JIRONES DE NUESTRA HISTORIA
TLAXCALTECAS VS SAMURAIS; NO, NO ES UNA PELÍCULA DE “EL SANTO”, NI UN CHURRO CINEMATOGRÁFICO, MUCHO MENOS UNA BROMA; ES HISTORIA OCULTA DE MÉXICO.
Por: José Luis Jaramillo Vela
El contexto Tlaxcalteca
Desde su llegada a nuestro territorio y después de haber fundado Veracruz, Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano tuvo la fortuna de que su primer contacto en son de paz, fue con los Totonacas de Zempoala y su rey Xicomecoátl o “El Cacique Gordo”, como lo llamaron los españoles; este rey totonaca hizo muy buena relación con Cortés y le informó sobre las diversas tribus que conformaban toda la región.
Por medio de Xicomecoátl, Cortés se enteró de que la tribu dominante eran los Aztecas y su gran Capital Tenochtitlán, supo cuales tribus eran amigables y cuales eran hostiles; en quienes podía confiar y en quienes no y cuales eran las virtudes y defectos de cada una de ellas; a Cortés le causó curiosidad enterarse de que los Tlaxcaltecas eran grandes guerreros, pero también sabían ser buenos vecinos y muy leales, información que sería muy valiosa para Cortés.
El Cacique Gordo Xicomecoátl envió un grupo de “embajadores” para acompañar a Cortés y presentarlo con el Emperador Tlaxcalteca Xicoténcatl y su hijo Xicoténcatl Axayacatzin, quienes mantenían el control de los tlaxcaltecas; también Cortés ya estaba enterado de que los tlaxcaltecas habían perdido el control de Cholula y aquí Cortés de manera muy hábil juega con dos factores: el primero fue que los indígenas creían que eran dioses y el segundo, que Xicoténcatl ignoraba que Xicomecoátl le había contado a Cortés sobre lo de Cholula y con ese “secreto” a su favor, le dice a Xicoténcatl, “yo puedo hacer que Cholula vuelva a tus dominios y que te ofrezcan disculpas”.
En resumidas cuentas, Cortés recuperó Cholula para los tlaxcaltecas y los obligó a ofrecer disculpas a Xicoténcatl; éste hecho selló una alianza entre tlaxcaltecas y españoles, misma que más allá de la posterior
conquista, perduró esa alianza entre ambas partes, en diferentes hechos y en diferentes ocasiones, como lo veremos a continuación.
El Archipiélago de las Filipinas como posesión española
En el año de 1521, Fernando de Magallanes, explorador portugués al servicio de la Corona Española llega a lo que hoy es Filipinas, reclama el archipiélago para la Corona Española bajo el nombre de “Indias Orientales Españolas” y deja gente a poblar el lugar; lo más importante para España, era que de manera oficial, las islas ya estaban reclamadas legalmente como de su propiedad.
En 1565, por orden de la Corona Española los territorios e islas de las Indias Orientales Españolas, pasan a depender política y administrativamente del Virreinato de la Nueva España y su capital sería la Ciudad de México, distante de ahí a unos 14,500 kms, toda una inmensidad, pero era el territorio español más cercano.
Ese mismo año de 1565, el Virrey Francisco de Ceinos nombra a las Indias Orientales Españolas, como las “Islas Filipinas”, en honor al Rey Felipe II de España y envía desde la Ciudad de México al Almirante Miguel López de Legazpi a hacerse cargo de la “Capitanía General de las Islas Filipinas”; López de Legazpi llega y funda la ciudad de Cebú, el primer asentamiento español en la actual Isla de Cebú.
Las Filipinas son un archipiélago formado por 7,641 islas de todos tamaños, toda una complejidad; de tal modo que el Virreinato de la Nueva España para llevar un mejor control y gobierno las clasificó geográfica, política y administrativamente en tres grandes grupos: el grupo de las Islas Luzón, en el norte, el grupo de las Islas Bisayas en la parte central y el grupo de las Islas de Mindanao en el sur. En verdad todo un gran reto en lo político, en lo administrativo y en el control militar y de vigilancia sobre el Archipiélago… y la capital a 14,500 kms de distancia.
