hechas por el primer mandatario de México contra el gobierno del presidente Joe Biden al responsabilizarlo del financiamiento a organizaciones de la sociedad civil contrarias al actual gobierno mexicano, tampoco han contribuido a la buena vecindad ni al cuidado de las formas.
Además, las infructuosas presiones ejercidas por López Obrador hacia su homólogo Biden para que el gobierno norteamericano se viera obligado a invitar a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela a la Cumbre de las Américas recientemente efectuada en Los Ángeles, California, así como la amenaza cumplida al no asistir al evento y desairar la invitación del más importante vecino (desde el punto de vista económico y político) de México, significó otro duro revés a la reciprocidad, prudencia, diplomacia y buen trato que debe imperar en las relaciones de México con Estados Unidos.
Los hechos anteriormente narrados son razones más que suficientes para explicar la controversia en la que ahora se ha visto envuelto el embajador Salazar, cuya empatía con Andrés López Obrador ha comenzado a despertar sospecha e inconformidad en algunos sectores políticos y económicos estadounidenses, donde es interpretada como antagónica a los intereses de su país la posición asumida por el representante diplomático del gobierno norteamericano. Aunque de manera pública no se diga, es innegable que para la administración del presidente
Biden la conducta desplegada por su homólogo López Obrador ha convertido a éste en un vecino complicado; y bajo tales circunstancias resulta igualmente evidente que la afinidad entre Ken Salazar y el presidente mexicano ha provocado que en algunos círculos políticos y empresariales allegados a la Casa Blanca aquél sea visto como un embajador incómodo.