CÓDIGO 31000
DE LAS MARCHAS A LAS AGRESIONES
Destruyen la propiedad privada y pública, mientras la gobernadora y el Fiscal cantan que “se respeta la libertad de expresión”.
Ningún mexicano, ni los paleros de López Obrador, deben permitir que se controle la libertad de expresión. Cualquier persona puede salir a las calles (públicas) a decir lo que quiera contra quien quiera.
Si tiene pruebas, debe mostrarlas ante la autoridad y se le deba dar respuesta. Si miente, pues que se atenga a una demanda.
Yo pienso que el presidente, la gobernadora o el alcalde, en el Código Postal 31000, hacen algo mal o bien y puedo decirlo en las calles, en mis redes sociales o en los medios de comunicación, donde debe aplicarse más ese respeto a la manifestación.
Este 8 de marzo las mujeres que marcharon (en su mayoría), reclamaron la desatención del Gobierno por la ausencia de jóvenes y agresión a muchas de ellas sin castigo, o por la equidad en los empleos y el respeto a su identidad. Bien hecho.
Pero al llegar las feminazis ocultas con pasamontañas, con martillos en la mano y botas negras para librarse de daños por los cristales que destruyeron, no hubo autoridad que las frenara.
Agredieron a periodistas, destruyeron fachadas, pintaron monumentos, estatuas, edificios públicos, hicieron que las niñas que iban con sus madres tuvieran miedo y, a los pocos hombres que se acercaban a ver, EN SU LIBERTAD DE TRÁNSITO, los insultaron… pero sólo en montón. Una sola sale corriendo.
El principio de Benito Juárez en la frase que se pirateó de del filósofo alemán Immanuel Kant “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, pues no se respeta entre los gobernantes, y la exagerada tolerancia hace quedar mal a los oficiales de Policía, Guardia Nacional y, lamentablemente al gran Ejército Mexicano.
Si somos iguales, deben aceptar las críticas por destruir, que nada tiene que ver con su vestuario o preferencias religiosas, políticas o sexuales. Igual es equidad y, por lo tanto, si unas gritan, otros pueden contestar.
Pero destruir es otro asunto.
Maru se quedó pasmada y no defendió de manera íntegra los bienes del estado ni los de sus habitantes, muchos de ellos con propiedades destruidas, mucho menos hizo valer la Ley y, además de permitir manifestarse, obligar a respetar.
Y llega el recuerdo de Miroslava Breach, quien por encima de Duarte y sus policías, defendió el Palacio de Gobierno. Una mujer de verdad.