Liliana Podestá
Seductor sin remedio, Julio Iglesias cumple 80 años y a lo largo de su vida, dicen, amó a cientos de mujeres. Algunas fueron sus esposas, otras sus novias o amantes, también tuvo breves romances y hasta amores platónicos. Visitó nuestro país muchas veces y también se enamoró de argentinas. LA NACION tuvo oportunidad de hablar con algunos de esos amores: Mónica Gonzaga vivió un apasionado romance que, con idas y vueltas duró diez años; Marixa Balli tuvo una relación fugaz hace casi cuatro décadas; y las Trillizas de Oro fueron sus coristas referidas durante mucho tiempo y María Laura, un amor platónico.
Un amor apasionado
La primera argentina en enamorar a Julio Iglesias fue Mónica Gonzaga, allá por los 70. Apenas tenía 16 años cuando lo conoció en Venezuela, donde estaba participando de un concurso de belleza y él, de una gira. “Me acuerdo que hubo una cena y empezamos a hablar. Yo no sabía ni quién era porque si bien ya tenía éxito, no era tan famoso como lo fue después. Estábamos con Arnaldo André y Zulma Faiad. Me invitó a ver su espectáculo y quedé encandilada. Después fuimos al camarín, al otro día al hotel y me pidió que hiciera parte de la gira con él. Entonces llamé por teléfono a mi mamá, le dije que se había extendido la campaña de publicidad y me quedé (risas). Así empezamos el romance que fue una gran pasión; no a nivel piel pero sí muy profunda. Hubo compañerismo, amistad, amor, mucho cariño. Era un tipo simple. Fue un romance intermitente que duró diez años. Recuerdo su casa en Beverly Hills, desde donde se veía toda la ciudad; el dormitorio tenía una terraza inmensa y tomábamos champagne con esa vista. Soñado”, detalla la actriz. Y también hace referencia a la gran diferencia de edad: “Julio no tuvo reparo de mi edad, y yo tampoco me daba cuenta que él tenía 33 y yo 16. Lo viví como algo natural, la pasé bárbaro y nunca me pregunté al tema de la edad. A los 26 o 27 nos volvimos a reencontrar”. Y rescata un recuerdo en especial: “En Las Vegas paramos en la casa de Frank Sinatra, que era inmensa, quedada en el tiempo, con un gran piano de cola. E hicimos el amor ahí, en la casa de Sinatra (risas)”.
Gonzaga asegura que el cantante quería formalizar: “Julio es un personaje muy loco, él quería tener hijos y mi mamá me decía que no se me ocurriera tener hijos con ese cantante, que me iba a dejar tirada en España. Mi hijo me dice ‘Yo podría ser Enrique Iglesias’ (se ríe)”. Y además, le reveló a LA NACION: “La última vez que lo vi fue hace como doce años, en Punta del Este, y la última vez que hablé, él estaba en Santo Domingo: fue el último teléfono que tuve. Me gustaría saber cómo esta, sé que tiene complicaciones de salud porque de joven tuvo un accidente muy grande que lo dejó sin caminar durante dos años. Era arquero del Real Madrid y después empezó a cantar. Tuvo una operación de columna brava y aunque siempre fue muy activo y tenía complicaciones, jamás se quejó”. Y agrega: “Lo he acompañado a muchos lugares del mundo, fue muy positivo en mi vida y gracias a él estudié inglés, por ejemplo. Era todo un personaje: una vez le dijeron que el agua de su piscina en Miami estaba tibia y mandó a comprar 15 barras de hielo de un metro y medio para que las tiraran en la pileta. Y en los aviones era un niño, y a la noche ladraba como un perrito y venían las azafatas a buscarlo. O cambiaba las letras de sus canciones por otras con doble sentido. Nos hemos divertido muchísimo”, concluye.
