Las energías de los dioses tarahumaras se funden con la de los católicos para liberar, nuevamente, a Jesús
Los tarahumaras o rarámuris, como se llaman entre ellos, son conocidos por tener una gran capacidad física para correr largas distancias, una actividad que los distingue como población y que la lengua yuto-azteca define como «los de pies ligeros».
Esta capacidad física también se despliega en Semana Santa pues los rarámuris pasan esos días danzando y luchando alrededor de las humildes iglesias que se erigieron en el siglo XVII cuando los misioneros jesuitas llegaron a esas montañas tarahumaras.
El llamado «mundo tarahumara» ocupa un territorio de 35.000 km cuadrados y en toda esa zona se encuentran esparcidos 30 templos modestos en los que se celebran los rituales propios del Comonorirawachi, una palabra que significa «cuando caminamos en círculo» y que se practica en Semana Santa.
El rarámuri da vueltas alrededor del templo y también da vueltas sobre sí mismo, como si se tratara de un astro alrededor de su sol. Incluso, echados en el suelo de las iglesias, dan vueltas, y todo esto con el fin de desatar a las deidades buenas de las fuerzas del mal.
Jesús y sus padres celestiales
En la religión actual de los rarámuris, existe un interesante sincretismo en el que se han fundido elementos cristianos y tarahumaras que ha generado la existencia de varias fuerzas divinas que dominan el universo, Jesús entre las principales.
Existe un dios masculino venerado por el nombre de Ríosi, o también por el término prehispánico de Onorúame, que es «Gran Padre» y es, asimismo, el sol.
Para los rarámuris el recorrido cotidiano del sol es percibido como una caminata diaria y, en ese caminar, el humano recibe el conocimiento de su dios que es esa figura paterna que lo protege.
Onorúame está casado con Lyerúame, que es la Virgen María y es también la luna, una madre que vela por sus hijos.
Las dos deidades viven en el cielo con sus hijos varones llamados «sukrito» que deriva de Jesucristo, mientras que a las hijas se les conoce como «santi» que proviene de la palabra santo.
Entonces, de acuerdo con este sincretismo, a cada figura católica, incluyendo a Jesús, se les reza y se les pide como se hace en cualquier iglesia católica.
Y porque no existe el bien sin su contraparte maligna, el diablo tiene un rol muy importante en esta religión rarámuri. Se trata del Riablo, que sí se diferencia en muchos aspectos al que describe el cristianismo en general.
Este Riablo es hermano del dios Onorúame y a veces trabajan juntos para castigar a los humanos que se han portado mal.
Además, el Riablo tiene hijos a los que protege, que son todas aquellas personas que no son rarámuris y que en el mundo tarahumara se conocen como chabochis, una palabra que se traduce en «los que tienen barba».
Pero, aunque es una deidad maligna, es posible transformarlo en bueno cuando se le apacigua de forma adecuada y se mantiene a raya cuando se le ofrecen pequeños sacrificios.
Tomando en cuenta todos estos datos. ¿Cómo es la Semana Santa?
Un viacrucis peculiar
El encanto de la Semana Santa rarámuri tiene que ver con toda esa cosmogonía prehispánica que prevalece pese a la absorción de las figuras cristianas que llevaron los religiosos españoles a esas zonas remotas en las que se asientan las diferentes comunidades tarahumaras.
Y, dependiendo de la comunidad rarámuri y de su templo, es posible que la celebración de la Semana Santa tenga variaciones. Pero, en esencia, la batalla entre el bien y el mal es algo que sucederá.
La figura de Jesús, o la Cruz de madera, son protagonistas de estas procesiones, aunque se sabe que en tiempos prehispánicos, los tarahumaras celebraban rituales en estas mismas fechas para pedir a los dioses sembradíos saludables y buenas cosechas.
Es por ello que, la celebración de la Semana Santa va de la mano con el inicio del ciclo agrícola y la comida está presente como parte importante de las jornadas religiosas.
Además, en la batalla, tanto los representantes del mal o fariseos, como los soldados del bien o pintos, toman la cerveza de maíz artesanal llamada tesgüino que es la que les permite tener el estado de vulnerabilidad que tiene dios y que lo hace estar en las garras del mal porque fue el Riablo el que lo llevó a tomarla.
