CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El gobierno federal, que encabeza el priista Enrique Peña Nieto, mostró hoy su preocupación extrema por la debilidad mostrada por su precandidato presidencial José Antonio Meade Kuribreña durante el periodo de precampañas, que justamente concluyó este domingo 11.
Prácticamente todas las encuestas mantuvieron al abanderado del PRI-PVEM-Panal en un lejano tercer lugar, en todos los rubros: conocimiento público, preferencia electoral, intención efectiva de voto. Meade quedó a años luz de Andrés Manuel López Obrador (Morena-PT-PES) –pese a que éste se estancó al final– e, inclusive, fue alejándose cada vez más de Ricardo Anaya Cortés (PAN-PRD-MC), que se ubica en segundo lugar.
En consecuencia, el presidente Peña Nieto ha decidido hacer frente a tan sombrío panorama, para su partido y para su candidato, de cara a los próximos comicios del 1 de julio próximo.
Y hoy mismo puso manos a la obra. Al mediodía se reunió en privado con el secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya; el vocero del gobierno federal, Eduardo Sánchez; con integrantes del equipo de campaña de José Antonio Meade, y con prácticamente todo el gabinete.
Oficialmente, en la agenda pública de Peña no aparecía algún evento, salvo la inauguración del Hospital General de Zona número 5 del IMSS, en Nogales, Sonora, a las 17:30 horas.
La encerrona privada fue, en realidad, para hacer el balance de la precampaña del PRI y su precandidato, aunque formalmente distintos funcionarios, a través de sus redes sociales, quisieron dar a entender que fue una reunión de evaluación, de seguimiento de todas las promesas que hizo Peña Nieto durante su campaña por la Presidencia, en 2012, y en los primeros años de su gobierno.
El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso, fue más que evidente en su cuenta de Twitter:
“Esta tarde en Los Pinos participé en la sesión de gabinete encabezada por el Presidente @EPN en la que se se (sic) dio puntual seguimiento al avance en el cumplimiento de los compromisos de gobierno”, escribió cerca de las 5 de la tarde.
Pero el tono y el contenido de la conferencia previa que dieron González Anaya y Eduardo Sánchez fueron sintomáticos de lo que se trataría en la reunión de gabinete: no se trató de otra cosa que hacer el elogio extremo de los presuntos logros de la actual administración, de decirle a los mexicanos y al mundo que México es el paraíso, que estamos mucho mejor que cualquier otro país, sea desarrollado o emergente. Que, gracias al PRI, México ha podido sortear, mejor que cualquiera otra nación, las más duras dificultades, internas y externas.
Fue, en realidad, un acto de campaña, de apoyo al PRI y a su aspirante presidencial, al que pretendieron ayudar con verdades a medias, mentiras piadosas y datos y cifras a modo.
Obviamente, ambos funcionarios rechazaron que la conferencia en Los Pinos tuviera un tinte electoral. Mintieron. Era sólo eso. Por eso se pusieron nerviosos ante la única pregunta que los incomodó y que no respondieron.
En efecto, un avezado corresponsal de la agencia Bloomberg News, Eric Martin, preguntó sin ambages:
“Faltan menos de cinco meses para la elección presidencial y, a pesar de todas las buenas noticias que ustedes han compartido está mañana, el candidato de su partido sigue en tercer lugar en algunas encuestas, y más que (por) la economía, la gente se muestra preocupada por la corrupción y la inseguridad, después de la revelación del desvío de recursos y aumento de violencia en varios estados. Quiero preguntar ¿qué pueden hacer ustedes como gobierno federal, y también como partido, para asegurar al electorado que el PRI y su candidato tengan las respuestas necesarias para enfrentar estos dos grandes desafíos? y ¿ustedes considerarían un triunfo de López Obrador como un peligro para México? Muchas gracias”.
Los funcionarios se sorprendieron, pues el corresponsal les había caído en la jugada. Lo vieron “con ojos de pistola”. Luego se vieron entre sí. Y respondieron por la tangente, siguiendo un guión bastante obvio:
Mudo el secretario de Hacienda, el vocero Eduardo Sánchez Hernández tomó el micrófono:
“Estimado Eric, nosotros desde el gobierno de la República no vamos a referirnos ni al proceso electoral ni a ninguno de los candidatos en particular. Esas preguntas habría que hacérselas al candidato del PRI y al PRI”.
* * * * * *
Al inicio de la conferencia, pasaditas las 11 de la mañana, el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, hizo una larga introducción –gobierno maravilloso, eficaz como ningún otro– para luego darle oportunidad al secretario de Hacienda.
Hicieron bien su guión. Sánchez habló de las dificultades que ha enfrentado la economía mexicana –caída de los precios del petróleo, debilidad industrial de Estados Unidos e incertidumbre por la política monetaria en aquel país– y de cómo, por la habilidad de “los hombres del presidente”, México “cuenta hoy con una economía sólida, estable y en constante crecimiento”.
“Las reformas estructurales removieron obstáculos que limitaban el potencial económico de México”, dijo Sánchez y, zalamero, afirmó: “El gobierno de la República inició una transformación sin precedentes desde el primer día de la administración. Hoy, poco más de cinco años después, los logros de esta revolución institucional están a la vista de todos.
“Pese a todos los retos que hemos enfrentado, en diciembre de 2017, nuestro país alcanzó la histórica racha de 32 trimestres de crecimiento ininterrumpido, esto significa, además, que este es el primer sexenio en un cuarto de siglo en el que México no ha dejado de crecer ni un solo año.”
Los elogios, sin argumentos, no le alcanzaban ni le cansaban a Eduardo Sánchez. Es su trabajo. Pasó el micrófono a González Anaya, titular de la SHCP, quien lo único que hizo fue repetir y comentar una presentación gráfica que había ofrecido una semana antes ante legisladores del PRI, que es la misma –y él lo dijo así– que usa para reuniones con inversionistas, con el sector financiero y en distintos foros, dentro y fuera del país.
Hizo un repaso, obviamente sin autocrítica, de las reformas estructurales, siempre sobre sus bondades y sus fortalezas, nunca sobre sus debilidades y sus logros inexistentes.
Pero así estaba escrito el guión.
Tenía que rematar el vocero, y a su estilo. Sin un dejo de autocrítica. La “idea fuerza” es que el gobierno, es decir, el PRI, siempre hace bien las cosas. Luego entonces, el precandidato presidencial priista, José Antonio Meade, seguirá haciendo bien las cosas.
Barato el silogismo. Sánchez, solito, se retrató:
“Como han podido ustedes escuchar, la economía mexicana está preparada para enfrentar los retos internos y externos que se presentarán en los próximos meses.
“Gracias a reformas profundas, bien articuladas, y a una conducción responsable de la economía, México hoy inspira confianza en el mundo. Esa confianza se traduce en más inversiones que generan más y mejores empleos.
“De esta forma, el gobierno de la República sigue derribando barreras para que cada mexicano pueda construir su propia historia de éxito.
“Definitivamente, este es un gobierno que cumple”.
Sí, eso dijo Eduardo Sánchez.
Pero el gobierno de Peña Nieto ha roto todos los récords de desaprobación pública. El PRI es el partido más denostado y repudiado, y José Antonio Meade nomás “no prende” y tampoco lo quiere la gente.
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Focos de alarma en el gobierno de Peña por debilidad de Meade en precampaña
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