El 16 de agosto de 2009, con un tiempo de 9 segundos y 58 centésimas en Berlín, firmó una de las mayores gestas de la historia del deporte
Con sus gestos inocentes y su alegría contagiosa, Usain Bolt devolvió su esencia al esprint. El reto de una carrera por diversión. El 16 de agosto de 2009, con un tiempo de 9 segundos y 58 centésimas en Berlín, firmó una de las mayores gestas de la historia del deporte.
Y eso que el jamaicano no había comenzado bien el día, con una salida en falso en semifinales de la prueba reina de los 100 m, símbolo del nerviosismo que escondía su amplia sonrisa.
Por suerte para él, la primera salida en falso no eliminaba en aquel entonces. Usain Bolt arrasó en su semifinal y miró a la cámara: «Estoy preparado».
Preparado para la final aquella misma tarde a las 21h35 en la pista azul del estadio olímpico de Berlín. Un Bolt de 22 años atrae los focos como es habitual. Para él cada presentación de los corredores es un ‘show’; aquel domingo saltó, habló con el público, realizó su famosa flecha, y el avión.
A su derecha, gesto serio, el estadounidense Tyson Gay es la cara opuesta. Es el hombre más rápido del año, con 9 segundos y 75 centésimas en el hectómetro. Mejor registro que Usain Bolt (9.77), el gran jamaicano (1,95 metros) que se descubrió ante el mundo entero un año atrás en Pekín, al convertirse en campeón olímpico con 9 segundos y 69 centésimas, nuevo récord del mundo.
Se hace el silencio en el estadio, Bolt sale bien. A los 30 metros ya es líder, mete una marcha más y vuela en los 60 metros para parar el crono en 9 segundos y 58 centésimas. Récord del mundo.