Se descubre oro y comienzan los problemas con los chinos, coreanos y japoneses
En 1573, los piratas japoneses, conocidos como “wakos” comienzan a hacer incursiones en Filipinas para traficar con el oro y la plata y atracar a los pobladores, así como navíos de todas las nacionalidades que cruzaban por el Mar de Célebes y el Mar Meridional de China; como consecuencia, se desatan también las hordas de criminales chinos y coreanos, quienes son absorbidos por los wakos; entonces el problema se fue haciendo cada vez más grande, a tal grado de que la Corona Española temía perder el control de las Filipinas.
Para 1581, la situación con los piratas japoneses era crítica, entonces el Gobernador General de las Filipinas, el General Gonzalo Ronquillo de Peñalosa escribe una carta al Rey Felipe II y al Virrey Lorenzo Suárez de Mendoza y Jiménez, IV Conde de La Coruña, en donde les expone de la extrema belicosidad de los wakos o piratas japoneses; les dice que los wakos tienen asolada a las Filipinas, son desalmados y crueles y traen entre sus filas a piratas coreanos, chinos y malayos bajo su mando.
En su carta, el Gobernador Ronquillo de Peñalosa también le explica al Rey que al frente de los wakos está un desalmado asesino de nombre Tayfuzu, quien ya tiene controlada la región de Cagayán, en el norte de las Islas Luzón, con riesgo para la Corona de perder esa región; le informa además, de que los portugueses están proveyendo armamento a los piratas. Pero lo que más preocupó al Rey Felipe II, fue cuando leyó que el pirata Tayfuzu ya tenía entre sus bucaneros a un batallón completo de Samurais Ronin, lo que los hacía sumamente peligrosos, (un Samurai era un guerrero japonés de muy alto nivel o de élite, eran maestros en el manejo del arco, del cuchillo, de la defensa personal y artes marciales y especialistas espadachines en el manejo de la Katana, una espada japonesa sumamente filosa que requiere ser manejada por un experto espadachín; el samurai era puesto bajo las órdenes de un amo o Shogun, que por lo general era un terrateniente o alguien muy poderoso; al morir su amo, un Samurai solo tenía tres opciones: hacerse el hará kiri, abriéndose el abdomen; esperar a ver si algún otro poderoso lo quería contratar, lo que se hacía muy penoso; o convertirse en un Ronin, un Samurai sin amo, y por lo general al servicio de los criminales).
La respuesta del Rey Felipe II no se hizo esperar, la Armada Española, que entonces era la más poderosa, numerosa, temida y respetada del mundo; envió al Almirante Juan Pablo de Carrión al frente de un grupo de Galeones, Galeras y Buques Cañoneros, para recuperar la región de Cagayán y evitar que el pirata Tayfuzu continuara robándose el oro e invadiendo territorio filipino.
Un primer zipizape y Carrión se da cuenta de que no va a ser tan fácil
La primera acción de guerra, se llevó a cabo cuando el Almirante Juan Pablo de Carrión y sus naves cruzaban el Mar Meridional de China con rumbo a Cebú, Filipinas y de forma repentina fueron atacados a cañonazos por las naves piratas de Tayfuzu; Carrión ordena adelantar un cañonero para repeler el ataque y logra contener a los piratas, pero una de sus naves recibió un cañonazo, nada de cuidado, pero de Carrión supo que era artillería portuguesa y comprendió que los portugueses estaban aliándose a los piratas japoneses con la intención de quitarle las Filipinas a España.
Cuando el cañonero español hunde al barco pirata japonés, se dan cuenta de que no solo era uno, sino cinco barcos piratas, pero estos huyen ante el gran poder de fuego de los españoles. El Almirante Juan Pablo de Carrión finalmente llega a la ciudad de Cebú, donde es informado de que la región de Cagayán en el norte filipino está ya ocupada por los piratas wakos y Tayfuzu tiene el control total e la zona a través de los Samurais Ronin.
