Por: Jorge Fernández Menéndez
Comencemos por un punto: no sé si las denuncias que se han vertido contra el candidato del Frente, Ricardo Anaya, son verídicas o no, aunque debo reconocer que son verosímiles. Pero también que tan lo son que han descuadrado por completo la candidatura del panista. Pero no se trata sólo de las denuncias: ha habido un cúmulo de errores que jamás permitieron, incluso por causas estructurales, que la campaña de Ricardo levantara y fuera competitiva antesLópez Obrador.
La denuncia de la semana pasada, con las grabaciones de Raúl Barreiro le han hecho un doble daño que puede ser definitivo para sus aspiraciones. Por una parte, siguieron dándole verosimilitud a las denuncias de corrupción: la forma de expresarse del empresario, la candidez con que habla de negocios y recompensas es demoledora.
Es casi demasiado. No sé a quién se le puede ocurrir decir, como se ha publicado, que una denuncia de ese tipo podría fortalecer a Anaya porque lo “victimiza”. En realidad, lo ha encolerizado y ha logrado otro objetivo: en una reacción muy poco reflexionada, Anaya hizo lo que esperaban que hiciera. Responsabilizó al gobierno federal y al presidente Peña de divulgar esos videos, sin prueba alguna por cierto, y reiteró nuevamente con todas la letras que si llega a la presidencia lo meterá a la cárcel luego de acusarlo, también públicamente, de corrupto, al presidente y a sus colaboradores.
En ese momento, Ricardo acabó con cualquier posibilidad de voto útil a su favor. Si antes de las nuevas denuncias y de sus reacciones, sólo el 10 por ciento de los priistas tenían como segunda opción de voto a Anaya (la mayoría prefería López Obrador antes que a Ricardo) luego de las mismas eso porcentaje tiene que ser dramáticamente menor, con el agregado de que, salvo algún personaje menor, los calderonistas y simpatizantes de Margarita Zavala han rechazado su candidatura y más grave aún para su causa, la distancia con varios gobernadores panistas sigue ampliándose y algunos como Carlos Mendoza Davis ya lo expresan públicamente. No sería nada descabellado que en los próximos días se decantaran otros gobernadores panistas a favor de José Antonio Meade.
Hay muchas razones para ello: primero la forma en que se decidieron tanto la candidatura presidencial como la conformación del Frente, sin la intervención de los gobernadores y otros personajes de poder dentro del PAN. De la mano con ello la distribución de las candidaturas, que dejará en las cámaras al PAN notoriamente disminuido en beneficio de PRD y Movimiento Ciudadano (cuando muchos panistas consideran que yendo solos podrían haber obtenido igual o mayor número de votos y sin duda de curules). Tercero, el poco o nulo protagonismo del panismo real en la coalición. El coordinador es Jorge Castañeda, con el que el PAN no tiene buenos recuerdos y el alter ego de Ricardo es Dante Delgado, tanto que en la reunión con los integrantes del Consejo Mexicano de Negocios lo que más sorprendió a los empresarios es que lo primero que hizo Ricardo fue darle la palabra al líder de MC para que explicara las posiciones del Frente. Dejó un pésimo sabor de boca en un espacio donde muchos eran, hasta entonces, partidarios suyos.
No sé si le alcanzará para equilibrar los números pero, en ese contexto, lo que pueda darse de voto útil será para Meade. ¿Por qué para Meade?. Porque para la enorme mayoría de quienes apoyan a Anaya la segunda opción electoral es Meade, un hombre con muy buenas relaciones con panistas, luego de su paso por los gobiernos de Fox y Calderón. Porque por más que le han buscado no han logrado localizarlo en casos de corrupción y porque la llegada de René Juárez al PRI, combinada con las renovadas amenazas y denuncias de y contra Anaya han revitalizado la campaña de Meade en varios lugares del país donde hasta hace unas semanas estaba definitivamente debilitada.
¿Es suficiente?. Quién sabe. Las encuestas no alcanzan a mostrar un escenario real, con sus altísimos porcentajes de personas que no aceptan responder y lo pequeño de las muestras. La distribución de votos en ellas también es controversial, sobre todo cuando los encuestadores recurren al voto efectivo, distribuyendo indecisos y a quienes no respondieron, según su propia visión del proceso.
Eso da diferencias enormes entre la llamada votación bruta (o sea lo que sí contesta la gente, mostrando el porcentaje de quienes por una u otra razón no participaron o no contestaron) y la llamada efectiva, que no deja de ser un ejercicio estadístico. El resultado es que no tenemos un escenario realmente concluyente para el primero de julio, aunque parece ser evidente que, hoy, la ventaja es para López Obrador y que en estados con Tabasco o Chiapas esa ventaja es abrumadora, porque allí incluso el voto útil es también suyo.
El debate de mañana será importante, aunque éstos tienen siempre un impacto relativo. La agenda propuesta es inabarcable y deberíamos esperar que los moderadores centren el debate en el tema económico y comercial y el modelo de desarrollo para el país. Y ahí se supone que Meade estará en su terreno más favorable para poder polarizar su visión con la de López Obrador. Y en ese espacio volverá a quedar descolocado Anaya.
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