El deshielo procedente de Groenlandia añade agua dulce y debilita la corriente atlántica
Se conoce con las siglas AMOC a la circulación de vuelco meridional del Atlántico y es, sin duda, una de las grandes fuerzas atmosféricas y climáticas de nuestro planeta. Su mecánica es sencilla y su influencia es decisiva: las aguas más frías y saladas se hunden hacia el fondo e inician su viaje submarino, inyectando 1.500 billones de metros cúbicos de agua hacia las profundidades del océano. Esto supone un impresionante caudal de unos 48 millones de metros cúbicos por segundo. La corriente continúa su periplo desde las regiones polares en el Atlántico Norte hasta latitudes más templadas, regresando en esa cinta transportadora como aguas cálidas y ricas en nutrientes, procedentes de las regiones tropicales y subtropicales.
Sin embargo, desde hace décadas los datos indican que esta influyente corriente atlántica se está ralentizando y camina hacia un colapso que cambiaría sustancialmente el clima del planeta. La AMOC es una corriente termohalina, es decir distribuye calor y sal, dos elementos fundamentales que el calentamiento global está trastocando con fuerza. La subida de temperaturas oceánicas (marcando récords en los últimos años) y el deshielo de las regiones polares, especialmente en Groenlandia, están aportando una ingente cantidad de agua dulce que rompe el equilibrio de esta cinta transportadora.
Contamos con evidencias y estudios científicos que respaldan el colapso de la AMOC, pero esta misma semana un artículo publicado en Science Advance confirma nuestros peores temores: el problema es real y podría ocurrir en un futuro demasiado cercano. El estudio incorpora mediciones directas y registros históricos indirectos que indican que “la AMOC se encuentra actualmente en su estado más débil en más de un milenio”. Los científicos de la Universidad de Utrecht, en Países Bajos, pertenecen a uno de los grupos más potentes en investigación climática y han logrado identificar señales de alerta temprana, como el brusco descenso de salinidad en determinadas regiones oceánicas que muestran que la AMOC está “en rumbo de inflexión”.
Con todos estos datos han confeccionado el modelo físico más completo hasta la fecha con el que han realizado la mayor simulación computacional. Añadiendo progresivamente agua dulce a estos escenarios simulados por superordenadores los resultados indican que el colapso de la AMOC es muy real e incluso podría darse en este siglo XXI.
¿Cómo influiría en el clima el colapso de la AMOC?
El colapso de la corriente de vuelco meridional del Atlántico tendría repercusiones muy importantes a escala planetaria. Las más claras serían el rápido enfriamiento del norte de Europa, con descensos de temperaturas medias de más de 3°C por década. Esta bajada drástica de temperaturas en Europa vendría acompañada de un aumento en la intensidad de las tormentas, sobre todo en el noroeste del viejo continente. Por otro lado, la costa atlántica estadounidense sufría un importante aumento adicional del nivel del mar, el hemisferio sur se calentará aún más, y se producirá un desplazamiento hacia el sur de los cinturones de lluvias tropicales (que causarán sequías en algunas regiones e inundaciones por precipitaciones masivas en otras). El colapso de la AMOC también reduciría la absorción de dióxido de carbono en los océanos (aumentando el efecto invernadero), reduciría el suministro de oxígeno en las profundidades oceánicas e influiría muy negativamente en los ecosistemas y la vida del Atlántico Norte.
En definitiva, las conclusiones del estudio representan “una mala noticia para el sistema climático y para la humanidad”. La comunidad científica deja de tratar el colapso de la AMOC como un concepto teórico y, con todo el peso de los estudios y evidencias, lo consideran ya como un cambio dramático en la redistribución del calor y la sal en nuestros océanos que tendrá efectos sustanciales en el clima del planeta.