Es bastante díficil pensar que, entre la infinidad del universo, la Tierra es el único planeta con las características adecuadas para albergar vida, por lo que la comunidad científica está en una constante búsqueda por sistemas planetarios con ciertas similitudes a nuestro planeta.
De este modo, por medio del Telescopio Espacial Spitzer en Chile, un grupo de científicos descubrieron en febrero de 2017 un sistema solar muy parecido al nuestro dentro de la Vía Láctea, al cual denominaron como «TRAPPIST-1».
Las similutudes radican que los siete planetas que giran alrededor de su estrella son casi del mismo tamaño que la Tierra, unos siendo solo un poco más pequeños que ella.
Lo impresionante es que todos ellos son cercanos a su ‘Sol’, por lo que alrededor tres de ellos se encuentran en una «zona habitable», lo que significa que podrían albergar agua en estado líquido.
Sin embargo, existe un sector de la comunidad científica que insiste en que dichos planetas no serían capaces de sostener una atmosfera por tanto tiempo, como la Tierra, pues la estrella que orbitan es variable e incluso inestable.
Otra teoría intermedia, y la más aceptada, es que los exoplanetas realmente sí poseen agua líquida en la superficie, pero esta sería tanta que practicamente serían «mundos de agua», incapaces de albergar a seres humanos, al menos no como nosotros.
Normalmente pensamos que tener agua líquida en un planeta es una forma de comenzar la vida, ya que la vida, tal como la conocemos en la Tierra, está compuesta principalmente de agua y la necesita para vivir. Sin embargo, un planeta que sea un mundo de agua, o que no tenga ninguna superficie sobre el agua, no tiene los ciclos geoquímicos o elementales importantes que son absolutamente necesarios para la vida», afirmó la astrofísica Natalie R. Hinkel.