Carrión pide refuerzos, mientras, sucede el segundo enfrentamiento con los piratas
El Almirante Juan Pablo de Carrión, al darse cuenta de la situación y de la gran cantidad de piratas y de invasores en tierra, envía una goleta hacia la Nueva España, solicitando refuerzos al Virrey Don Lorenzo Suárez de Mendoza y Jiménez; en la Ciudad de México, el Virrey no tiene casi tropas para enviar a Filipinas, todas las tropas reales estaban dispersas en el territorio de la Nueva España en labores de exploración y conquista de nuevos territorios y todos sus generales y exploradores al frente de ellas. Pero el Virrey
también sabe que no puede quedar mal con la Corona Española ni con el Rey, no se puede exponer a que desde Filipinas le digan al Rey que no obtuvieron su apoyo, mucho menos, si las islas dependen del Virreinato de la Nueva España.
Mientras en la Ciudad de México, el Virrey Suárez de Mendoza buscaba la forma de enviar apoyo militar a las Filipinas, en Cebú, el Gobernador Ronquillo de Peñalosa y el Almirante Juan Pablo de Carrión no se pueden quedar de brazos cruzados y deciden ir hasta el norte de Filipinas, a la Provincia de Cagayán, tomada por los wakos y donde Tayfuzu ya tenía controlada la región.
No pudieron desembarcar, fueron recibidos a cañonazos y aunque pudieron mantener a raya a los piratas, fue suficiente para darse cuenta de la gran cantidad de Samurais Ronin en tierra, armados además de su arco, su cuchillo, su destreza en artes marciales y su katana, todos con su arcabuz y su pica de fabricación portuguesa; a pesar de que mantuvieron a raya a los piratas japoneses y a pesar de que hundieron otro “Junco” del pirata Tayfuzu, no pudieron desembarcar en Cagayán y se vieron obligados a replegarse de nuevo hacia Cebú.
El Virreinato de la Nueva España envía guerreros tlaxcaltecas a defender las Islas Filipinas
En la Ciudad de México, el Virrey Suárez de Mendoza tiene a las tropas Realistas en misiones de conquista y exploración, entonces toma la decisión de enviar a su Guardia Virreinal, compuesta por unos sesenta oficiales, todos ellos soldados de espada virgen (sin experiencia bélica) y decide también enviar a los bravos guerreros tlaxcaltecas, leales a la Corona, muchos de ellos recién terminado su conflicto bélico contra los chichimecas y muchos otros ya bastante instruidos en el manejo de las armas como el arcabuz y la pica, pero eso sí, todos ellos expertos maestros en el uso del arco y del “macahuitl” o macana, un arma consistente en un madero de 60 cms. de largo con dos canaletas a los lados, donde se insertaban navajas de obsidiana, desde la empuñadura hasta el ápice.
Mientras todo eso sucedía en la Ciudad de México, en las Filipinas tanto el Almirante Carrión como el pirata Tayfuzu, cada uno por su parte pensaba que el otro tenía mas gente de la que realmente contaba; Tayfuzu sabía del poderío de la Armada Española y Carrión sabía que los piratas japoneses tenían criminales chinos, coreanos, malayos y un numeroso grupo de Samuráis Ronin, pero no sabía cuántos; la situación era que los españoles temían a los japoneses, por lo que desconocían de ellos y los piratas japoneses temían a los españoles por lo que sí conocían de ellos.
En esa encrucijada, ambos personajes, Carrión y Tayfuzu deciden negociar, Carrión le exige a Tayfuzu el desalojo inmediato de la Provincia de Cagayán y el norte de Luzón y le ofrece que quienes decidan permanecer en Filipinas serán hombres libres pero bajo las leyes españolas; por su parte Tayfuzu dice que acepta si España le paga una gran cantidad en oro, para liquidar a sus piratas, Carrión no acepta y Tayfuzu permanece en pie de guerra… lo que Tayfuzu ignoraba (y también Carrión), era que los tlaxcaltecas ya venían en camino desde México.
Llega la ayuda, los tlaxcaltecas desembarcan en Cebú
En 1582 después de tres meses de travesía por el inmenso Océano Pacífico y haber recorrido más de 14,000 kms, los refuerzos solicitados por el Almirante Carrión desembarcan en Cebú, habiendo zarpado desde Xihutla (actual Puerto Vallarta, Jalisco); lo más normal habría sido haber zarpado desde el Puerto de Acapulco, pero ahí siempre estaba congestionado por los barcos de la famosa “Nao de China”, que eran todos los barcos que comerciaban desde Filipinas y el Lejano Oriente con la Nueva España, de tal manera que el Virrey Suárez de Mendoza no deseaba que nadie y mucho menos los orientales, se enteraran de esta expedición, por ese motivo zarparon desde Bahía de Banderas.