Las danzas, los giros y todo ese movimiento que se desarrolla por 48 horas elimina las ataduras que mantienen a dios atrapado, al tiempo que permite una conexión espiritual profunda con las deidades que habitan el cielo.
Los rarámuris que participarán en la batalla son casi siempre varones y se empiezan a preparar para esa lucha desde el Domingo de Ramos cuando pintan sus cuerpos con cal.
Las vestimentas ya han sido cocidas previamente por las mujeres que también se han ocupado de cocinar toda la comida que se degustará durante esos días.
Los rituales se desarrollan con fuerza los días jueves, viernes y sábado santos al ritmo de los tambores que no paran de repiquetear.
El jueves hay procesiones, misas y lavado de pies. El viernes hay baile-lucha entre los fariseos y los soldados del bien, viacrucis y adoración de la cruz. El sábado sigue el enfrentamiento entre los bandos, la resurrección de Jesús y la quema de Judas y el domingo hay una misa de celebración del regreso del hijo de dios.
El Judas ha sido confeccionado previamente con paja y ramas, y vestido con ropas de chabochis o mestizos ajenos a los rarámuris. Esta figura acompaña todas las danzas y procesiones y el sábado en la noche es quemado en una hoguera en medio del júbilo de todos los asistentes porque con esta «muerte» se espantan los malos espíritus, las amenazas y los peligros.
El Riablo al acecho
El jesuita Sebastián Salamanca ha prestado servicio a la comunidad rarámuri, y allí en medio de montañas, alejado de las grandes ciudades y sin señal de celular sintió que verdaderamente se conectaba con dios.
«Paradójicamente, la desconexión me brindó la oportunidad de reconectarme con lo esencial: Dios viviendo en medio de su pueblo, un pueblo pobre que comparte con su Dios lo que tiene», escribió Salamanca en el sitio The Jesuit Post.
Tras su experiencia en estas comunidades, el jesuita dijo que el pueblo rarámuri «carga múltiples cruces» y «enfrenta múltiples amenazas» como «la violencia del narcotráfico, el cambio climático y las sequías, una cultura occidental arrogante e insensible, una educación descontextualizada de su realidad, programas de asistencia social que perjudican a sus comunidades, iglesias de otras denominaciones cristianas que erosionan y fracturan familias y pueblos» y «la lista podría continuar».
Entonces, todas las tradiciones de los rarámuris están en riesgo, como está en riesgo su propia existencia.
Las Naciones Unidas alertó a fines del año pasado que la Sierra Tarahumara es un lugar «acosado por intereses privados, los caciques locales y los grupos de narcotraficantes» debido a que es una zona que cuenta con muchas riquezas naturales que han sido resguardadas por sus pobladores originarios desde hace cientos de años.
Es una situación que ha ido avanzando en las últimas décadas y de la que tienen conocimiento las autoridades nacionales e internacionales.
María Luisa Bustillos, gobernadora de la comunidad indígena de Norogachi dijo en 2019 a los representantes de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP): «Cada año se van acabando nuestros bosques, nuestras tierras, nuestras aguas. Por eso decimos que es muy importante seguir conservando, unirnos para tomar en serio este tema de la conservación».
Según datos de la UNEP, en la Sierra Tarahumara la deforestación se aceleró en las últimas décadas, «los hábitats se fragmentaron y la densidad de los bosques se redujo. Crecen la tala ilegal y la producción de drogas».
«El narcotráfico es una actividad que tiene un importante lugar en ciertas áreas de la sierra y que influye en la reproducción social y cultural de los tarahumaras, pues además de que ha propiciado el despojo de sus tierras y de las de otros grupos», se lee en el sitio web del Gobierno de México.
Vivir la experiencia
No todas las comunidades rarámuris aceptan la presencia de espectadores en sus rituales de Semana Santa, sin embargo, existen algunas que permiten visitantes en algunas de las etapas de estas ceremonias.
Existen agencias turísticas que ofrecen paseos guiados de 1 a 3 horas por los escenarios rarámuris que cuestan entre 10 y 30 dólares.
También hay turistas que viven la experiencia de forma más profunda pasando la noche en alguna de estas comunidades y conectando verdaderamente con la cultura tarahumara como es el caso de los viajeros del canal de YouTube El Souvenir que lograron experimentar de cerca al Semana Santa rarámuri.