Graciela Ortiz, el Pri, en medio de la sospecha
Eduardo Arredondo Delgado
La ausencia de publicidad de Graciela Ortiz como candidata a la gubernatura del Pri, marcó un antes y un después. Ella sabía que No tenía ninguna posibilidad de convertirse en gobernadora, ni comprando un boletito de melate y optó por esperar otra barca aunque fuera para obtener reclamos y críticas justas a la ideología y filosofía priista. Si se trataba de mantener un ideal tricolor, ella lo desecho, fue práctica, sin sentimentalismos.
Al verse superada y revisar encuestas diarias; Graciela sabía que los años gloriosos del tricolor habían pasado y era quizás mejor quedarse viendo telenovelas y noticieros al lado de su Chocolate, leal compañero de vida. Sin embargo de la dirigencia nacional surgió la posibilidad de unirse con su antítesis: el pan. Y la oportunidad otra vez tocó a su puerta,
Graciela negó una y otra vez lo imposible de creer, y defendió a su partido vehementemente, pero la realidad se imponía.
La publicidad de Maru, Caballo y hasta del Marlboro Man, el Capi Arrieta estaban en las narices del electorado y en la radio peor que una matraca descompuesta y ¿Graciela Ortiz? Era un silencio mortuorio capaz de pensar que el partido tricolor no participaría en la presente elección. Era invisible y la candidata priista de voz aguardentosa creía en un milagro que no regresaría ni siquiera Cepillín a la vida.
Ausente de espectaculares, Graciela esperó y no llegó lluvia ni decisiones, solo entregarse a su rival: el Pan.
De arriba o ella misma estuvo en una negociación oscura para sumarse a la Maru, la mujer que ya siente que es gobernadora pero hace falta no medir encuestas, sino ganar.
A estas alturas Graciela Ortiz busca culminar su carrera política no desde la derrota, quizás desde la traición a los ideales imposibles. ¿Y la militancia? Que ladren como perros desvelados, mientras ella y la cúpula priista encabezada por Alejandro “Alito” Moreno tenga sueldos onerosos y una vida libre de estrés económico.
Si alguien creía que el Pri regresaría por sus fueros, por lo menos en Chihuahua tendrán que esperar al menos unos seis a doce años.
Graciela, la candidata que en campaña dijo alguna que Chihuahua estaba abandonado se le olvidó decir que el Pri también lo estaba como ella misma.
Luego de la declinación de Graciela, los pocos priistas enmudecieron no hicieron pronunciamiento y se fueron a su caverna de donde nunca debieron de haber salido. De Reyes Baeza, Cabeza de Molcajete su frío silencio dice mucho: no es tiempo de nada, salvo de tener a lado a un buen abogado penalista, no vaya a ser que hasta una orden de aprehensión salga en su contra; la investigación de la Estafa Maestra pudiera aún darle un mal rato.