El caso de Miguel Riggs Baeza refleja una serie de actitudes y comportamientos que, lamentablemente, no son ajenos a la política mexicana, especialmente en lo que respecta a la falta de ética, el uso de la misoginia y el clasismo como herramientas de descalificación. Esta crítica revela no solo la incapacidad de Riggs para participar en un debate político civilizado, sino también su historial de actitudes y declaraciones que perpetúan la discriminación y el desprecio hacia los demás, especialmente hacia las mujeres y las personas de clases sociales más bajas.
La acusación de misoginia que pesa sobre Riggs, particularmente cuando era diputado federal y lanzó comentarios despectivos hacia maestras normalistas, pone en evidencia la peligrosidad de un tipo de discurso que refuerza estereotipos de género y reduce a las mujeres a objetos de descalificación. Esta postura no solo denigra a las personas, sino que también hace más difícil la construcción de una política inclusiva y respetuosa para todos los ciudadanos, independientemente de su género, clase social o profesión.
El hecho de que Riggs haya sido calificado como «una persona limitada» por un colega de su mismo ámbito, como lo fue Gerardo Fernández Noroña, puede verse como un reflejo de la incapacidad de Riggs para desarrollar una política constructiva y basada en argumentos sólidos. El recurrir al clasismo y la violencia verbal como estrategias políticas demuestra una falta de preparación y respeto hacia el debate democrático. Estas son prácticas que, lejos de contribuir al bienestar común, buscan perpetuar intereses particulares y una visión del mundo sesgada y autoritaria.
Asimismo, la crítica sobre su vinculación con figuras como Javier Corral Jurado y su ascenso a MORENA mediante mecanismos corruptos y con el apoyo de aquellos que han sido señalados por prácticas cuestionables de manejo de recursos públicos, plantea serias dudas sobre la integridad de Riggs como político. La inconformidad de la militancia de MORENA ante su incorporación refleja una brecha entre los valores de la izquierda y la forma en que este tipo de políticos, percibidos como parte del sistema tradicional de corrupción, se aprovechan de la coyuntura para posicionarse y obtener beneficios personales.
Este tipo de situaciones también hace necesario reflexionar sobre los procesos internos dentro de los partidos políticos y cómo estas dinámicas afectan la confianza de la ciudadanía en las instituciones. La inclusión de figuras con un historial cuestionado puede erosionar la credibilidad y el compromiso de los partidos con los ideales de justicia social, igualdad y lucha contra la corrupción.
En conclusión, la figura de Miguel Riggs es un reflejo de la política tradicional basada en la descalificación, el clasismo y la misoginia, elementos que deben ser rechazados por los ciudadanos y militantes que buscan una verdadera transformación política y social. Es fundamental que las instituciones y los partidos políticos establezcan mecanismos para evitar que estas personas continúen infiltrándose y ocupando cargos de poder, ya que solo contribuyen a perpetuar las viejas estructuras de poder y corrupción.