1. Tómese el tren de Nairobi a Mombasa
No pierda el tiempo. Nairobi es una ciudad enorme y puede intentar engañarlo con sus buses de colores y su música de altoparlante. Diríjase a la estación de tren y compre billete para el próximo tren hacia Mombasa. Si le dicen que el bus es más rápido, no escuche. Si intentan convencerlo con que el precio es más barato, tampoco. Tenga en cuenta que usted está a punto de embarcarse en un tren histórico y que hay magias que a la gente no le gusta compartir.
Asegúrese de llegar a la estación con tiempo. Es muy probable que el tren se retrase, pero eso no importa. Pida un chai en el bar del andén, y disfrute de sentirse un viajero de otras épocas. Una vez arriba del vagón, dese un tiempo para recorrer el tren, inspeccionar a los otros pasajeros, y dejar que el camarero le tienda la cama. El boleto dirá que ese será su hogar por las próximas diez horas, pero no se fíe: tiene más chances de pasar allí un día entero que de llegar puntual. Tampoco se desanime, recuerde que es probable que vea cebras o impalas por la ventanilla, que la comida a bordo está incluida, y que el tren es un viaje en sí mismo (y es hermoso).
2. Camine (de día) por el centro histórico de Mombasa
Es probable que llegue a la ciudad de noche, por lo que le recomiendo que consiga un hotel ni bien pueda. Descanse. Si su habitación da a la calle, prepárese para despertarse por la mañana con el ruido de las motos y los camiones a los que les gusta madrugar. Cuando se levante, mentalícese para hacer trabajar las piernas. Consiga un mapa, y si no, pregunte. Dedíquele un día completo a recorrer las calles del casco histórico de la ciudad. Entre en anticuarios. Haga preguntas. Si tiene un presupuesto holgado, puede visitar el fuerte. Si no, puede contentarse con el ver el mar desde las murallas. Contenga la tentación de llevarse los restos de demoliciones que encontrará por allí: las puertas y las ventanas no caben en las maletas.
Si Mombasa le recuerda a Cartagena de Indias, no se desespere: pasa. Si quiere exprimirle el jugo a la ciudad, contrate un guía. Si no, las Lonely Planet tienen un circuito bastante detallado de los edificios que vale la pena mirar. Eso sí, haga lo que haga, saque muchas fotos. No se pierda los detalles. Hable con la gente.
Note con curiosidad la mezcla interesante de culturas. Escuche el canto de la mezquita, entre a un negocio de ropa, curiosee la moda local. Visite un mandir. Camine por las calles comerciales. Verá gente africana vendiendo frutas por la calle, mujeres musulmanas tapadas hasta la nariz y señoras hindúes con saris brillosos mostrando la panza. No se altere, la convivencia en Mombasa es algo normal.
3. Véase cara a cara con la playa
Si no se aguanta la ansiedad y quiere meterse al agua cuanto antes, no se preocupe: usted es una persona completamente normal. Pase un día en Diani Beach. Sorpréndase de los camellos tomando sol en la arena, rechace amablemente a los vendedores ambulantes, tome mucho sol. Si usted va en verano, sepa que la costa estará llena de hojas y de algas. Es un poco molesto, pero es un fenómeno natural. Verá que si se mete al mar, con el color y la temperatura del agua, cualquier incomodidad se verá disminuida.
4. Muévase por la costa en autoestop
Anímese, los keniatas son muy solidarios y no dudarán en darle un aventón. Piense que lo que el transporte público tiene de barato lo tiene de incómodo y hacinado. Si lo frena un señor turco y lo invita a quedarse en su casa, sepa que tiene una piscina imitación playa que le va a encantar, pero que de noche el hombre bebe con ímpetu y le gusta mucho hablar de Allah, por lo que se puede poner intenso. Si una mujer keniata le ofrece comprarle chapatis, acepte: son grasoso pero irresistibles.
5. Haga lo que haga, frene en Kilifi
Sepa que el momento en que usted cruza el puente es el indicado para parar. No importa si le hablaron de Malindi, o de cualquier otra playa cercana. Hágame caso: pare en Kilifi. Cuando se baje del auto o autobús, deténgase a mirar el mar que pasa por debajo del puente. Tómese su tiempo. Respire hondo. Quítese las gafas de sol y vuelva a mirar: no verá paisaje como este en toda la costa.
