El bochorno del derbi de los mecheros terminó de una manera extraña a la altura del desenlace en el segundo tiempo. Con Le Normand en la hierba después de recibir un golpe en la cabeza cuando Tchouameni intentaba rematar un centro. Sin que se agotara el tiempo. Con el árbitro harto de un partido que había tenido que detener durante más de veinte minutos por el lanzamiento de objetos del fondo sur del Metropolitano al área de Thibaut Courtois. De nada sirvieron los avisos de la megafonía ni las peticiones de varios jugadores y de Simeone. El fondo siguió lanzando mecheros, y al acabar el encuentro los futbolistas del Atlético se fueron a celebrar con ellos mismos el empate in extremis de Correa que los deja a ellos y al Madrid un punto más cerca del Barça, que tropezó en Pamplona.
El duelo se preveía volcánico, pero más de voz, de gritos y pitos a Vinicius; aunque la grada terminó cruzando de manera reiterada la línea de lo físico.
Antes, la tensión anunciada había desembocado en un equilibrio de miedos y cautelas. El Madrid se plantó más junto que nunca, con el 4-4-2 al que invitaba la ausencia de Mbappé por lesión. Frente a esa estabilidad comprometida, el Atlético, al que Simeone había cargado con toda la pólvora de golpe, se mostró precavido en lugar de arrojado. El Real defendía bien, pero tampoco los locales le inquietaban. El partido avanzaba al paso en ambas direcciones. El balón circulaba tan lento que parecía acunar a la grada a medida que avanzaba el cronómetro. Cerca ya del descanso, el Metropolitano empezó incluso a olvidarse de pitar a Vinicius. El brasileño también se movía de puntillas por uno de los estadios que, con Mestalla, le resultan más espinosos. Cayó en una disputa con Le Normand y después de un leve lamento se fue a abrazar al central.
Simeone había envidado sacando por primera vez juntos a Griezmann, Julián Álvarez y Sorloth. Su equipo ha alcanzado ya el nivel de solidez defensiva que da tranquilidad al técnico, pero sigue sin aprovechar el potencial que ha amontonado. El Cholo trató de empujar a los suyos a ese último paso contra uno de los rivales más crudos, y el intento comenzó con un atasco que apenas alteró Julián con una fuga de Rüdiger que terminó contra Courtois.
La estructura de Simeone lograba bajar las pulsaciones del centro del campo del Madrid, atascado por ahí salvo cuando se asomaba Bellingham, un escapista entre rojiblancos. El Real también trasladaba la pelota como si pesara una tonelada. Con Vinicius de incógnito, lo más picante llegó con un centro de Carvajal y otro de Modric. O con tiros lejanos de Valverde y Bellingham.
La noche adormecida solo la alteraban pequeños lances de descontrol, desequilibrios muy leves entre dos bandos temerosos de lo que podían desatar. La salida de balón del Madrid, que sigue sin enderezarse, proporcionaba las mejores opciones al Atlético, que también salivó después de un balonazo de Griezmann a una carrera de Sorloth con Rüdiger que terminó en nada.
Simeone comenzó a operar ya en el descanso. Dejó en el vestuario a Molina e introdujo a Koke. El efecto de agitación resultó instantáneo y efímero. El Atlético obligó a recular al Madrid. Hasta que Rodrygo sacó un tiro peligroso tras un córner orquestado y el Cholo volvió a enmendarse: antes de cumplirse una hora, retiró a Sorloth, metió a Lino y trasladó a Julián al centro.
La armonía la rompió un embuste del Madrid. Modric y Rodrygo se colocaron ante la pelota para sacar una falta, con Valverde unos metros más atrás. Lo mismo que habían hecho en la primera parte, y acabó tirando el uruguayo. Esta segunda vez coreografiaron todo del mismo modo, pero Modric se giró para abrir a Vinicius, que se sacó un centro que le terminó cayendo en el segundo palo a Militão. El tanto del Madrid enfureció a la grada y el partido comenzó a descarrilar.
Courtois le llevó al árbitro varios mecheros arrojados desde el fondo sur. Busquets Ferrer pidió que avisaran de que si no cesaban los lanzamientos suspendería el derbi unos minutos. Pese a la intervención de Koke, la grada no paró. Courtois siguió recogiendo mecheros. El árbitro detuvo el cronómetro y envió a los equipos a los vestuarios, mientras Simeone y Giménez se acercaban al fondo a hablar con algún cabecilla encapuchado de la banda.
El fútbol volvió veinte minutos más tarde y Simeone trató de recuperar terreno con Correa y Riquelme. El Atlético se refrescaba mientras el Madrid, sin un cambio, se desinflaba. Ancelotti no intervino hasta que Courtois despejó un buen tiro de Lino. Entró Lucas Vázquez por Modric y poco después Endrick por Vinicius, que después de la interrupción abandonó su estado zen inicial y se embarcó en intercambios encendidos con Koke y Llorente.
El empuje del Atlético tuvo premio en una carrera que Correa ganó a Militão. El argentino dribló a Courtois, ya en el suelo, y logró un empate que celebró el Atlético en el derbi de la vergüenza.