para pacificar al país
Por: Gerardo Jimenez
Aunque han existido líderes del narcotráfico desde sus albores hasta hoy, las bases sociales y las redes de producción, distribución y consumo son las que sostienen esta actividad.
Por ello, prácticamente todas las aprehensiones de cabecillas que se han llevado a cabo en la llamada «guerra contra el narco» han sido inertes, no han sido capaces de mermar una de las actividades más longevas en Sinaloa y, más todavía, en torno a las cuales han emergido y desarrollado varias poblaciones en la zona serrana del estado, sostuvo Juan Antonio Fernández Velázquez, doctor en ciencias sociales y especialista en historia de la violencia.
En entrevista exclusiva para periódico EL DEBATE, el también autor del libro El narcotráfico en los altos de Sinaloa aseguró que la despenalización de la mariguana sería un paso importante para pacificar al país:
Se avanzaría mucho más con esa medida que con todas las que se han intentado hasta la actualidad
Aunque —puntualizó— permitir y regular su producción no implicaría estar en la antesala del fin del narcotráfico.
En torno a los líderes como Joaquín Guzmán Loera, enfatizó que «son los entes mediáticos, palpables y visibles, podríamos decir», pero no son la condición vitalicia del narcotráfico, no son el sine qua non de esta actividad:
Son la versión “romántica” del niño pobre que se hace rico, del rico que ayuda a los pobres, del narco protector
¿Cómo y cuándo Sinaloa se volvió un estado narco?
Las fechas, como ya se ha publicado en diversos libros, la situamos en la década de los 40, en torno a la Segunda Guerra Mundial, pero eso es intrascendente. Lo importante es ver el cómo. El narcotráfico fue un proceso en el que los pobladores de la sierra veían en el cultivo de enervantes una posibilidad de desarrollo económico, y una posibilidad que no era ilícita.
También debemos decir que fue iniciado por personas pobres, muy pobres. Dejemos claro entonces que al inicio no existe plenamente la conciencia de lo ilegal ni el estereotipo del narco ostentoso, de opulencia, con una vida de lujos y excentricidades.
Pero hoy en día sí existe esto último, ¿cómo fue posible esa metamorfosis?
Al inicio, en los ocho municipios que conforman los altos de Sinaloa, el cultivo de mariguana y amapola era y sigue siendo una actividad de subsistencia, pero se realizaba en torno a una serie de códigos. Primero, no había una conciencia de lo ilegal y había respeto mutuo por los terrenos y la familia.
Cuando el gobierno inicia las campañas de erradicación de cultivos, entra de lleno la conciencia de lo ilegal, se identifica a un enemigo, ante lo cual habría que armarse y estructurar una logística para evadirlo, y, paralelamente, hay un contacto directo con el mayor mercado consumidor: Estados Unidos.
Es en este contexto donde surge el Sinaloa narco que se conoce mediáticamente; es decir, de ilegalidad, grupos armados, productores y distribuidores. Y, como te decía, ya se tiene conocimiento del gran mercado, y el objetivo de subsistencia es sustituido por el de comercializar con el mayor socio, Estados Unidos, y el código de respeto mutuo se va diluyendo, imponiéndose la competencia.
¿Qué implicaciones tiene esa transformación?
Muchas, básicamente lo que se ve ahora. Se involucra mucho más gente, autoridades, incluso; se produce a gran escala, se distribuye también al por mayor, y los réditos son mayores.
Es precisamente en este contexto de competencia y expansión donde surgen las disputas violentas, los narcocorridos, la proyección del narco ostentoso, donde a través de las canciones, las fotos, las mandas se proyecta hacia afuera la oferta del «paraíso terrenal», se oferta el éxito, el dinero, la protección y la opulencia. Justamente en torno a estos elementos se crean las bases sociales del narco.
El traficante protege y se le protege, donde la idea y aspiración a ser narco permea entre la población, y ya no solo en la sierra. En síntesis, lo que algunos llaman «narcocultura». Se configuran y acentúan cuatro elementos actuales: la vocación comercial del narco, el apoyo de las bases sociales, la naturaleza violenta y el narco líder y protector.
