Ricardo Quiroga
El Goethe-Institut es una de las instituciones culturales y educativas más relevantes en Alemania –financiada en su mayoría por el gobierno alemán– y pieza clave para el establecimiento y reforzamiento de las relaciones diplomáticas del país europeo con el resto del mundo, incluyendo México.
Equivalente a organismos como el Instituto Cervantes, de España, o el British Council, de Inglaterra, el Goethe-Institut fue fundado en 1951 en sustitución de la Academia Alemana. Desde entonces ha sumado un total de 151 sedes en 98 países de los cinco continentes. Y en todas sus latitudes, se priorizan dos líneas de acción, la enseñanza del lenguaje alemán y la gestión y promoción de proyectos culturales y artísticos en el más amplio rango de asimilación.
En noviembre pasado, el Goethe-Institut nombró a su nueva presidenta global, la promotora cultural y catedrática Gesche Joost, quien hace unos días estuvo de visita en la Ciudad de México para conocer la sede local de dicho instituto. Se trata de la primera visita formal que la presidenta del Goethe realiza a una sede fuera de territorio europeo. En este contexto, Joost concedió una entrevista a El Economista para conocer la perspectiva del instituto en una época que resulta un reto para el trabajo profesional en torno a la cultura, donde es necesario definir líneas de acción ante una oferta actual atomizada y sectorizada.
—¿Cuál es su impresión sobre el entramado cultural de México?
Mi entendimiento de la cultura es participativo. Tenemos que crear cultura de manera conjunta. Desde el instituto nos interesa asimilar la historia del descolonialismo, por ejemplo, de las culturas originarias que todavía están tan presentes aquí en México. Y eso nos ha parecido muy impresionante.
Hoy visitamos el Museo Nacional de Antroplogía y me gustó mucho ver que ahí se trabaja directamente con las comunidades. No es que se hable sobre ellas sino que se dialoga con ellas. Se hace cultura, se arman las exposiciones y los proyectos con la gente, y eso tiene que ver con la rica herencia cultural de este país.
En la línea de trabajo que sigue el Goethe no se trata de traer la cultura de Alemania con la intención de imponerla sobre nadie, sino de crear cultura conjunta con nuestros socios aquí en México. Es un codiseño de cultura, una práctica que se vive de manera cotidiana en todos los Institutos Goethe en el mundo, pero en México sucede de manera destacable.
—En una época con experiencias culturales más sectorizadas, ¿cómo se adapta el Goethe?
A nosotros nos interesa la diversidad. En ese sentido, tenemos ambos tipos de oferta. Por un lado, tenemos experiencias individuales, pero al mismo tiempo trabajamos con formatos que tienen un alcance mucho mayor. Hemos organizado eventos masivos, por ejemplo, de techno. Me parece importante que continuemos sobre esta transdisciplinariedad porque si bien la cultura de nicho es importante e interesante, dado que representa ciertas vanguardias, tiene la dificultad de que a veces no establece vasos comunicantes. Nosotros, en cambio, queremos tener un alcance cada vez mayor y generar sentido de comunidad. Es parte esencial de la cultura.
—¿Es necesario abordar la cultura desde la información estadística para la toma de decisiones?
Algo que me impresionó mucho cuando me informé sobre el Goethe de México es que aquí, en este instituto, que es relativamente pequeño, se hacen 17,000 pruebas (exámenes de certificación de un nivel) de alemán al año. Es muy impresionante porque las lenguas también transportan cultura, y ése es un dato muy medible.
También nos importa mucho la dimensión de nuestra oferta cultural. Queremos hacer programas grandes que no lleguen nada más a poquitas personas, sino algo que tenga un alcance mucho mayor, por ejemplo, el Festival de Cine Alemán, que empezó siendo una semana de cine pero evolucionó porque ya tenía tanto público que demandaba un formato más grande. Y estos efectos necesariamente se tienen que medir.
Pero no solamente queremos hacer programas en la Ciudad de México, también queremos salir a otras entidades del país. No queremos caer en una práctica cultural sólo para una pequeña élite; pretendemos que sea accesible para todo el mundo. Nos importa la diversidad de públicos.
—¿Cómo hacer que una persona se interese en determinada oferta cultural y esté dispuesta a desplazarse sólo con esta finalidad?
Somos nosotros quienes nos tenemos que mover. Somos nosotros quienes tenemos que salir a la calle, ir donde la gente vive, porque muchas veces la gente puede pensar que todos estos proyectos culturales no son para ella. Por eso es fundamental armar redes, asistir a los pueblos, comunidades y barrios para generar cultura con la propia gente.
Por ejemplo, hoy hicimos una visita a una de las Utopías en Iztapalapa, el Barco Utopía. Me pareció impresionante lo que hacen allí porque están generando comunidad. Desde hace mucho, ha sido importante para mí promover laboratorios callejeros con la gente, en lugares no privilegiados y ser muy claros en que nuestros proyectos culturales sí son para ellos, sí les apelan. Por eso hay que salir y buscar a la gente para trabajar en directo y en conjuto.