Por Salvador Echeagaray, Director Académico del Depto. de Filosofía de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?, dice el Salmo 8, versículo 4. ¿Qué es el hombre para usted, estimado lector. ¿Quién es usted? ¿Quién soy yo? Al decir hombre, no nos referimos al llamado género masculino. (En realidad solo hay un género, el humano y, dos sexos: varón y hembra). ¿Si, qué es el hombre? Usted, ella, él, yo. ¿Qué somos? Comenzamos por definir. El término hombre viene del latín «homo» y éste, a su vez de «humus», barro, tierra. Por eso somos humanidad: seres de la tierra. Nuestra definición coincide con el relato del Génesis en el que Dios toma barro, hace una figura humana, le insufla un espíritu y así crea al primer hombre. Pero ¿qué somos? Es necesario definirnos porque de la concepción que tengamos de nosotros mismos, depende nuestra dignidad o falta de ella. Si decimos que somos el producto de la suerte; un resultado más o menos depurado de la casualidad, poco sería el valor que como humanos nos concedemos. De esa manera pasamos a tener la jerarquía de cualquier otro ser vivo: plantas o animales. Pero, si nos consideramos el punto culminante de la creación de Dios, el ser que, más allá de los ángeles tiene espíritu y materia, alma y cuerpo, la situación cambia. Por eso es necesaria una correcta definición de hombre y ésta, solo la da una antropología filosófica realista que defina al ser humano, en su justa dimensión. Así, podemos afirmar con la filosofía perenne que el hombre es una persona; que posee un cuerpo material y un alma inmaterial y por lo tanto es indestructible. Por si eso fuera poco, la teología añade, que usted y yo, fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. ¡Qué gran dignidad tenemos!!! |
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