Una vez desembarcados y recibidos, el Almirante Carrión trazó el plan de guerra para desalojar a los japoneses del norte de Filipinas, que además ya amenazaba el pirata Tayfuzu con extender los territorios invadidos, Carrión los tenía que frenar y expulsar de forma definitiva. Los japoneses ignoraban que había llegado ayuda para los españoles y sabían que su fuerza radicaba en su poderío naval, más que en su ejército en tierra, por lo que se proponían avanzar para ocupar cada vez más territorio y terminar por invadir las Filipinas.
Por su parte, Carrión sabía que los piratas no eran soldados, ni guerreros, eran criminales que no tenían entrenamiento militar y sabía que los únicos guerreros y muy especializados, eran el batallón de los Samurais Ronin, de los cuales no se sabía exactamente su número, aunque se rumoraba que eran entre ochocientos y mil. Los japoneses tenían su base en el pueblo de Aparri, justo en la desembocadura del Río Cagayán en el Mar de Filipinas; el plan era atacar a cañonazos a los barcos piratas y sacarlos de Aparri hacia mar abierto y ahí establecer una batalla naval y mientras, los tlaxcaltecas y los oficiales españoles atacarían a Aparri por tierra.
La Batalla de Cagayán
El Almirante Carrión envió a dos exploradores, uno tlaxcalteca y otro español para hacer labor de inteligencia y de espionaje en Aparri; estos dos exploradores quedaron impactados al observar desde lejos los ejercicios de entrenamiento de los Samurais Ronin, observaron su disciplina y su maestría en el manejo de sus armas, así como sus ropajes de samurai; le informaron a Carrión que eran unos quinientos Samurai Ronin y unos seiscientos piratas, informando que estos últimos se pasaban el día borrachos, bebiendo y provocando peleas.
Carrión contaba con un poco menos de cuatrocientos tlaxcaltecas y quinientos soldados y sabía que con ese estado de fuerza tenía que ganar a como diera lugar, no tenía otra opción, de lo contrario se ponía en riesgo la posesión de las Filipinas para la Corona Española.
A unos veinte kms. de Aparri está la desembocadura del Río Abulug en el Mar de Filipinas, ahí se concentró Carrión con sus naves y su gente, de ahí partió muy temprano con el grueso de su estado de fuerza según el plan de guerra trazado; solo dejó una galera con los refuerzos tlaxcaltecas y una veintena de oficiales españoles, con la orden de que al medio día zarparan para Aparri, entrando por la desembocadura del Río Cagayán, debían atacar a cañonazos el pueblo para proteger el desembarco de los tlaxcaltecas. Según los cálculos de Carrión, a la hora que desembarcaran los tlaxcaltecas, los únicos que estarían en Aparri serían los Samurai Ronin y confiaba en que Tayfuzu se hubiese llevado a varios a la batalla naval.
Apenas clareaba ese día de mediados de 1582 cuando retumbó el alba con los cañonazos de los buques españoles que prácticamente despertaron a todos los piratas y samuráis que tenían bajo su yugo al pueblo de Aparri; tal y como el Almirante Carrión lo esperaba, Tayfuzu mordió el anzuelo y de entre el caos de cañonazos, ordenó a todos sus piratas abordar sus naves, galeras, galeones y juncos, mientras que Carrión y sus naves se internaban mar adentro donde esperarían a los piratas, sabiendo que en aguas abiertas no soportarían una batalla naval, a pesar de que Tayfuzu tenía dieciocho navíos, de los cuales solo uno estaba artillado, pero todos los piratas tenían arcabuces.
Era ya el mediodía soleado, en alta mar se desarrollaba una batalla entre la Armada Española y piratas japoneses y mercenarios orientales, y mientras en el pueblo de Aparri los Samurais Ronin se preguntaban que estaría sucediendo en altamar, cuando de pronto divisan una galera española, justo frente al pueblo, entrando por la desembocadura del Río Cagayán; en la galera, aparentemente no se veía nadie a bordo y los samurais curiosos se acercan a ver qué sucede, cuando desde la galera rugen sendos y sonoros cañonazos, corriendo los japoneses a cubrirse, mientras que de la galera comienzan a descender las tribus tlaxcaltecas en pleno grito de guerra y armados con su arco, flechas, escudo y macahuil.
