Martín Gálvez Piqueras
Se crio en las favelas y, siendo todavía una niña de corta edad, soñaba con ser algún día una deportista de élite. Desde entonces, luchó contra viento y marea por convertirse en la mejor del mundo. Aquel deseo ya es una realidad, el que sitúa a Rebeca Andrade en lo más alto del podio de París. Mérito increíble puesto que, además, lo hacía arrebatando el oro a la reina de los JJ.OO., Simone Biles.
La gimnasta brasileña ya había hecho historia para su país en Tokio 2020, pero esta vez lo ha superado con creces después de imponerse a la estrella norteamericana. Ha sido un duelo eléctrico y de máxima igualdad en la modalidad de suelo, donde la primera se hacía con el triunfo por tan solo 33 milésimas (14.166 puntos) frente a su temida rival (14.133), tras una ejecución impecable de su ejercicio en el Bercy Arena.
La flamante vencedora no podía creerse la gesta que acababa de conseguir, una alegría inmensa que rápidamente compartía con su gente en la grada, quienes le abrazaban mientras estos lloraban de emoción y orgullo. Después, al lucir su medalla y mientras un público entregado coreaba su nombre, la imagen quedará para los anales del olimpismo: esto es, la mismísima Simone Biles se rendía al talento de Rebeca y le hacía una reverencia de rodillas sobre el tapiz.
“Ha sido muy bonito por su parte”, reconocía después Andrade ante la prensa, dibujando una sonrisa que no podía quitarse de la cara, tras las lágrimas de felicidad que se le habían escapado en la entrega de medallas. «Siempre nos apoyamos mutuamente. Significa mucho para mí y es un gran honor», apostillaba sobre ese gesto de admiración que le había dedicado la estadounidense y que está dando la vuelta al mundo.
La norteamericana, pese a la derrota en esta disciplina, ha seguido acrecentando su leyenda como la número uno de todos los tiempos, al llevarse finalmente de la capital francesa nada menos que cuatro preseas: tres oros y una plata. No hay decepción posible para quien gana tanto a este nivel. La brasileña, por su parte, continúa con una carrera de éxitos que ha tenido su culmen en estas Olimpiadas, pero a sus 25 años es evidente que aún le quedan muchos triunfos que saborear de aquí en adelante.
Una historia de cuento de hadas
Con sus saltos y piruetas imposibles, Andrade demuestra que cuando uno quiere algo de verdad y se esfuerza al máximo, lo puede conseguir pese a las adversidades de la vida. Nacida el 8 de mayo de 1999 en Guarulhos (São Paulo, Brasil), lo suyo es un verdadero cuento de hadas puesto que tuvo que lidiar con la pobreza durante muchos años. Un origen realmente humilde que no ha impedido forjar a una auténtica campeona.
Su madre, Rosa, que era empleada doméstica y tenía que dar de comer a cinco hijos en una situación precaria, contó en un ocasión que su niña trepaba por las literas de la casa siendo solo un bebé. De ahí, según fue creciendo y gracias a proyectos sociales para jóvenes sin recursos, comenzó pronto a despuntar. Su hermano mayor, Emerson, era quien la acompañaba hasta el gimnasio Bonifácio Cardoso y no con poco esfuerzo, puesto que el camino hasta los entrenamientos era de dos horas.
Con solo 9 años, la deportista se marchó al centro de alto rendimiento que hay en Curitiba, al sur del país. Viendo su potencial, llegaron a compararla con un mítica gimnasta compatriota suya, Daiane dos Santos, por lo que Rebeca recibió el apodo cariñoso de ‘Daianinha’. Desde 2011, es la supercrack del equipo de gimnasia del club Flamengo, en Río de Janeiro. En 2016, durante la Copa del Mundo, la prueba de barras asimétricas le valió para colgarse su primera medalla al cuello, vislumbrando lo que estaba por llegar.
Un camino nada fácil para Rebeca, máxime cuando también ha tenido que hacer frente a graves lesiones de rodilla a lo largo del tiempo. De hecho, tuvo que operarse hasta tres veces y detener momentáneamente su fulgurante carrera, un situación límite que le hizo incluso plantearse dejarlo todo. Afortunadamente, siempre supo reponerse e incluso reconoce que esas situaciones tan dolorosas le hicieron más fuerte.