JIRONES DE NUESTRA HISTORIA
EL OTRO MIGUEL HIDALGO, EL DESCONOCIDO Y SU LADO OSCURO; NO ES EL HÉROE QUE NOS CUENTA LA HISTORIA OFICIAL.
Por: José Luis Jaramillo Vela
De cuna de seda y de noble estirpe
Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, nació el 8 de mayo de 1753 en la Hacienda de Corralejo, Alcaldía Mayor de León Guanajuato, Nueva España y de familia acaudalada, ricachones de rancia estirpe española; desde la edad de doce años fue enviado a Valladolid (actual Morelia) a estudiar con los Jesuitas, pero al ser estos expulsados de la Nueva España, ingresó al Colegio de San Nicolás (actual Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo), en donde estudió Teología, Filosofía y Artes, así como latín, francés, náhuatl, otomí y tarasco.
Desde esa corta edad, Hidalgo ya asomaba rasgos de su cambiante personalidad, al grado de que sus compañeros le apodaban “El Zorro” debido a su astucia, sagacidad y ciertos rasgos que denotaban su poco espíritu de arrepentimiento ante ciertas situaciones; el jovencito Hidalgo, mostraba que podía ser un tipo muy agradable, amable, simpático y bondadoso, pero también dejaba ver que en ocasiones podía ser cruel, inhumano y poco cristiano.
A la edad de 25 años, se ordena como sacerdote y es en esta etapa donde el cura Miguel Hidalgo desarrolla todo su potencial cristiano y su espíritu de servicio; instruyendo y capacitando a los indígenas en el cultivo de la vid que además le ayudaban en su producción de vinos, así como la crianza del gusano de la seda, también instaló un taller de cerámica, una fábrica de ladrillos, inició el curtido de pieles en la región y hasta creó una orquesta de músicos indígenas y mestizos. Es decir los capacitaba, pero para que trabajaran en sus múltiples negocios.
Con 39 años de edad, Hidalgo es nombrado Director del Colegio de San Nicolás y es aquí donde se comienzan a notar cambios negativos en el cura Hidalgo, quien además se muestra muy receptivo y proclive a las nuevas ideas liberales y de cambio, que venían procedentes de Europa y que tanto furor estaban causando en el ámbito político y social de la mayoría de los países y la Nueva España no era ajena a esos movimientos sociales en el mundo.
Conductas inapropiadas para un cura, dos maestros muy liberales…es destituido
Los investigadores Eugenio Aguirre, José Herrera Peña y Luis Castillo Ledón, cada uno por su parte, señalan a un cura Miguel Hidalgo que contrasta por completo con la imágen que de él nos presenta la historia oficial de México, tanto en lo físico, como en su personalidad y comportamiento; Aguirre y Castillo han investigado su vida y Herrera Peña ha investigado su fisonomía y ninguno coincide con el Miguel Hidalgo que conocemos.
Desde su juventud cuando estudiaba para ser sacerdote, se sabía que era más la insistencia de sus padres para que fuera clérigo, que su verdadera vocación; lo de él era la juerga, la jugadita, las muchachitas, la pendencia y el derroche, cual verdadero “junior” de la época colonial, sin embargo por su juventud se le perdonaban sus deslices.
En noviembre de 1799 llega a México el cura peruano Fray Melchor de Talamantes y Baeza, fiel seguidor del pensamiento francés libertario de la época, representado por Voltaire, Rousseau y Montesquieu, estos tres habían provocado que soplaran vientos de cambio y libertad por todo el mundo, que tenían preocupados a los gobiernos, monarquías y a la Iglesia; en México, Fray Servando Teresa de Mier era el máximo exponente de este movimiento, pero por obvias razones operaban en la clandestinidad.
Hidalgo adoptó el pensamiento liberal y se adhirió a Fray Melchor de Talamantes y a Fray Servando Teresa de Mier, como lo hizo otro cura, José María Morelos y Pavón, así como comerciantes, militares, empresarios y gente que ya no estaba en acuerdo con la forma de gobernar de la Corona Española.
