Opinión de Bernardo A. Bastien-Olvera • (Expansión) – El 17 de noviembre pasado fue el primer día en la historia que el promedio de la temperatura diaria de todo el mundo fue 2 grados más caliente de lo que era antes de la Revolución Industrial, de acuerdo con estimaciones del Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea. Esto se convierte en un hito sólo en el contexto del Acuerdo de París, cuyo objetivo principal es evitar que la temperatura promedio global anual suba más de dos grados centígrados. Sin embargo, hay que entender una diferencia importante cuando hablemos de estos incrementos en la temperatura.
Por un lado, la temperatura estimada del 17 de noviembre, así como la del 18 —que también sobrepasó los 2 grados centígrados—, se refiere a un promedio diario. En cambio, lo planteado en el Acuerdo de París se refiere a un promedio a largo plazo. Imaginemos una hebra de estambre cuyo color representa la temperatura promedio de un día, al entramar esa hebra con otras 364 tendremos un tapiz que refleja el promedio de la temperatura anual. Algunas hebras son más calientes y otras más frías. Es de esperar que ocasionalmente aparezcan días excepcionalmente cálidos, como sucedió el 17 y 18 de noviembre, cruzando umbrales nunca antes alcanzados. Sin embargo, la medida crítica para el Acuerdo de París tiene más que ver con el patrón que emerge en el tapiz anual, no con las hebras individuales. Este evento, en el que se superaron los 2 grados de temperatura diaria, tiene un impacto más metafórico que físico. No es que cruzar esa marca desencadene automáticamente una serie de nuevos efectos climáticos, pero sí es como un cubetazo de agua fría que nos hace tomar conciencia y nos alerta de que estamos acercándonos a niveles críticos. Establecer récords de temperatura como estos es más común en años como este, en los que no solo los gases de efecto invernadero de origen industrial están calentando la atmósfera de manera notable y creciente, sino que también influye la variabilidad natural del clima. En este caso, el fenómeno de El Niño Oscilación del Sur ha contribuido a que el estado del sistema climático sea particularmente cálido. Pero a diferencia de El Niño, que eventualmente se debilitará en unos años, se prevé que el cambio climático siga incrementando al menos de que hagamos algo al respecto. Si bien el año 2022 cerró con una temperatura media global de 1.4 grados por encima de los niveles preindustriales , análisis recientes indican que es posible aún limitar para el año 2100 la temperatura por debajo de los 2 grados si actuamos rápido y con todas nuestras cartas disponibles. Afortunadamente, incrementar el nivel de mitigación del cambio climático sí tiene precedentes, tan sólo hay que recordar cómo hace una década se daban por hecho escenarios en que la temperatura global subiría por encima de 4 o 5 grados , cuando hoy vemos que estamos encaminados hacia un aumento entre 2.4 y 2.6 grados .
Este contexto es crucial para las negociaciones climáticas auspiciadas por Naciones Unidas —como la COP28 que acaba de terminar en Dubái—, y para las decisiones que adopten internamente todas las naciones como parte de sus planes de mitigación y adaptación local. Ni los acuerdos mundiales ni las acciones domésticas contra la crisis climática son suficientes aún. Y aunque lo fueran, falta lo más importante, que es su implementación para hacerlos realidad y no quedarnos en los discursos. Frente a esta realidad, es imperativo repensar y transformar el modelo de desarrollo basado en combustibles fósiles que ha predominado hasta ahora. En estos momentos críticos de nuestra historia, es esencial que cualquier líder con aspiraciones de guiar una nación incorpore la emergencia climática como eje central de su proyecto de país. Solo con esta determinación se podrá empezar a trazar un camino justo y responsable para la generación presente y las que están por venir. Esta será una reflexión particularmente importante para México de cara a las elecciones del 2 de junio del 2024. _________ Nota del editor: Bernardo A. Bastien-Olvera es doctor en Geografía por la Universidad de California Davis, investigador en ciencias y economía ambiental, así como comunicador interdisciplinario del cambio climático a través de Estudios Planeteando. Síguelo en X como @capi_planeta Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión