JIRONES DE NUESTRA HISTORIA
EL ESTADO POR UN BESO; CÓMO SANTA ANNA SEPARA AGUASCALIENTES DE ZACATECAS PARA DARLE SU LIBERTAD, GRACIAS A UN TÓRRIDO BESO… Y TAL VEZ ALGO MÁS QUE ESO.
Por: José Luis Jaramillo Vela
Viejas rencillas
La historia de rencillas, conflictos y agravios entre Aguascalientes y Zacatecas venían desde el año de 1775, cuando la Real Audiencia Española al hacer un reordenamiento de carácter fiscal, determina que las regiones de Aguascalientes y Juchipila deberán cumplir con sus obligaciones tributarias en la Caja Real de Zacatecas, así como los impuestos por tabaco, pólvora, armas y el juego; sin embargo, esto no fue del agrado de los hidrocálidos, quienes de inmediato protestaron; pero el asunto se contraponía con el ordenamiento que le daba a la Intendencia de Guadalajara potestad sobre 25 subdelegaciones, entre las que se incluía Aguascalientes, mientras que la Intendencia de Zacatecas se compuso de la Capital y las subdelegaciones de Fresnillo, Sierra de Pinos, Sombrerete y Mazapil y el asunto quedó en veremos.
Luego en 1789, el Intendente de Zacatecas Felipe Cleere de Nieva presenta un reclamo ante el Virrey Manuel Antonio Floréz Maldonado, reclamando que Aguascalientes seguía tributando en Guadalajara, siendo que la Real Audiencia había determinado que junto con Juchipila pasaría a jurisdicción de Zacatecas; el Virrey Floréz y la Junta Superior de Real Hacienda determinan que para los asuntos de policía, guerra hacienda y justicia, Aguascalientes deberá reportarse a la Intendencia de Zacatecas; ahora el Virrey Floréz ya traía encima no solo al Ayuntamiento y al pueblo de Aguascalientes, sino también al Intendente de Guadalajara Antonio Villaurrutia, quien reclamaba le fuera devuelto Aguascalientes a su jurisdicción.
El Intendente de Zacatecas Felipe Cleere de Nieva sabía del valor que representaba Aguascalientes en lo agrícola, industrial y comercial, así como en lo político y el 7 de octubre de1803 consigue por fin anexarse
Aguascalientes a Zacatecas, haciendo más profunda la división y el enojo de los hidrocálidos hacia los zacatecanos, tanto a nivel político como a nivel social. Y así, el Ayuntamiento de Aguascalientes quedó sometido a los Diputados de Zacatecas, pero el encono social persistía.
Cuando México logra su Independencia y se forma la República Mexicana, Aguascalientes no existía como Estado, era una ciudad y un territorio perteneciente al Estado de Zacatecas; pero cuando la ciudad alcanzó un alto grado de crecimiento y desarrollo económico, los hidrocálidos ya no se sentían cómodos con el control que se les ejercía desde Zacatecas y buscaron liberarse e independizarse.
La gente de Aguascalientes sentía que tenían derecho a formar un Estado de la República, eran muy productivos y además se quejaban de malos tratos de la capital Zacatecas, los hidrocálidos nunca se sintieron como una verdadera parte de Zacatecas y comenzaron a presionar ante el Gobierno Federal para obtener su ansiada libertad del Estado, al que consideraban que los oprimía. El Gobierno de Zacatecas los veía solo como una fuente de ingresos y Aguascalientes no tenía sentido de pertenencia zacatecana.
Presidentes pasaron, presidentes fueron y vinieron, pero ninguno de ellos quiso tomar esa papa caliente entre sus manos, hasta que llegó a la Presidencia de la República el nefasto y engreído General Antonio López de Santa Anna, a quien el asunto tampoco le importaba un bledo, a pesar de que el propio Ayuntamiento de la Ciudad de Aguascalientes había ido a solicitarle su intervención para liberarlos de Zacatecas y formar un nuevo Estado.
A pesar de la insistencia del Ayuntamiento y ciudadanía de Aguascalientes, la verdad es que Santa Anna no pensaba mover un dedo en este asunto; pero la situación comenzó a cambiar a partir de un par de eventos circunstanciales: el primero fue que de entre los respetables hidrocálidos que solicitaban la autonomía, destacaba la presencia y belleza de Doña María Luisa Fernández Villa de García Rojas, esposa del poderoso comerciante hidrocálido Don Pedro García Rojas, quien impactó a Santa Anna por su belleza; la propia Doña María Luisa se dio perfecta cuenta del impacto causado en el Presidente y a la postre, como veremos más adelante, jugaría con ese factor a su favor; la segunda situación que movió a Santa Anna es la que se narra a continuación…
La rebelión de Zacatecas
En el año de 1835, la situación política se había vuelto a calentar debido a que el Presidente, General Antonio López de Santa Anna estaba tratando de desaparecer el régimen federalista de gobierno, para implantar su régimen centralista, dictatorial y autoritario; entre la serie de medidas y acciones de Santa Anna, el entonces Congreso General de la República Mexicana emite un decreto mediante el cual se debe de reducir el estado de fuerza de las milicias de los Estados de la República; esta medida llevaba una doble intención, primero, reducir el estado de fuerza de cada Estado y segundo, esas milicias pasarían a formar parte del Ejército Federal; así, en caso de una rebelión, los Estados estarían disminuidos y el Ejército tendría más y mayor fuerza para aplacar un posible alzamiento de algún Estado.
Desde luego, esto fué un duro golpe a la soberanía de los Estados de la República y pronto, algunos de ellos mostraron su inconformidad; los primeros en respingar fueron el General José Joaquín Calvo, Gobernador de Chihuahua y Nuevo México y el General Francisco García Salinas, Gobernador de Zacatecas, quienes pusieron el grito en el cielo y con justa razón. Al General J.J. Calvo, Santa Anna lo toleró por la sencilla razón de que ya traía en su mente retorcida, la idea de la venta de los territorios del norte a Estados Unidos y no quería agitar las aguas de la frontera.
Al que no le perdonó el reclamo, fue al General García Salinas, Gobernador de Zacatecas, a quien amenazó con aplacar sus protestas por la vía armada si no acataba la resolución del Congreso General de la República Mexicana. Como era de esperarse, García Salinas hizo caso omiso de la advertencia presidencial y continuó su reclamo, amenazando a Santa Anna con levantarse en armas; entonces, Santa Anna decide ir personalmente a aplacar la rebelión de Zacatecas y efectúa una maniobra política, que más pareció una faramalla y una payasada política que una acción Presidencial: Santa Anna “renuncia” al cargo de Presidente y en su lugar pone de “interino” al General Miguel Barragán, para irse a aplacar la rebelión en Zacatecas, por su parte, el “Presidente Interino” Barragán, firma una Orden Presidencial, en la que le “ordena tajantemente” al General Santa Anna disponer de las tropas necesarias para ir a someter al Estado de Zacatecas y su Gobernador, a la República; así de platanero era el gobierno de Santa Anna.
Esta acción de Santa Anna vuelve a generar turbulencia en la vida nacional de México, que no acababa de asentarse ni en lo político, ni en lo social ni en lo económico; tantos vaivenes y zozobras no permitían serenarse al País para iniciar su despegue como nación y eso preocupaba a todos los mexicanos, menos a los políticos, que se despedazaban entre ellos en la búsqueda del poder, llevándose al País entre sus patas y la riqueza entre sus manos. Mientras tanto, en Zacatecas el General García Salinas reunía a sus Fuerzas Estatales para enfrentar a Santa Anna, quien ya había anunciado que iba a apaciguar Zacatecas.
El Estado por un beso
Cuando Santa Anna anuncia que va a apaciguar y a someter a la rebelión de Zacatecas y a su Gobernador General Francisco García Salinas, la población de Aguascalientes ve aquí su gran oportunidad y tal vez la última de independizarse de Zacatecas; muy rápido se organizan Ayuntamiento, fuerzas vivas y población para invitar a Santa Anna a que antes de llegar a Zacatecas, pasara por Aguascalientes, con el pretexto de atenderlo, pernoctar, descansar y cobrar bríos para atacar Zacatecas. Santa Anna acepta gustoso, pues sabe que en Aguascalientes va a recibir apoyo y también, pensando en poder ver a la dama que le movió el piso y su corazón.
El 1 de mayo de 1835, “Su Alteza Serenísima” el Presidente, General Antonio López de Santa Anna hace su entrada a la Ciudad de Aguascalientes al frente de más de tres mil soldados; la ciudad estaba adornada y engalanada para las grandes fiestas, la gente se desbordaba en las calles jubilosa de recibir a Santa Anna entre vítores y alabanzas, como si fuera el gran prócer de México y éste se dejaba querer, alimentando su enorme ego y haciendo su entrada triunfal cual invencible guerrero.
Después de la entrada triunfal, Santa Anna saluda gente, acude al Ayuntamiento donde se reúne con las autoridades y los principales personajes de la ciudad, ahí se le informa que, para pernoctar, algunos de los
más distinguidos ciudadanos han ofrecido sus residencias; Santa Anna después de agradecer la buena disposición, elige por supuesto, pernoctar en casa de Don pedro García Rojas y su esposa Doña María Luisa Fernández Villa de García Rojas, hacia donde se dirigen después de un ajetreado día.
Por la noche, durante la cena al Presidente Santa Anna como invitado de honor de la casa, se le ofrece la cabecera de la mesa, a su izquierda Don Pedro García Rojas y a su derecha la esposa de éste, doña María Luisa, sus anfitriones, quienes escuchaban atentos los relatos de sus “gloriosas batallas”, después de una abundante cena se les había servido un delicioso chocolate acompañado de pan dulce. Doña María Luisa, en la charla de sobremesa pone en marcha su plan, como primer paso, no dejaba de observar con “admiración” al Presidente Santa Anna, quien de inmediato captó la mirada de Doña María Luisa y siguió con su charla.
De manera hábil, Doña María Luisa fue llevando la conversación hacia el punto donde ella quería, que era exponerle a Santa Anna la dolorosa situación de Aguascalientes con respecto a Zacatecas; le comentó que el Gobierno de Zacatecas había cerrado escuelas, solamente quedaba una y era tanto el alumnado que los niños debían sentarse en el suelo; le contó que la planta tabacalera se la llevaron a Zacatecas, dejando sin trabajo a muchos obreros; también le contó de como los zacatecanos brindaban seguridad solo cuando venían por los impuestos, en fin, Doña María Luisa le expuso a Santa Anna el difícil panorama de olvido y abandono de Aguascalientes por parte de la Capital Zacatecas; mientras, Don Pedro García Rojas, escuchaba atento, dejando que su esposa le expusiera la problemática al Presidente.
En un determinado momento, uno de los criados de Don Pedro García Rojas entró para anunciarle que en la biblioteca lo esperaba Don Pedro José López de Nava, otro prominente hidrocálido; Don Pedro se disculpó para atender la inesperada visita, cerrando la puerta del salón tras de sí. Entonces Doña María Luisa le dice a Santa Anna que pues así estaba la situación y en un tono sumamente cautivador dice: “Aguascalientes puede ser independiente, basta que usted lo quiera mi General; en la ciudad todos lo anhelamos y llegaríamos hasta el sacrificio para obtenerla”, ante tal manera de decirlo, Santa Anna deslizó su mano hasta tomar la de ella y le dice: “¿de veras, hasta el sacrificio?”.
En ese momento, Doña María Luisa se pone de pie con el entrecejo coquetamente fruncido, como desaprobando el atrevimiento del Presidente, quien también se puso de pie y sin soltarle la mano pudo apreciar en todo su esplendor la enorme belleza de tan ilustre dama; volvieron a sentarse, aún con la mano de ella tomada y ella con voz trémula le responde: “Sí, hasta el sacrificio…mi General”. Santa Anna acerca sus labios y sobre los labios de la preciosa y hermosa mujer planta un beso largo, profundo, prolongado, ardiente y apasionado, que fue interrumpido por los pasos de Don Pedro García Rojas acercándose al salón.
Al entrar Don Pedro de nuevo al salón, Doña María Luisa, corriendo sale al encuentro de su esposo y colgada de su cuello le dice: “Perico, por fin Aguascalientes será independiente… ¿verdad mi General…? Y Santa Anna responde: “¡Verdad es…Don Pedro!, inclinando la cabeza y ocultando una pícara sonrisa.
Y Santa Anna cumple
Al día siguiente, para sorpresa de todo mundo, Santa Anna le informa tanto a hidrocálidos como a zacatecanos que va a destituir al General Francisco García Salinas como Gobernador del Estado, también
informa que el nuevo Gobernador interino será Don Pedro García Rojas; pero antes de oficializar todos estos movimientos, Santa Anna tenía una cuenta pendiente con el insurrecto General Francisco García Salinas y se dirige hacia Zacatecas al frente de 3400 soldados; mientras en Guadalupe, a las afueras de la ciudad de Zacatecas ya esperaba el General García Salinas con tres mil elementos.
Al amanecer del 11 de mayo de 1835, en una batalla que duró unas cuantas horas, Santa Anna derrota a las tropas zacatecanas de García Salinas, quien perdió a 250 hombres y 2400 fueron hechos prisioneros por el Ejército Federal, el resto se dispersaron; el ejército zacatecano, al igual que su General estaban desmoralizados, García Salinas ya había sido notificado de su destitución, pero no se había hecho efectiva; con esta derrota, oficialmente estaba destituido y derrocado.
Santa Anna y sus tropas entraron triunfantes a la Ciudad de Zacatecas, donde permaneció varios días para dejar arreglado el asunto entre Aguascalientes y Zacatecas; ahí mismo, los demás Ayuntamientos reconocieron su pertenencia al Estado. Santa Anna ya tenía todo preparado, era cuestión de darle formalismo al asunto y pide al Ayuntamiento de Aguascalientes haga llegar al Congreso de Zacatecas un escrito argumentando los motivos por los que solicita su separación del Estado. Santa Anna lo somete a votación del Congreso Local y Aguascalientes “gana” por un aplastante 43 votos a favor y 2 en contra.
Aguascalientes quedaba oficial y efectivamente separado e independiente del Estado de Zacatecas, dándosele la categoría de Territorio de Aguascalientes, ahí mismo Santa Anna nombró a Don Pedro García Rojas como su primer gobernante; al año siguiente, en 1836, Aguascalientes es elevado al rango de Departamento de Aguascalientes y en 1857 obtiene la categoría de Estado Libre y Soberano de Aguascalientes…. y todo por un beso.
Historiadores, interpretaciones y leyendas
Algunos historiadores como Mariana Terán Fuentes, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, consideran que la historia del beso, aunque verídica, es irrelevante, banal e insustancial tomando en cuenta el contexto político y social que envolvió y originó la separación y emancipación de Aguascalientes con respecto del yugo zacatecano.
Otros ciudadanos, piensan que la historia del beso es una auténtica leyenda y un mito del México antiguo y que no concuerda con la realidad, pero la realidad es que tiene mucho que ver con la realidad.
La gran mayoría de los historiadores, concuerdan, primero: en que Santa Anna era un verdadero pillo en toda la extensión de la palabra y con mayúsculas; segundo: que Santa Anna al ir a pelear contra García Salinas, pensaba castigar a Zacatecas anexándolo a Guadalajara; tercero: que al escuchar a Doña María Luisa exponerle la situación y después de ese ardiente beso, Santa Anna decide que el castigo a Zacatecas sería quitarle Aguascalientes e independizarlo.
En Aguascalientes estaban felices con la historia del beso por la libertad de su Estado, aunque la vox populi hidrocálida, comentaba a soto voce que, conociendo a Santa Anna, a Doña María Luisa debió haberle costado algo más que un simple beso.
Datos curiosos
+ En el Escudo Oficial del Estado de Aguascalientes, aparecen plasmados unos labios rojos de mujer, rompiendo unas cadenas, esto simboliza el beso que les dio la autonomía e independencia, liberándolos de Zacatecas.
+ En el Palacio de Gobierno del Estado de Zacatecas, está pintado un mural en el que, en una de sus imágenes, se observa a Santa Anna con su brazo derecho sosteniendo al Estado de Zacatecas, mientras que con su mano izquierda le arranca el territorio de Aguascalientes, en cuyo interior están pintados unos sensuales labios rojos femeninos.
+ En el Palacio de Gobierno del Estado de Aguascalientes, está pintado un mural en el que en una de sus escenas aparece el General Santa Anna y detrás de él la bellísima Doña María Luisa Fernández Villa de García Rojas, como si le fuera a dar un beso en la mejilla, mientras que Santa Anna con su mano derecha le entrega una paloma con la leyenda “Libertad”, y en la mano izquierda sosteniendo un puñal, con el que está acuchillando y sangrando el mapa de México.
+ Dentro de los vaivenes que tiene la vida y más la política, en 1841 Santa Anna invita al General Francisco García Salinas a incorporarse al Gobierno Federal como Ministro de Hacienda.
Fuentes Bibliográficas:
+ revistas.inah.gob.mx
+ scielo.org.mx
+ elsoldepuebla.com.mx
+ memoriapoliticademexico.org + www.gob.mx
+ moderna.historicas.unam.mx
+ dbe.rah.es
+ Viva Aguascalientes.facebook.com
+ niceping.com
+ es.wikipedia.org
+ unam.mx