La devastación es tan enorme que las cifras desafían la imaginación.
En 2019 se perdió cada seis segundos en los trópicos una extensión de bosque primario o virgen equivalente a una cancha de fútbol. Diez canchas en apenas un minuto.
- “La gran mentira verde”: cómo la pérdida del Amazonas va mucho más allá de la deforestación
Los datos son del nuevo informe divulgado por Global Forest Watch, una plataforma de monitoreo de bosques en tiempo real que pertenece al World Resources Institute, Instituto de Recursos Mundiales, con sede en Washington.
El año pasado se perdieron en los trópicos 11,9 millones de hectáreas de bosque en general, asegura el informe, elaborado en base a datos satelitales analizados por la Universidad de Maryland.
Cerca de una tercera parte de esa pérdida, 3,8 millones de hectáreas, correspondió a bosques primarios.
Y América Latina jugó un papel fundamental en esta historia de destrucción.
Un tercio de toda la pérdida de bosque primario tropical a nivel global en 2019 tuvo lugar en Brasil. Y otro caso destacado por el informe es la pérdida “masiva” de bosque en Bolivia.
A nivel global, el informe señala que la pérdida de bosque primario en 2019 representa un aumento global de 2,8% respecto al año anterior. Y aunque fue menor que la de los años record de 2016 y 2017, es la tercera peor tasa de pérdida en los últimos 20 años.
¿Qué es exactamente un bosque primario?
El bosque primario tiene características únicas que explican por qué su pérdida causa daños irreversibles.
“Cuando hablamos de bosque primario nos referimos a un bosque maduro, que ha estado allí durante muchas décadas y en los que no ha habido intervención humana en el pasado reciente”, explicó a BBC Mundo Mikaela Weisse, analista de Global Forest Watch.
Estos bosques nativos no solo son importantes por el oxígeno que brindan y por su rica biodiversidad. Son además sumideros de carbono naturales con gran capacidad de absorber CO2 de la atmósfera y mitigar el cambio climático.
“Sabemos que los bosques primarios almacenan el doble de carbono que los bosques no primarios. Y la flora y fauna que están adaptadas a los bosques primarios, como los jaguares, o los orangutanes, no pueden vivir en otro tipo de ecosistemas”.
Cuando son quemados o al descomponerse los árboles liberan carbono a la atmósfera.
Weisse señaló que la pérdida de bosque primario de 2019 está asociada a un aumento en dióxido de carbono equivalente a las emisiones de 400 millones de autos en el mismo período.
Los cinco peores de América Latina
El informe destaca entre las 10 naciones con mayores pérdidas de bosque primario tropical en 2019 a los siguientes países latinoamericanos.
(Puedes encontrar los datos para cada país incluido en el informe en https://www.globalforestwatch.org/dashboards/global)
-Brasil
“Lo que más me preocupa en el caso de Brasil es que representa un tercio de toda la pérdida de bosque primario en los trópicos. Es impresionante”, afirmó Weisse.
Aparte de 2016 y 2017, cuando hubo pérdidas sin precedentes por incendios, 2019 fue el peor año de Brasil en cuanto a bosques primarios en 13 años.
Los incendios de agosto de 2019 en la Amazonía no fueron la principal causa de pérdida de bosque primario en Brasil, ya que muchos de esos fuegos ocurrieron en áreas ya afectadas por desforestación.
Pero una forma de perdida de bosque primario que sí aumentó rápidamente en la Amazonía brasileña en el último año es la tala para agricultura y otros usos de la tierra.
Los autores del informe notaron además algo nuevo en 2019: la destrucción de bosque primario en territorios indígenas, especialmente en el estado de Pará.
Estos focos están vinculado según Weisse a la minería y a la apropiación ilegal de tierras.
Para Frances Seymour, especialista en bosques del Instituto de Recursos Mundiales, la pérdida forestal en territorios indígenas en Brasil muestra la importancia de las señales que dan los gobiernos.
El presidente Jair Bolsonaro presentó al Congreso en febrero un proyecto de ley que permitiría la explotación minera y las represas hidroeléctricas en territorios indígenas.
“Algo que vemos cada vez más claramente en nuestros datos es cómo la presencia de pueblos indígenas tiende a tener una función protectora de la cobertura de bosque, más aún cuando los territorios indígenas son reconocidos”, afirmó Seymour.
“Pero si un gobierno da la señal de que piensa cumplir la promesa electoral de abrir los territorios indígenas a la minería, la gente recibe esa señal y se registran incursiones”.
-Bolivia
El total de pérdida forestal en este país fue 80% mayor que el récord anterior (en 2016) desde que Global Forest Watch comenzara a monitorear bosques en 2002.
“Una de las mayores historias del informe este año es la pérdida masiva de bosque en Bolivia debido a los incendios catastróficos de 2019”, señaló Seymour.
Los incendios se registraron fundamentalmente en la región de Santa Cruz. Muchos fuegos fueron iniciados por la quema de bosque para agricultura, pero se esparcieron sin control debido a fuertes vientos y sequías.
El gobierno boliviano introdujo medidas en los últimos años para promover la expansión de la agricultura, incluyendo un relajamiento de las restricciones en la quema controlada meses antes de los incendios de 2019.