¿Y qué pasa después en Sinaloa?
A partir de entonces se asocia a Sinaloa con el narco. A raíz de esa proyección, todos creen que aquel que nace en Sinaloa nace para narco, se dedica al narco, trabaja para el narco y muere para el narco, y se toma eso como una verdad absoluta.
¿El Chapo Guzmán es parte de esa proyección?
En parte sí. El que parte del jurado le hayan pedido un autógrafo es porque esa parte del jurado consume esa versión mediática, del narco exitoso, del narco que todo lo puede, que es una figura que permeó en el imaginario colectivo en las décadas de los 80 y 90, cuando fueron aprehendidos y proyectados como personas adineradas, bondadosas, benignas; imágenes que se fueron multiplicando, ahora, a través de las redes sociales.
Definitivamente, sí existen narcos exitosos, si se les puede llamar así, que llevan una vida de riqueza, de ostentación, de dispendio, pero eso es solo una parte de toda esa trama que se llama narcotráfico. Sin embargo, en esta inmensa red, no todos entran, eso hay que dejarlo claro, porque es un estereotipo que se produce y reproduce una y otra vez. Hay que puntualizar entonces que en Sinaloa no todos son narcos, no todos trabajan para el narco. En el estado hay universidades, profesionistas, hay cultura, educación, polos de desarrollo.
Con el juicio del Chapo, ¿estamos ante el posible cese de la producción y del tráfico de drogas en nuestro estado o el fin de los cárteles en el estado?
Te lo decía al inicio de la entrevista: el narco no es un asunto de líderes; tiene bases sociales, redes de producción, distribución y consumo que lo sostienen.
¿La entidad está condenada a vivir y a desarrollarse inmersa en el narcotráfico, en esa epidemia de la violencia?
Te decía que eso es solo una parte. Decir que Sinaloa está inmerso en un mar de violencia es ignorar a todo lo demás, sería no tomar en cuenta lo que hacen los demás, no tomar en cuenta a la gente que no se dedica a eso. Y eso no es lícito.
Se dice que la economía depende directamente del narco, y yo te diría que no. Es cierto que el narco permea en el ánimo, sobre todo de los jóvenes, que lo imitan en la forma de comportarse, en la forma de vestirse, en la forma de manejarse en la vida. Eso es cierto.
¿Con la posible legalización de la mariguana se estaría en la antesala del fin del narcotráfico?
Primero, habríamos de subrayar que lo que se pretende es despenalizar la producción y el consumo de droga porque actualmente es legal cierto grado. Y sobre la pregunta, pues en países como Uruguay ya se ha llevado a cabo. Me parece algo positivo, si no es que la mejor y más interesante alternativa para pacificar al país.
¿Por qué sería buena e interesante la medida de despenalizar la mariguana?
Bueno, porque es un tema de salud pública, no es exactamente un tema de seguridad. Por eso es que despenalizar sería bueno, porque se estaría afrontando el problema desde otro enfoque, un enfoque diferente a la guerra frontal, que hasta el momento no ha traído los resultados deseados.
Definitivamente, creo que se estaría dando un paso más hacia la pacificación del país, y no solamente por el tema de los muertos, sino porque hoy en día a un toxicómano se le considera un delincuente, y eso, en lugar de solucionar el problema, lo agrava. Desde el ámbito de las ciencias sociales y de la salud, se debe tratar a los toxicómanos no como un transgresor a la ley.
El laboratorio para comenzar a producir regulatoriamente la mariguana sería en zonas serranas, como lo ha expresado el senador Rocha Moya…
Sería una alternativa de empleo legal para los pobladores serranos que actualmente lo hacen, pero que precisamente por eso viven al margen de la ley, son cooptados y atemorizados o perseguidos por el estado.
¿La despenalización le quitaría poder de influencia a los narcotraficantes?
Yo no podría decir eso. Lo que sí podría decir es que los habitantes de la zona serrana que actualmente cultivan estarían menos presionados por los narcos y por el gobierno. Sería un paso más hacia la pacificación.