Por: Óscar A. Viramontes Olivas
violioscar@gmail.com
Maestro investigador
Universidad Autónoma de Chihuahua
Siempre me siento motivado cuando empiezo a recordar momentos de mucha nostalgia, aquellos vividos a lo largo de mi existencia, pues las cosas bellas de la vida, siempre son un referente para entender qué está sucediendo en nuestro presente, por ello, remontarnos a tiempos añejos nos induce a pregonar esos grandes detalles que experimentamos de niños, después como jóvenes y ahora de adultos; cada ciudad, pero específicamente Chihuahua, esconde un sinnúmero de eventos que se concretan en sus calles, edificios, plazas, monumentos, iglesias, parques, barrios, colonias, tradiciones, pero sobre todo en su gente que ha vivido y experimentado situaciones de todo tipo y de todos colores, por ello, en esta ocasión, considero que es una oportunidad recordar muchos de esos pasajes que “El viento se llevó”.
Hablar de uno de los centros de esparcimiento para la élite de la ciudad de Chihuahua es referirse al “Foreign Club”, sin duda, el de más “caché” que, junto al Casino de Chihuahua y el Palacio Hilton a principios del siglo XX, representaban los lugares que la sociedad de la “crema y nata” visitaban, por ello, preguntándole a mi bisabuela Jesusita Arenívar sobre el Foreign, me comparte que el periodo de su permanencia en esta ciudad fue aproximadamente de 1905 a 1950, lugar donde al principio predominaba la membresía de personas extranjeras; ubicado en un predio grande en el centro de la ciudad de Chihuahua; su entrada estaba por la calle Ojinaga, frente a lo que hoy es el Teatro de la Ciudad, antiguamente Teatro Centenario; contaba con dos estacionamientos, alberca y boliche. También tenía una entrada por la calle Tercera y su parte posterior daba hacia la calle Aldama, donde ahora se encuentra el “Seguro Popular”.
El club tenía un salón muy grande de usos múltiples, con pisos de madera fina y una gran chimenea; en ese lugar, se llevaban a cabo bailes de mucho postín, comida y otros festejos; en otro cuarto, había una biblioteca donde los señores se reunían para leer los periódicos, comentar las novedades políticas, hacer negocios y demás. El Foreign contaba también con un cuarto para juegos; un salón de ajedrez, damas, parchís, entre otros; así mismo, dos salones que mi bisabuela siempre vio cerrados; había billar, pero se escuchaba que, en ese lugar, jugaban al póquer con apuestas muy fuertes; este majestuoso lugar empezaría a funcionar años antes que comenzara la Revolución Mexicana, pues los dueños de casi todos los negocios grandes en la ciudad eran extranjeros en los tiempos de don Porfirio Díaz.
Los hombres de empresa, formaban parte de la “élite” y “crema y nata” de aquella sociedad de principios del siglo XX que, requerían de un lugar de esparcimiento para ellos y sus familias, aunque había también otros, como El Casino de Chihuahua y la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), pero el Foreign, era familiar y con lugares para más actividades. Al principio, los socios eran todos extranjeros, pero con el tiempo, empezaron a admitir mexicanos y criollos de buenas posibilidades económicas y de familias de buen prestigio. Mi bisabuela Jesuita recalcaba no haber visto asiáticos; así mismo, cabe resaltar que uno de los eventos principales del club, era el festejo del 6 de enero, ya que, a cada niño, se le obsequiaba un regalo y una bolsa de chocolates americanos y durante varios años, los entregaría Jesús Valdés Montes, mejor conocido como El Cuadrado que se disfrazaba de Santa Claus.
Por la tarde, se celebraba la fiesta de los niños y en la noche, el baile de gala, donde los asistentes iban con prendas lujosas y de moda con el fin de lucirlas y presumirlas. Finalmente, mi bisabuela me comentaba que, en verano, algunas familias se reunían a comer los domingos; entre los socios franceses, recordaba a las familias Henric, Picard, Pinoncely, Ramonfort, Joannyis, Seiffert y los Mathiew que, el día 14 de julio lo festejaban en grande. Las familias Olivier y Raynal, del inglés Tomás Dale, un viejito muy elegante; de las familias sirio libanesa, estaban: los Touché, Salomón, Matuk y Talamás; familias norteamericanas como los Newberry y los Loewestein, que vivían en Ávalos; familias españolas, como los señores Sánchez Muslera, gerente del Foreign, bisabuelo de Guillermo Dowell; los Díaz, Rivero Mier y Uslé; familias alemanas, como: Bukenhofer, Federico Rothe, químico de la cervecería; los Stege y Nitchan; familias mexicanas, como la de don Juan Jorge y Jesús Muñoz, gerentes de la empresa “Compañía Mexicana del Petróleo El Águila”; Eugenio Caballero, los Falomir, los Mares, la familia de Ramiro Uranga, Abraham Luján y los Cruz, emparentados con los Márquez, los Miller, los Vallina y muchas otras, que es imposible enlistar. De esta manera terminaba mi bisabuela de contarme sus experiencias en el Foreign Club.
En otra esfera del tiempo, cabe decir que, es bonito ver la modernidad de nuestra ciudad de Chihuahua en los tiempos actuales, sin embargo, da tristeza observar, cómo se han terminado los lugares antiguos, ya que, muchos edificios han sido demolidos por las autoridades gubernamentales o por sus propietarios; lo que se puede decir, es que, se está acabando lo provinciano del Chihuahua que tanto he amado, ya que como dije al principio, guardo un cúmulo de recuerdos y emociones que poco a poco se están esfumando de la fisonomía urbana; cómo extraño a su gente sencilla; los paseos tan provincianos al parque Lerdo, donde había audiciones con carros de sonido, como el Mercurio y el Audión; muchachas y muchachos que, paseaban por los andadores en el invierno por la calle Libertad; eran esos paseos mágicos de noche, allá por la década de los años 40 del pasado siglo, donde los domingos también acudíamos a la plaza de Armas después de ir a misa a la Iglesia de Catedral. Ahí en la histórica plaza también se hacían audiciones con la Banda del Gobierno del Estado.
Hay que recordar algunos negocios formales y no formales que estaban en el centro de la ciudad, como el puesto de refrescos a las afueras de Catedral en la década de los años 30; el Hotel Palacio Hilton, con su hermoso salón de bailes y su botica, centro de reunión de jóvenes; ¡ah, qué emoción recordar todo esto! Sigamos recordando el pasado, y con imaginación, demos un recorrido por algunas de las calles y empecemos por la avenida Independencia y Paseo Bolívar; ahí, encontrábamos importantes establecimientos, como: “Tome y Pague”, La Suiza, Restaurante Acrópolis, Nevería Olimpia, donde se reunían muchos jóvenes; Salchichonería Alemana, Casa Vogue de las señoritas Mares. Enfrente de la misma calle, estaba la Planchaduría “La Moderna” del señor Manjarrez; el expendio de vinos y licores, de Federico Soulé; la pequeña frutería del señor Anastasio López; la Bella Jardinera, florería y Las BBB del señor Picard…esta Crónica continuará.
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