En esa época, Miguel Hidalgo aún era el Director del Colegio de San Nicolás, pero su comportamiento no estaba siendo el adecuado; al Arzobispado de México habían llegado los rumores de las constantes juergas, borracheras y una que otra pelea del cura Miguel Hidalgo, así como la noticia de que estaba maltratando a los estudiantes; para colmo de males, el General Félix María Calleja del Rey, jefe del Ejército Virreinal, le informa al Arzobispo General de la Nueva España, Fray Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera de que los curas Hidalgo y Morelos estaban bajo sospecha de conspiración y estaban siendo vigilados por él mismo y por la Santa Inquisición.
El Arzobispo ordena su destitución como director del Colegio de San Nicolás y lo envía a la Diócesis de Guadalajara para ser prácticamente refundido como párroco de Colima, en un evidente castigo por sus escándalos.
El cura Hidalgo ya de cura tenía muy poco… y lo peor, no parecía componerse
Los investigadores Aguirre y Castillo Ledón coinciden en que Miguel Hidalgo era un tipo encantador y muy sociable, el problema era que esos atributos los mostraba solo a la gente importante, a la aristocracia, a los gobernantes, intendentes y autoridades, a los altos jefes militares y eclesiásticos, a los comerciantes, empresarios y hacendados, de modo que todos ellos lo adoraban; al mismo tiempo se mostraba soberbio, despótico y cruel con las personas de la calle y no se diga con los indios; ante el desvalido afloró el verdadero Miguel Hidalgo, que en realidad siempre estuvo presente, pero con el tiempo se hizo mas patente.
No tardaron en llegar noticias desde Guadalajara y Colima al Arzobispo General de México, desde Guadalajara se destapa que el cura Hidalgo estaba casado desde hacía tiempo y tiene cinco hijos (Agustina, Mariano Lino, María Josefa, Micaela y Joaquín), todos ellos reconocidos; por otra parte, de Colima llegan versiones de sus aventuras en el juego y con mujeres; el Arzobispo Alarcón está decidido a excomulgar a Hidalgo, pero algunos Obispos y personas de la alta sociedad se opusieron por ser amigos de Hidalgo; lo que parece increíble es que Hidalgo haya podido esconder su situación familiar tanto tiempo.
El Arzobispo General de México, Próspero Alarcón decide castigar aún más a Hidalgo y lo envía a ponerse a las órdenes del Párroco de Dolores en la Intendencia de Guanajuato y éste a su vez le asigna encargarse de los curatos de Dolores y San Felipe Torres Mochas; lejos estaba el Arzobispo de comprobar que esta decisión resultaría peor.
Hidalgo se enrola en la Conspiración de Querétaro
A donde sea que fuese enviado, lo primero que hacía Hidalgo, era establecer buenas relaciones con los grupos y personas poderosas y pudientes de la localidad, eso le brindaba una especie de protección a sus habituales deslices, que no correspondían a la investidura de un sacerdote; en Guanajuato había hecho amistad con el Intendente Riaño y en Querétaro había entablado amistad con el Corregidor Miguel Domínguez, pero de una manera poco correcta, poco decente e impropia de un cura….
Corrían fuerte los rumores de que el cura Hidalgo se relacionaba con mujeres casadas y que una de sus “conquistas” habría sido Josefa Ortíz Téllez-Girón de Domínguez, nada menos que la esposa del Corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez Alemán; ella lo habría llevado a las reuniones del grupo conspirador y esa fue la razón por la que el Arzobispo General de México ya no quiso saber más y decidió dejar el asunto del cura Miguel Hidalgo en manos del General Félix María Calleja y de la Santa Inquisición.
Se descubre la Conspiración y en contra de lo planeado, Hidalgo decide encender la mecha de la insurgencia
Hidalgo no era conspirador, él no buscó a los conspiradores, ellos lo buscaron a él; Hidalgo se unió al movimiento, motivado únicamente por sus intereses personales y nunca por intereses verdaderamente patrióticos o nacionalistas; la Corona Española había decidido aumentar de manera brutal los impuestos en la Nueva España, debido a que se estaba generando una enorme riqueza en todas las actividades económicas, mucha gente se estaba enriqueciendo con los negocios y las actividades productivas y la Corona Española quería su parte y se lo cobraba por a vía de los impuestos y estos eran tan desorbitados que realmente estaban afectando a los productores, comerciantes, así como a la industria, comercio, minería, industria pesquera y actividades agropecuarias y en general a todos los ricos.
