Eduardo Arredondo Delgado
La ética y el respeto siempre estuvieron alejados de su mesa. Lo de Israel Beltrán era el poder, la gloria y la ventaja.
No solo el hecho del maltrato a una exempleada, que levantó ámpula en un estado de doble moral, eso era lo de menos.
¿Se puede ser juez y parte? Para él si como mil, cuando llegó a la política lo hizo bajo la herramienta y el poder que da el ser concesionario de la radio. Lo maquillaba con la religión.
Beltrán Montes era un personaje que para bien o para mal fue un agente transformador del estado, pero que su lado oscuro nunca lo ocultó.
Cómo es bien sabido su familia pagó la factura; ahora viene otra parte de la telenovela: ¿quién manejará los negocios?
Con la otrora candidata, Maru Campos tuvo sus diferencias y nada fue igual, no por la educación que le faltaba a un hombre acostumbrado a tomar ventaja a ser el primero que todos.
Tenía una lucha desesperada con otros concesionarios y la vida familiar la dejó de lado. La radio le daba vida, como su oxígeno cotidiano, pero era un adicto al poder, a llamar la atención y ahora ya es otra historia.
Al beber un sorbo de la política decidió no dejarla, aunque su fuerza y fango estuvieran cerca. Sabía que en política la moral no existe, salvo raras excepciones.
Israel Beltrán dejó dejo su huella y los habitantes de Cuauhtémoc, y la Sierra de Chihuahua lo saben.