Fue un 23 de marzo de 1994, que el político y economista mexicano, miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue asesinado durante un mitin en Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, tras recibir un disparo en la cabeza y uno en el abdomen a manos de Mario Aburto de 23 años.
Aburto fue detenido momentos después del homicidio y en aquel entonces fue declarado culpable de planear y perpetrar solo el homicidio.
Días antes de ser asesinado, el excandidato presidencial, dio un entrañable discurso, el cual pudo haber consumado su ruptura con el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari.
En sus declaraciones hizo referencia a las profundas necesidades del país como: «Yo veo un México con hambre y con sed de justicia», «Tenemos que dejar atrás viejas prácticas, las de un PRI que dialoga consigo mismo y con el gobierno, las de un partido que no tiene que realizar grandes esfuerzos para ganar», «México quiere democracia».
Asimismo, resaltó que México no contaba con los empleos y salarios que demanda, que era la hora de hacer justicia a los indígenas, de superar sus rezagos y sus carencias; de respetar su dignidad y que la educación era la más grande batalla para el futuro.
Este discurso fue realizado en el Monumento a la Revolución, en la Ciudad de México, el seis de marzo de 1994, y dejó muchas frases icónicas, que hasta el día de hoy son recordadas.
El último día de Luis Donaldo Colosio, candidato a la Presidencia de México por el Partido Revolucionario Institucional (PRI),comenzó como cualquier otro en la intensa ruta de una campaña electoral. Pero este día, 23 de marzo de 1994, pasaría a la historia con una nota trágica que sacudiría los cimientos de la nación.
Colosio, acompañado de su equipo, llegó a Tijuana, Baja California, alrededor de las 16:00 horas, procedente de La Paz. A pesar del retraso de una hora, el ánimo era elevado; Tijuana representaba un importante punto de encuentro con la base de su apoyo político. A las 16:30, el candidato y su comitiva arribaron a la colonia Lomas Taurinas, un lugar marcado por su vulnerabilidad social pero lleno de esperanza por la visita de Colosio.
El mitin inició alrededor de las 16:35, en un ambiente cargado de entusiasmo. «Esta campaña es de todos y cada uno de ustedes», les dijo Colosio a los asistentes, enfatizando un mensaje de unidad y progreso. La duración del acto fue breve pero intenso; terminó a las 17:08, tras lo cual Colosio comenzó a descender del templete instalado sobre una camioneta, rodeado de un mar de gente que anhelaba estrechar su mano, hablarle, expresarle sus preocupaciones y sueños.
A las 17:09, Colosio, fiel a su compromiso de cercanía con la gente, caminaba lentamente entre los asistentes hacia su camioneta. La multitud se aglomeraba, cada paso era un esfuerzo, la seguridad se veía desbordada por la efusividad del momento. Fue entonces, a las 17:12, cuando la tragedia se consumó: dos disparos rompieron el bullicio, uno impactó en su cabeza y otro en su abdomen.
La reacción fue inmediata, Mario Aburto Martínez, el hombre detrás del arma, fue detenido en el sitio mientras Colosio era rápidamente evacuado del área. A las 17:20, con la urgencia marcando cada segundo, Colosio fue ingresado al área de Urgencias del Hospital General de Tijuana.
La noticia del atentado corrió como reguero de pólvora. La incertidumbre se apoderó de todos; amigos, familiares, seguidores y la nación entera aguardaban con angustia alguna noticia favorable. Pero el destino ya estaba escrito. A pesar de los esfuerzos médicos, a las 18:55, Colosio sufrió un paro cardiorrespiratorio irreversible. A las 19:45, se declaró su fallecimiento, dejando un vacío en el corazón de México.
El shock de la noticia generó una ola de consternación nacional e internacional. A las 20:47, Liébano Sáenz, vocero de la campaña de Colosio, anunció oficialmente la muerte del candidato. La nación se sumió en el luto; la política mexicana, en una profunda reflexión sobre su futuro.
El magnicidio de Luis Donaldo Colosio dejó muchas preguntas sin respuesta, teorías de conspiración y un país en búsqueda de justicia y claridad. Años después, el asesinato de Colosio sigue siendo un punto de inflexión en la historia política de México, un recordatorio sombrío de la fragilidad de la democracia y el alto precio de la aspiración al cambio.