Trató de seguir los pasos de ‘Minority Report’ con una película que no despertó pasiones.
Hablo de Los agentes del destino, producción de 2010 que también contó con Emily Blunt, Anthony Mackie, Terence Stamp e incluso con un todavía desconocido Pedro Pascal en un papel minúsculo. La propuesta giraba sobre un joven político, a quien daba vida Damon, que tras enamorarse de una bailarina ve alterado el rumbo de su vida. Su intención pasa por perseguir una vida feliz junto a ella, pero un misterioso grupo de personas que se presentan como guardianes del tiempo tratarán de impedir que cambie el destino que la vida tiene escrito para él.
Básicamente, se trataba de Matt Damon emulando los pasos de la estrella de Top Gun o Misión Imposible en Minority Report, en donde seguíamos a un agente que tras descubrir que cometerá un asesinato intentaba enfrentarse al sistema y desafiar su futuro predeterminado. De hecho, la historia del clásico de Spielberg también se guiaba por un componente emocional, con el personaje de Cruise motivado por los sentimientos hacia su hijo secuestrado y asesinado. Aunque este parecido no es casual.
Los agentes del destino adaptó otro relato de Philip K. Dick, quien escribió la historia original de Minority Report y a quien también debemos el material de clásicos de los 80 y los 90 como Blade Runner o Desafío total. Eso sí, esta vez el componente filosófico de la ciencia-ficción y la espectacularidad de la acción pasaba a un segundo plano, ya que aquí se priorizó el entramado romántico. De cara a tejer un producto más comercial y acercar el film a un público que solo busca desconectar y no comerse mucho la cabeza, no era una mala decisión, pero, valorando todas las posibilidades que dejó entrever y que nunca explotó o explicó con detenimiento, acabó condenándole al olvido.
Una película absurda, pero muy disfrutable
La tengo algo difusa en mi memoria, ya que no he vuelto a verla desde su estreno en 2010, pero sí recuerdo que se sentía como una película bastante absurda, con muchos agujeros y que no sabía controlar el tono entre el drama romántico y la ciencia-ficción. No obstante, también recuerdo que me hizo pasar un rato muy entretenido, que salí del cine pensando que es de esas propuestas que te enganchan y te salvan cualquier tarde del aburrimiento. Al fin de cuentas, el concepto sobre el que se construye su relato tan marcadamente pasteloso está lleno de posibilidades, por lo que creo que con un ligero esfuerzo en pulir el guion y en mostrar más garra y ambición tras las cámaras podríamos haber estado ante un nuevo clásico.
Tal vez, uno de sus principales problemas es que se contó con un director sin experiencia como George Nolfi. Venía de escribir grandes thrillers de acción como Bourne: El ultimátum, donde también coincidió con Damon, y ya se había adentrado en la ciencia-ficción firmando el guion de Rescate en el tiempo para actores como Paul Walker o Gerard Butler, sin embargo, quedó demostrado que un proyecto de tantas capas como Los agentes del destino le quedaba grande para debutar tras las cámaras.
No fue destrozada por la crítica ni se estrelló en taquilla, pero las reacciones fueron muy tibias (como bien refleja su puntuación de 60/100 en Metacritic) y salvó los muebles por poco margen. Con un presupuesto de 50 millones de dólares, solo recaudó 127,8 en todo el mundo, lo que comparado con los 358,3 millones que hizo Minority Report en 2002 se deja claro que estuvo lejos de alcanzar sus objetivos. Aunque, como vengo diciendo, al final no estábamos ante un producto que pudiera competir en su misma liga.
Por todo ello, se entiende que el paso del tiempo la haya borrado de nuestra memoria. Matt Damon no era Tom Cruise, la película no se abrazaba lo suficiente a la ciencia-ficción y su enfoque romántico convertía en absurdo su ambicioso planteamiento, aunque en el fondo seguía siendo un entretenimiento muy reivindicable. Seguramente, cualquier persona que quiera desconectar y disfrutar de una historia original sin comerse la cabeza y sin importarle los fallos encontrará un disfrute muy agradable en Los agentes del destino.