“No creo que sea una coincidencia que los incendios se produjeron luego de que el gobierno relajara las restricciones a la quema de bosque para agricultura”, afirmó Seymour.
Los autores del informe destacan la pérdida por incendios en 2019 de cerca del 12% del bosque seco Chiquitano, el bosque seco tropical más grande del mundo, que se encuentra casi totalmente en Bolivia, fundamentalmente en el departamento de Santa Cruz.
-Colombia
Desde 2002 a 2019 Colombia perdió 1,5 millones de hectáreas de bosque primario húmedo, un 36% de la pérdida total de bosque en ese período, según el informe.
La pérdida de bosque primario en 2019 fue menor que las altas tasas registradas en los dos años anteriores.
La destrucción de bosque virgen en Colombia se incrementó rápidamente luego del acuerdo de paz de 2016, que según Weisse “dejó un vacío de poder en tierras previamente ocupadas en la Amazonía”.
En abril de 2019 el gobierno lanzó la Operación Artemisa de control de la desforestación en parques nacionales con la participación de militares.
Pero esa iniciativa también ha generado controversia y acusaciones de quema de viviendas y vulneración de derechos de comunidades campesinas asentadas en áreas protegidas.
A pesar de la reducción de la pérdida de bosque respecto al año anterior, Weisse señala que “hay reportes de organizaciones en Colombia que dicen que en 2020 la tasa de desforestación volvió a subir”.
-Perú
Desde 2002 a 2019, Perú perdió 1,9 millones de hectáreas de bosque primario húmedo, un 65% del total de pérdida forestal en ese período.
- En 2019 vimos un aumento de 15% en Perú en pérdida de bosque primario en comparación con el año pasado”, señaló Weisse a BBC Mundo.
Los departamentos con mayor pérdida de cobertura forestal fueron Loreto, San Martín y Ucayali.
“En Ucayali vemos mayoritariamente agricultura a pequeña escala y también nuevos vías para sacar madera”, agregó la analista de Global Forest Watch.
-México
“En 2019 se registró la tasa más alta de pérdida de bosque primario en el país desde que empezamos nuestro monitoreo en 2002”, afirmó Weisse.
“Vimos bastantes incendios en Campeche y Chiapas, por ejemplo”.
Desde 2002 a 2019, México perdió 594.000 hectáreas de bosque primario húmedo, un 15% de la pérdida total de cobertura forestal. El área total de bosque primario húmedo disminuyó un 5,7% en ese período.
Campeche fue el estado con mayor pérdida de cobertura forestal en general, seguido de Chiapas, Quintana Roo y Yucatán.
La lección positiva de Indonesia
Fuera de América Latina, el informe destaca el impacto devastador de los incendios de Australia de fines del año pasado y principios de 2020.
La pérdida de bosque se sextuplicó en ese país en 2019 en relación al año anterior.
Pero también hubo buenas noticias en el caso de Indonesia, donde la pérdida de bosque se redujo por tercer año consecutivo.
El gobierno indonesio introdujo nuevas medidas tras los devastadores incendios de 2015 que tuvieron lugar fundamentalmente en áreas de turba, un tipo de suelo húmedo que almacena mucho carbono y quema con facilidad, liberando grandes cantidades de humo.
Los incendios de 2015 habrían causado más de 100.000 muertes prematuras por problemas respiratorios debido a la nube de humo que cubrió vastas regiones del sudeste asiático, según estimaciones de 2016 de las Universidades de Harvard y Columbia.
“No debemos minimizar la importancia de los esfuerzos gubernamentales luego del trauma de los incendios de 2015, que llevaron a extender una moratoria en la quema de áreas de turba y en la destrucción de bosque primario para plantaciones de palma aceitera”, afirmó Seymour.
El ejemplo positivo de los cambios en Indonesia deja en evidencia por qué “el nivel de pérdida de bosques a nivel global en 2019 no es aceptable”, agregó. “Sabemos cómo combatir este problema”.
“El ejemplo de Indonesia muestra que si un gobierno da una señal clara y aplica la ley eso se refleja en el terreno”.
“Pero si un gobierno relaja las restricciones de quema de bosque y da señales de sus intenciones de abrir territorios indígenas a la explotación comercial, entonces la destrucción de bosque aumenta”.
El impacto de la pandemia
Los autores del informe advierten sobre una nueva amenaza a los bosques del planeta: el covid-19.
En el corto plazo, la falta de operaciones de patrullaje en el terreno puede resultar en un aumento de tala y quema ilegal, señaló Weisse.
En el mediano plazo, el riesgo es que los países intenten estimular sus economías promoviendo industrias extractivas, como hizo Indonesia tras la crisis financiera de Asia en la década de 1990.
Pero la pandemia también puede ser una oportunidad para “reconstruir algo mejor de lo que había antes”.
En lugar de sacrificar los bosques en busca de una recuperación económica, los gobiernos deben invertir en la restauración de bosques para crear economías y ecosistemas más sostenibles, afirmó Weisse.
Y en esta recuperación pueden jugar un papel los consumidores.
“La palma aceitera, la soya, la carne, pueden tener conexiones con la desforestación. Podemos comer menos carne, saber de dónde vienen los productos que consumimos, y exigir que las compañías que los producen se comprometan en proteger los bosques”.