Ese era el verdadero motivo de Miguel Hidalgo para unirse a la insurgencia, sus grandes negocios y los de su familia estaban siendo afectados por la Corona. Por otra parte, la conspiración había sido descubierta y Calleja traía ya la orden del Virrey para arrestar a Hidalgo y a los militares Ignacio Allende, Ignacio Elizondo, Mariano Abasolo, Mariano Jiménez y Juan Aldama. Justo una noche antes de dar el Grito de Independencia, Hidalgo se reunió con todos esos militares y es dijo en un tono furioso que “No nos queda más remedio que ir a matar gachupines”, les causó extrañeza, puesto que no le conocían a Hidalgo ese tono de vocabulario, señal de que ya era otro Miguel Hidalgo el que estaban viendo.
El “Doctor” Hidalgo y “El Generalísimo de Todas las Américas”; errores y horrores de Hidalgo
Los militares insurgentes Allende, Abasolo, Jiménez y Aldama ya habían notado un cambio radical en Hidalgo y se preguntaban si este era el verdadero Hidalgo (Ignacio Elizondo ya se había separado al pactar con Calleja su perdón a cambio de traicionarlos).
Al iniciar el movimiento, Hidalgo se autonombra “Doctor” y se confiere el grado de “Generalísimo de Todas las Américas y Protector de la Nación” y como primera acción asalta la cárcel de Dolores, ordenando matar a los guardias y liberando a cincuenta presos, a los que hizo jurar lealtad a cambio de libertad.
En Celaya, Hidalgo ordena arrestar a todos los españoles y sus familias y se los lleva a San Miguel el Grande, donde también arresta a todos los españoles de ahí y ordena saquear la ciudad; luego ordena fusilar a todos los españoles prisioneros; aquí surge el primer roce con los militares que se niegan a fusilar a los prisioneros españoles, sin embargo, el saqueo se llevó a cabo, dejando muchos inocentes muertos. Allende amenaza a Hidalgo con abandonar.
De ahí se van a Chamécuaro, donde también arresta a todos los españoles y vuelve a saquear el pueblo, con la diferencia de que aquí el propio Hidalgo participa en los saqueos a las casas y comercios, llegando al extremo de que él mismo saqueó la iglesia del lugar. Producto de ese saqueo, Hidalgo se embolsó ochenta mil pesos para él.
Cuando llegan a Guanajuato, ya el ejército insurgente traía noventa mil hombres el Intendente Riaño había previsto la invasión y ordenó que todos los españoles, criollos y familias acaudaladas se escondieran en la Alhóndiga de Granaditas, así como víveres y provisiones para resistir el asalto. La ciudad fue saqueada e incendiada, cuando tomaron por asalto la Alhóndiga, Hidalgo ordenó primero despojar a todos de su dinero y joyas, una vez robados, asaltados y vejados, Hidalgo ordenó a su enardecida turba asesinarlos a todos; el primero en caer asesinado fue el Intendente Riaño que como autoridad se puso al frente, después todos fueron masacrados, hombres, mujeres, niños y ancianos en un verdadero festín de bestias sedientas de sangre, dolor y muerte que Hidalgo parecía disfrutar al máximo. A esta multitudinaria masacre le siguieron tres días de saqueos, robos y violaciones; el terror que estaba sembrando Hidalgo tenía muy molestos a los militares que lo acompañaban.
Después de esto, Hidalgo se reúne con Morelos y lo envía a tomar Toluca para él encargarse de Valladolid (Morelia) y Guadalajara. Al entrar a Valladolid, Hidalgo se entera de que todos los españoles, criollos, ricos, y hacendados han abandonado la ciudad y enfurece tanto que ordena el saqueo de la ciudad, mientras que él se dirige hacia la Catedral de donde como vulgar ladrón se roba 400 mil pesos y además todos los objetos sacros y valiosos.