Si tiene hambre, diríjase inmediatamente a Village Dishes. Si no lo ve, pregunte: todo el mundo lo conoce. Pida un plato de pulpo y uno de frijoles. Engrásese la boca. Disfrute.
Si tiene sed, busque el puesto de jugos junto a las oficinas de las compañías de buses. Pida una botella fresca de jugo de maracuyá. Siéntese a beber a la sombra. Disfrute.
Si quiere encontrar un lugar donde quedarse, tómese un bodaboda (mototaxi) y pídale que lo lleve hasta el Distant Relatives. Si su presupuesto se lo permite, quédese en una de las bandas. Contemple las ventanas sin vidrios, duerma una siesta sanadora, dúchese al aire libre. Disfrute.
Si está un poco ajustado, acampe. Hay un lugar excepcional junto al escenario. No se preocupe, se usa muy poco. Dese un chapuzón en la pileta. Disfrute.
Si es viernes, pida una pizza. La de palta y calabaza siempre es una buena opción. Si no se aguanta las ganas de ir al mar, camine cuesta abajo. Deje que el sendero lo guíe. Aprecie la diferencia de la marea, que sube y baja en cuestión de minutos. Nade mucho. No se complique. Si el nivel del mar se lo permite, camine hacia su izquierda y explore el lodge que está abandonado. Si tiene la oportunidad, no se pierda de ver un atardecer a bordo del Musafir.
Si ve por ahí a la tripulación del barco, mándele mis más afectuosos saludos.
6. Quédese más tiempo del necesario
Olvídese de las fechas. No piense en programas ni en compromisos. Ármese una rutina de vida de playa. Escriba, escuche música, conozca gente, nade más. Si tiene ganas de hacer una excursión, puede ir a visitar los acantilados de Takaungu, o a comer comida italiana hasta Malindi. Si todo le da mucha pereza y prefiere pasar sus días tirado en un sillón mirando los monos pasar de un árbol al otro, no se culpe. Recuerde que está de vacaciones (y si está dentro de un viaje más largo, considere estas sus vacaciones).
Si tiene la oportunidad de quedarse como voluntario en el Musafir, no lo dude. Sepa que le esperan horas de trabajo, pero también de muchas historias por compartir. Puede que le toque pintar el casco del barco con aceite de tiburón y el olor sea nauseabundo y no se lo saque ni refregando con jabón. No se preocupe, siempre puede quemar la ropa.
Recuerde que cualquier incomodidad será compensada con la posibilidad de dormir en el barco, y las noches a bordo son mejores que cualquier hotel de lujo. Si no logra subirse por las escaleras de cuerda, no se frustre. Se sabe de una bloggera de viajes a la que le tomó casi un mes y muchos papelones lograr treparse sin caerse al agua.
Coma mucha palta. Coma mandazi. Fume mucho. Disfrute de la compañía. Disfrute.
7. Tómese un bus hasta Lamu
Cuando sienta que ya es hora de seguir camino, viaje hasta Lamu. Sepa que hacer autoestop es muy difícil. Prepárese para una infinidad de controles policiales. Tenga su pasaporte a mano. No olvide sonreír. Si lo miran raro, recuerde que el fútbol es el mejor aliado de todos. Messi y Maradona serán siempre sus amigos.
No se vista de gala. Mentalícese que pasará las próximas ocho horas masticando tierra. No coma. Tenga en mente que cada pozo será una invitación a vaciar el estómago. Sea inteligente: no elija los asientos de atrás.
Si llega de noche, tómese la lancha rápida. Sea amable, pero no acepte ayudas. Recuerde: no hay buenos samaritanos desinteresados y usted es una presa fácil.
8. No intente contar los burros
Sepa que están por doquier, y que son un motor fundamental de la sociedad. No se pregunte cuántos hay en la isla, ni cuántos burros existen por cada habitante del lugar: hay misterios que no precisan ser develados. En todo caso, disfrute de la peculiaridad del paisaje.
9. Anímese a visitar otras islas
No importa lo poco tentador que se vean: súbase a un ferry público y explore la vida lugareña más allá del turismo. Vaya a Kiwayu, viaje hasta Pate. Siéntese a mirar la vida en las veredas. Dimensione el lugar en que se encuentra. Si lo invitan a comer a la luz de las velas, acepte. Recuerde que esta parte del país es predominantemente musulmana: sea respetuoso.