La acción desconcertó a los experimentados Samurai Ronin, nunca esperaron ver descender de un buque español a decenas de guerreros semi encuerados, armados con instrumentos extraños y hasta cierto punto primitivos para ellos; mientras los guerreros descendían, los oficiales españoles los apoyaban con un nutrido cañoneo sobre el pueblo de Aparri; los guerreros tlaxcaltecas no esperaron a ver si salían los samurais, fueron a buscarlos lugar por lugar y ahí se entabló una feroz batalla cuerpo a cuerpo; los tlaxcaltecas ya habían sido advertidos de que los Samurai, con las espadas Katanas podían cortarlos por la mitad de un solo tajo, pues eran maestros en ello.
Los tlaxcaltecas, quienes también eran feroces guerreros de élite, entrenados y expertos en el uso de sus armas, sorprendieron por completo a los Samurai Ronin, los neutralizaron con el solo uso del macahuil, se enfocaron en impedir que los japoneses desenfundaran sus Katanas y cuando lo hacían, tarde se daban cuenta de que ya tenían un “macahuilazo” muy bien puesto y próximo el segundo, para desarmarlos y aniquilarlos.
La clave para los tlaxcaltecas era que el Samurai Ronin tenía que hacer un movimiento tipo “wind up” para usar su Katana, debía llevar su mano a la empuñadura, desenfundar, hacer el movimiento para enarbolar la espada y asestar el golpe, en ese lapso de tiempo el guerrero tlaxcalteca podía asestar dos y hasta tres golpes demoledores con el macahuil y todavía tenía el recurso de cubrirse con su escudo, para esquivar el “katanazo”.
En la batalla naval, en altamar, la Armada Española hundió quince juncos piratas, y lograron el abordaje de la galera artillada haciendo que el pirata Tayfuzu se rindiera, regresando a Aparri con tres naves piratas con bandera blanca de rendición y el pirata Tayfuzu y el resto de su banda hechos prisioneros de guerra.
De regreso en Aparri, el Almirante Juan Pablo de Carrión no daba crédito ni a lo que veía ni a lo que le contaban; ahí ante sus ojos, estaban más de cuatrocientos Samurai Ronin muertos en batalla, ciento cincuenta samurai ronin hechos prisioneros de guerra y/o heridos y los oficiales españoles y los guerreros tlaxcaltecas, reportando únicamente quince muertos en combate.
Gracias a los Tlaxcaltecas
En la Batalla de Cagayán, la Corona Española, gracias a los bravos guerreros tlaxcaltecas recuperó el norte de Filipinas que había sido invadido por Tayfuzu y sus piratas, recuperando las Provincias de Babatalang, Balbalasang y Cagayán. Japón nunca más, en ningún tiempo volvió a intentar invadir Filipinas.
Las Islas Filipinas continuaron dependiendo del Virreinato de la Nueva España y su capital política y administrativa siguió siendo la Ciudad de México, hasta 1821, fecha en que México logró su Independencia de España; entonces la capital de Filipinas se mudó a Cebú y finalmente a Manila, actual capital.
Mientras que en España, todo lo recuperado de la Batalla de Cagayán, como Katanas y armaduras de los Samurai Ronin, son exhibidos orgullosamente en diferentes museos por toda España, como parte de su historia, en México sucede lo contrario, la historia oficial de nuestro país, de manera vergonzosa para todos los mexicanos oculta este hecho (como muchos otros), quienes cuando nos enteramos de estos sucesos, nos sentimos más orgullosos de nuestro pasado y de nuestros antepasados y más alejados de nuestros políticos.
Fuentes Bibliográficas:
+ mexicodesconocido.com.mx
+ codigotlaxcala.com
+ issuu.com
+ gluc.mx
+ radioformula.com.mx
+ noticonquistaunam.mx
+ worldhistory.org
+ nationalgeographic.com
+ es.wikipedia.org