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La breve vida de Elvis Presley no es algo que encaje con la fórmula biográfica convencional, aunque muchos lo han intentado. Quizá era necesario un director tan salvaje y visionario como Baz Luhrmann para hacer algo que evocara la esencia de los 42 años del Rey del rocanrol.
Luhrmann sabe que no debe adaptar una página de Wikipedia cuando se trata de una estrella tan singular y exuberante, cuya leyenda solo se ha intensificado y oscurecido a casi medio siglo de su muerte. Además, encontró a una estrella perfecta en Austin Butler, quien encarna al ídolo sin caer nunca en la imitación.
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Con Elvis, Luhrmann y Butler han creado algo gloriosamente desordenado: una ópera maximalista de contradicciones, estilos, verdades, mitos, recuerdos y titulares. No da explicaciones, no se disculpa ni se preocupa por la lógica. Las fechas y lugares, cuando se evocan, a menudo pasan volando con poca fanfarria en montajes de titulares de periódicos o transmisiones televisivas. Elude –o ignora por completo– algunas cosas aparentemente importantes, como el hecho de que conoció a Priscilla (Olivia DeJong) cuando él tenía 24 años y ella 14. Toda su carrera en Hollywood se resume en un montaje rápido que termina con el coronel Tom Parker, interpretado por Tom Hanks, diciendo en off: “Nos divertimos mucho”.
Tal vez sea porque hay otros momentos que Luhrmann y su equipo de guionistas consideran más relevantes, como los primeros actos de rebelión de Elvis en desafío a los políticos locales, la muerte de su madre, los asesinatos del reverendo Martin Luther King Jr. y John y Robert Kennedy, el especial de regreso de Elvis vestido de cuero en 1968 y la jaula dorada de su residencia en Las Vegas.
Y aún así, este gran espectáculo de casi tres horas que nos lleva de su nacimiento a su muerte (y más allá) transcurre en un destello burbujeante, reluciente y sudoroso que no satisface. Está impulsado por la interpretación trascendente de Butler como Elvis a partir de los 17 años, capturando su ascenso casi de la noche a la mañana de un camionero escuálido y cantante ocasional al hombre más famoso del mundo. Parker, el polémico mánager y promotor de Elvis, puede que no sabía mucho de música, pero vio el efecto que el ídolo tuvo sobre una audiencia con su estilo proto-punk, su sacudida de caderas y su mezcla de country y R&B, y supo que podía hacer dinero con este chico.