Si tiene que desplazarse de un lugar al otro y la moto es el único medio de transporte disponible, cierre los ojos y agárrese fuerte del conductor.
Si le ofrecen alquilar un burro, piénselo dos veces: puede que usted no sea ambientalista, pero considere que esos animales tienen una vida demasiado dura como para hacerse cargo de flojeras internacionales.
Si tiene la posibilidad de elegir, consuma en comedores y duerma en hoteles familiares: es la mejor forma de apoyar la economía local.
10. Váyase pensando en regresar
No importa si no sabe cuándo. Dígase a sí mismo que ya habrá ocasión. Si le resulta, puede dejar algunas actividades pendientes para tener una excusa irrefutable. Esa, se lo aseguro, es la única manera en que podrá irse de la costa swahili sin que la pena por la partida le arrugue la sonrisa.
Algunos datos útiles para viajar por la costa swahili:
~ El tren de Nairobi a Mombasa sale tres veces por semana (lunes, miércoles y viernes). Los pasajes suelen agotarse rápido, por lo que se recomienda reservarlos antes, o muy temprano el día de la partida. El precio es de U$D 34 en segunda clase, y U$D 44 en primera (incluye cena sin bebidas y desayuno). Tengan en cuenta que si viajan en pareja, y quieren ir juntos, no queda otra que sacar primera, porque en segunda clase los vagones se dividen por sexo. Si son un grupo de cuatro, o dos parejas, pueden sacar en segunda y cerrar en vagón para ustedes. De todas formas, si me preguntan, los U$D 10 de diferencia valen la pena: el viaje en primera clase es una delicia.
~ En Mombasa se pueden conseguir habitaciones dobles, con baño privado, por U$D 10. No son las más lujosas, pero son aceptables. Tengan en cuenta que hace mucho calor: mosquitera y ventilador son indispensables.
~ El Distant Relatives tiene opciones para todos los bolsillos. Acampar arranca en U$D 6 y los dormis en 10. En este enlace pueden ver las tarifas. Y acá pueden reservar. Vale la pena. Es un lugar excepcional. Un bodaboda desde el hostel hasta el centro cuesta 100 schilings (1 U$D). Un tuc-tuc 150.
~ El bus desde Kilifi hasta Lamu vale U$D 10. Al llegar a la estación, hay que tomar un barco o una lancha hasta las islas. Les recomiendo la lancha rápida: vale 150 (vs. 100 del bote público) pero es más rápida y se llena más rápido también, por lo que no hay que esperar tanto.
~ En Lamu hay muchas opciones de alojamiento, para todos los bolsillos. Si van con presupuesto flaco, el Hotel Casuarina (está frente al puerto, sobre la costa) es imbatible: Por U$D 5 conseguimos una habitación triple, con baño compartido. Muy bien ubicado, pero muy venido abajo. Solía ser el punto de encuentro de mochileros, pero desde los atentados del 2012 el turismo se vino a pique. No se puede reservar, pero es difícil que lo encuentren lleno. Si buscan algo único, por un precio más normal, el Wildebeest es EL lugar. Vale la pena conocerlo, aunque no vayan a quedarse: el hotel está en el mismo sitio que una galería de arte, y es un laberinto con recovecos, escaleras, muchas plantas, mucho arte. Tiene sólo tres habitaciones, y cada una es una obra de arte en sí. La más barata, base doble, cuesta U$D 20. Si van en temporada baja y se van a quedar algunos días, se puede regatear.
~ Para comer en Lamu, el Tamarind Café es más que recomendable. Por U$D 4 se puede comer un pescado entero con salsa de ajo y ensalada. Comen dos.
~ Si son de los snaks como yo, en Lamu venden bolsitas de mango disecado a U$D 0.5. Son un vicio.
~ Lleven protector solar, tomen mucha agua, sean amables y duden: Lamu sufrió una baja muy importante en el turismo en los últimos años, y todo el mundo está a la caza de turistas. Hay que entender la situación, pero sin dejarse engañar. Si van a contratar un tour, si les ofrecen un hotel o cualquier otro servicio, pregunten mucho, no se queden con la primera información.