En Valladolid, Hidalgo se entera de que Guadalajara ha sido tomada por uno de sus jefes insurgentes, José Antonio Torres, conocido como “El Amo”; de inmediato el curita sale disparado hacia La Perla de Occidente, pues siente que uno de sus subordinados le ha comido el mandado; llegando a Guadalajara, “El Amo” Torres ya le tiene preparada una entrada triunfal, apoteósica, la ciudad entera se le brinda al sacrosanto cura, quien como artista en apogeo, se deja querer por sus fans, así Hidalgo y la insurgencia ya son dueños de Guadalajara y cual gobernante platanero de la actualidad, se aposenta en el Palacio de la Real Audiencia (actual Palacio de Gobierno de Jalisco) y lo hace suyo. Ahí se organiza una recepción en donde aparece un cura Miguel Hidalgo ya completamente desaforado, desubicado y fuera de la realidad, ataviado con una sotana galonada, al estilo de un Rey europeo, con una banda cruzando su pecho, tal y como lo haría un Jefe de Estado y flanqueado por dos muchachas jóvenes, cual si fuera luchador de la Triple AAA subiendo al ring, en una recepción donde más parecía un acto propio de una monarquía que una fiesta popular. Después de este acto, la ciudad de Guadalajara fue saqueada, produciéndose otra masacre de españoles y sus familias, ordenada por Hidalgo. Tras estos reprobables hechos, el Capitán Ignacio Allende y los militares del movimiento trazaron un plan para envenenar al “cura bribón” como ya ellos lo llamaban, sin embargo, el clérigo Severo Maldonado los persuadió de no hacerlo.
El verdadero rostro de Hidalgo, también aquí nos han mentido
De manera metafórica ya vimos cómo era el verdadero “rostro” de Hidalgo en cuanto a su personalidad; ahora veremos que fisiológicamente, el rostro de Hidalgo que la historia oficial nos ha presentado tampoco corresponde al verdadero rostro de Miguel Hidalgo. Las investigaciones del Dr. José Herrera Peña sobre el rostro de Hidalgo, arrojan datos interesantes.
Existen una serie de cuatro o cinco retratos que aparentemente son de Miguel Hidalgo, pero están tan mal hechos que parecen dibujos o bocetos muy poco profesionales y lo peor es que ninguno de ellos se parece entre sí, ni están firmados por nadie, por lo que los historiadores ni los consideran.
De acuerdo a la historia no contada, el Emperador Maximiliano fue quien ordenó hacer un retrato de Hidalgo, pero cincuenta años después de su muerte; para ello contrató al pintor y artista Joaquín Ramírez, sin embargo las investigaciones arrojan que el Miguel Hidalgo que pintó Ramírez corresponde a un sacerdote belga perteneciente al séquito real de Maximiliano y Carlota, quien habría posado para darle a Hidalgo esa aureola de “viejo bonachón”.
El investigador Herrera Peña encontró una estatuilla de Miguel Hidalgo tallada en madera, de unos veinte cms. de altura, realizada por Clemente Terrazas, quien era compadre de Hidalgo y se estima que eso es lo más parecido que existe al verdadero rostro de Hidalgo, aunque no se parece al que históricamente nos han presentado. Dicha estatuilla se encuentra en el Museo Nacional de Historia
Los investigadores han propuesto exhumar el cráneo de Hidalgo de la Columna de la Independencia, para que en base a las técnicas y procedimientos científicos modernos y con la Inteligencia Artificial se pueda establecer el verdadero rostro de Hidalgo, pero los dos últimos gobiernos mexicanos se han rehusado a esa posibilidad.
En 1902, las Logias Masónicas de la Ciudad de México presionaron al entonces Secretario de Justicia e Instrucción Pública, Don Justino Fernández Mondoño para que se declarara como oficial los retratos que de Miguel Hdalgo hizo el artista y pintor Joaquín Ramírez.
Fuentes Bibliográficas:
+ mexicodesconocido.com.mx
+ política.expansion.mx
+ ibookeros.com
+ reporteindigo.com
+ elsiglodetorreon.com.mx
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+ agencianotimex