Un amor prohibido
Marixa Balli fue otro de los amores argentinos de Julio Iglesias. Con ella también mantenía una gran diferencia de edad. Hace pocas semanas contó en Metro y medio, en Urban Play: “Lo conocí en el hotel Hermitage de Mar del Plata. Yo tenía 16 años y estaba tomando el té con mis tíos cuando entró Julio con un séquito de chicas, saludó a todos y se quedó impactado cuando me vio. A los quince minutos bajó el secretario y nos invitó, a mis tíos y a mí, al show que daba al día siguiente en el hotel y a la cena. Fuimos con mi tía, y en la cena estuvimos en la mesa de Julio. Mi tía le comentó que yo era menor de edad y él respondió ‘Tengo que esperar a que crezca’ (risas). Después nos invitó al show en River y ahí dijo que fuéramos a saludarlo a los camarines antes del show, pero mi tía dijo que no, que saliera él. Salió y cuando volvió a entrar se cortó el talón con una parte de acero que tienen las puertas vaivén, le dieron tres o cuatro puntos y cantó así. A los días me contactó la hija del presidente de Sony Music en ese momento, porque Julio quería mi teléfono. Le dije que no. Pasaron los años, empecé a trabajar en Peor es nada y un día fue de invitado Julio. Le conté la anécdota a Jorge Guinzburg y a algunos compañeros, y pensamos que no iba a acordarse. Pero cuando llegó, se paró delante mío y me dijo ‘A ti te conozco’, y me mostró el talón (risas) ‘Esto fue por tu culpa’. ¡No lo podía creer! ‘Ya no tienes 16′, me dijo. Empezamos a salir, lo acompañé en muchos viajes, me divirtió la experiencia, conocer otro mundo, viajar en avión privado, andar en Rolls Royce, la alfombra roja. No sé si él me copaba tanto, pero lo pasé brutal. Fue todo muy hermoso, y era interesante conversar con Julio. La relación se cortó porque quiso que me quedara con él en Miami y yo no quise. En un momento me cansé de ir de Buenos Aires a Miami y Los Ángeles, pero viví experiencias muy lindas, cenamos con los Rolling Stones, con Cyndi Lauper. Inolvidable”, detalla Balli, entre risas y nostalgia.
Un amor platónico
Las Trillizas de Oro conocieron a Julio Iglesias cuando todavía no habían cumplido los 18 años. El español quedó prendado de ellas y enseguida se comunicó para que fueran sus coristas, y durante años lo acompañaron en giras internacionales. Dice la leyenda que tenía un amor platónico por ellas, especialmente por María Laura. LA NACION habló con ella, que recordó esos tiempos compartidos: “Tenemos muy lindos recuerdos profesionales y personales. Teníamos 17 años cuando vio Julio nuestra foto en una revista. Era de la película El tío disparate, que hicimos con Carlitos Balá y dirección de Palito Ortega. Julio se contactó a través de Juan Alberto Mateyko y cuando nos llegó la propuesta de trabajar con él estábamos todos nerviosos porque era un cambio radical: una cosa es participar en un disco y otra hacer galas en España, que eran giras de año y medio. Pero lo pasamos muy bien, siempre fue muy respetuoso. He leído en un libro que escribió el representante, Alfredo Fraile, que decía que fui su amor platónico (risas), pero la verdad es que siempre se portó muy bien. Un gran profesional y para nosotras fue un gran salto internacional porque empezamos a trabajar en Europa”.
¿Pero fue un amor platónico o no? “Teníamos 17 años y él, 36. Claro que su figura profesional era avasallante. Después ya empezamos a trabajar y nos veíamos todos los días. Siempre mis hermanas, María Eugenia y María Emilia, bromean y dicen que él tenía preferencias, que yo viajaba con él en primera. Y algo de eso escribió Fraile en su libro, pero no lo dice Julio. Yo me enamoré de mi marido, y cuando me preguntan si pasó algo con Julio, digo que mis tres hijos y mis nueve nietos son de él (risas)”. Y aclara: “Cuando nos fuimos de España, nosotras viajamos a la Argentina y él a los Estados Unidos, y tomamos caminos muy diferentes, nosotras nos casamos y tuvimos hijos. Pero estamos en contacto y fue él quien se comunicó después de una nota que hicimos hace unos años, en la que justamente hablábamos de Julio. En ese momento nos invitó a su casa y fuimos. Creo que ahora está haciendo sus memorias. Nos quedan mucho lindos recuerdos de Julio”.
En una nota en A la Barbarossa, por Telefe, las Trillizas aseguraron que Julio Iglesias fue el único que jamás las confundía. “Nos reconoció de entrada. Nosotras hicimos la primera gala en Mérida, Venezuela y cuando lo conocimos nos sacó a la perfección, y nunca nos confundió. Increíble (risas). Cuando su representante publicó un libro, en uno de los capítulos habló del enamoramiento de Julio con una de nosotras. Lo más gracioso es que cuando yo leí esa parte dije: ‘A la miércoles…’ Yo tenía 17 años, nunca pasó nada. Había 20 años de diferencia y era medio imposible que nos fijáramos en él, salvo que fuera el ídolo de toda tu vida; que no era nuestro caso. ¿Qué iba a pasar si viajábamos con mamá, papá, nuestro representante y algunas veces hasta con la abuela?”, señaló entre risas.