Carlos del Castillo llevó la dura historia de su padre a la pantalla en este relato esperanzador.
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Por: Sofía Gómez G.
Hace años, Alfonso Castillo les contaba sobre su infancia a sus hijos. Uno de ellos, Carlos, se hizo cineasta y decidió llevar ese relato a la pantalla, los momentos en los que el héroe de la casa, su superpapá, se desmoronaba. Los recuerdos eran crudos y revivían las manos y los pies destrozados por el trabajo en una mina, el fogón de palo en el que cocinaba para sobrevivir y los trabajos que pasó para no morir de hambre. Tenía 11 años, y su madre había muerto de forma repentina.
Décadas más tarde, la vida de Amado Suárez se cruza con la de Carlos del Castillo, cuando el director y guionista busca actores para su película. Amado tiene 13 años, vive en Monguí, Boyacá –su pueblo natal–, donde ha enfrentado el abandono y el maltrato, dormir en la calle y caminar hasta una hora para ir a la escuela. Una historia trágicamente similar a la del papá del cineasta.
“Recorrimos 42 pueblos de Boyacá y Cundinamarca, hasta llegar a Monguí. Cuando ya teníamos al protagonista escogido, nos hablaron de Amado. Al conocer su vida, supe que él era mi Alfonso”, cuenta Carlos del Castillo, que escribió y dirigió El niño de los mandados, relato que transcurre en los años 50, en una época en la que los derechos de los niños eran todavía menos respetados.
Pero no todo es amargura. El filme sigue a Alfonso (el personaje) en un pueblito en el que, luego de abandonar la mina, se dedica a ser el mandadero en la única botica y descubre su amor por la medicina.
‘Lavaperros’, único filme colombiano que compite en Festival de Huelva“Hicimos esto con las uñas. Pero es una película muy romántica; alguien podría tildarla de cursi si quisiera, y no lo culparía –expone el director–. Aquí no hay bala, no hay tetas ni persecuciones, no hay mafiosos ni violentos. Es de esas historias que mueven el alma”.
Cada imagen es como pasar la página de un viejo álbum fotográfico de color sepia. Hay esa sensación de antigüedad, pero también la entrañable cotidianidad campesina que empezaba a ser permeada por el trasegar de la ciudad.
En el caso de Amado las cosas también son alentadoras: ahora vive apadrinado por una familia en Monguí y luego de su protagónico en El niño de los mandados estudia becado arte dramático en la academia Charlot. Su personaje le mereció el premio al mejor actor en un festival alternativo en Cannes, uno de los siete reconocimientos que ha obtenido el filme a su paso por estos certámenes.
“Hablamos de esa costumbre de juzgar a la gente sin saber su historia, su dolor; creo que esta película tiene un corazón dulce, y eso le gusta a la gente, que está agotada de ver otras cosas”, asegura Del Castillo.
Quiero que la gente sienta empatía, compasión, que nos demos cuenta de que unos tienen mucho y otros, muy poquito y que, tristemente, la vida nos pasa por encima sin hacer nada
Después de ver frustrado el estreno de su anterior largometraje –La ciénaga, entre el mar y la tierra, debido a problemas legales–, el realizador espera con emoción que su niño de los mandados llegue al mundo digital a través de Mowies, sobre todo en coincidencia con la fecha en la que cumplen 50 años de casados sus papás, Alfonso y Luz Mery, cuya historia de amor también se dibuja en la pantalla.
Los recaudos de la premier digital –que será del 21 al 23 de noviembre– se destinarán a los tratamientos de niños de escasos recursos que apoya el Instituto Roosevelt. Pero la película -que cuenta con las actuaciones de prestantes actores como Alejandro Buenaventura, Judy Henriquez, Ramiro Meneses y Luis Fernando Montoya (fue esta su última participación antes de fallecer)- permanecerá disponible en Mowies hasta final del año.
‘Luz’, una audaz bofetada al fanatismo religioso“Quiero que la gente sienta empatía, compasión, que nos demos cuenta de que unos tienen mucho y otros, muy poquito y que, tristemente, la vida nos pasa por encima sin hacer nada”.