Habitantes sufren pobreza, pese a que en este pueblo de Chihuahua inició el movimiento de la Revolución
Coyame, Chihuahua.- A Cuchillo Parado nunca le hizo justicia la Revolución, a pesar de que hace 100 años aquí se disparó la primera bala de la lucha armada del pueblo mexicano, que en sus calles cayó el primer soldado muerto y de que la historia lo ha puesto en un sitio privilegiado. Este pequeño pueblo nada más existe un día al año, dicen sus habitantes.
En esta comunidad, distinguida por el Congreso de Chihuahua como «Cuna de la Revolución Mexicana», nació el movimiento contra Porfirio Díaz. Sin embargo, hoy el pequeño poblado se ha convertido en un lugar fantasma, sólo adultos mayores y unos cuantos niños se ven en las calles de tierra, y los jóvenes han emigrado.
«Aquí te mueres de hambre, de nada sirvió la entrega de nuestros abuelos, las cosas siguen igual que con Díaz, estamos olvidados, lo que nos mantiene es el poco dinero que nos mandan los hijos y nietos del otro lado (Estados Unidos)», relata don Jesús, hombre de 72 años que vive sólo con su esposa; el resto de la familia desde hace décadas se fue a Denver, Colorado.
Al recorrer el sitio, 160 kilómetros al este de la capital, el panorama es desolador: casas de adobe, algunas cayéndose, otras convertidas en tres paredes sin techo, sólo unas cuantas sobreviven en pie con el paso de los años.
Llama la atención que los campos y unos cuantos negocios son atendidos por hombres cuya edad difícilmente es menor de los 60 años. Afuera de las casas se ve alguna que otra mujer joven; casi todas hacen el papel de madres solteras porque sus maridos se fueron de «mojados» en busca de un mejor futuro para ellas y sus hijos.
En Cuchillo hay un maestro en la primaria, quien enseña todos los grados a unos cuantos niños que asisten al pequeño plantel. La secundaria duró cinco años sin un docente que impartiera clases, hasta 2009 que finalmente llegó uno para los tres grupos.
La preparatoria más cercana está a 50 kilómetros de distancia.
Una madrugada histórica
Fue el 14 de noviembre de 1910 por la madrugada cuando un contingente de 70 campesinos se enfrentó con las fuerzas del gobierno en las faldas de los cerros cercanos. Esa fue la primera batalla de la Revolución Mexicana, ocurrida una semana antes de que el resto del país se levantara en armas.
Pero de la Revolución quedan sólo tres vestigios: la memoria de los más viejos, un austero museo y un reducido monumento de tres por tres metros en honor a Toribio Ortega, quien encabezó en la región el levantamiento para derrocar al régimen porfirista.
El museo Toribio Ortega fue inaugurado en 1999, gracias a la aportación de los vecinos, quienes donaron objetos, fotos y documentos, entre los que destacan una báscula que fuera de la tienda del líder revolucionario, así como la puerta de su casa.
Además de las donaciones en especie de los residentes, para su operación el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes aportó 22 mil pesos.
Ahora, los aproximadamente 155 habitantes se sienten complacidos por un gran avance: el año pasado fue terminada la carretera que conecta al pueblo con la vía que va de Chihuahua a Ojinaga. Obra de 11 kilómetros que tardó ocho años en ser concluida.
«El 14 de noviembre es cuando se acuerdan que existimos, los de aquí (México) y los que están del otro lado (Estados Unidos), fuera de eso nadie viene», comenta don Manuel, un residente del lugar. Y agrega: «Las fiestas de noviembre son muy bonitas, hay mucha gente de Chihuahua (ciudad) y regresan los paisanos, vienen los políticos y echan sus discursos, pero luego se les olvida».
Cada año el Congreso del estado traslada su sede a Cuchillo Parado. Los 33 diputados locales y sus asesores llegan hasta acá a celebrar una sesión solemne, asisten los alcaldes de municipios cercanos y ocasionalmente el gobernador en turno.
La banda del estado engalana la fiesta, luego de unas dos horas de discursos en los que se resalta la trascendencia histórica del sitio, se recuerda el valor de los campesinos que se levantaron, se escucha una larga lista de promesas -que los pobladores ya se saben de memoria- y se ofrece una comida con barbacoa y cerveza.
Por la tarde, las comitivas abordan sus autobuses y parten de regreso a la capital, los paisanos se van al día siguiente y los que se quedan empiezan a contar otra vez los días para que se acuerden de ellos.
Festín del otro lado
En contraste, Columbus, Nuevo México, el poblado fronterizo al que atacó Pancho Villa en marzo de 1916, ha capitalizado su «vergüenza histórica».
Este pueblo, colindante con Palomas, Chihuahua, protagonizó la única invasión al territorio de Estados Unidos desde 1812.
Ante la falta de otro giro comercial qué explotar, los residentes de Columbus han transformado su comunidad en un gigante parque temático, donde cualquiera pensaría que Villa es el héroe local y no un invasor.
El parque estatal Pancho Villa cuenta con 24 mil metros cuadrados, en los que se puede acampar, hay edificios históricos y un museo de más de 700 metros cuadrados dedicado al Centauro del Norte, en el cual el gobierno de Nuevo México invirtió 1.8 millones de dólares para su acondicionamiento, a diferencia del de Cuchillo que apenas supera los 200 metros cuadrados.
El de «allá» cuenta con más de 300 objetos históricos, incluyendo automóviles y un aeroplano, que datan de la batalla y de la persecución que por 11 meses realizó el gobierno estadounidense tras Francisco Villa.
En el parque se han remodelado varios edificios en los que se desarrolló parte del enfrentamiento y como es una tradición en el vecino país, en las áreas contiguas hay tiendas, cafés, y todo tipo de establecimientos alusivos al controvertido personaje.
Columbus tiene alrededor de mil 800 habitantes, según la oficina del Censo de Estados Unidos, de los cuales 83% son mexicanos o descendientes de éstos, pero ante la grave situación de la falta de empleo el turismo histórico se convirtió en una alternativa viable para los residentes.
Comunidad con historia
* La comunidad es distinguida por el Congreso local como Cuna de la Revolución Mexicana
* Hay un maestro en la primaria, quien enseña todos los grados a unos cuantos niños que asisten al pequeño plantel. La secundaria duró cinco años sin un docente que impartiera clases, hasta 2009 que finalmente llegó uno para los tres grupos. La preparatoria más cercana está a 50 kilómetros
* Las familias se mantienen con el dinero que mandan sus parientes que trabajan en Estados Unidos
* Los campos y unos cuantos negocios son atendidos por hombres cuya edad difícilmente es menor de los 60 años
* De la Revolución quedan sólo tres vestigios: la memoria de los más viejos, un austero museo y un reducido monumento de tres por tres metros en honor a Toribio Ortega, quien encabezó en la región el levantamiento para derrocar al régimen porfirista
* El museo Toribio Ortega fue inaugurado en 1999, gracias a la aportación de los vecinos
* El 14 de noviembre de cada año el Congreso local traslada su sede aquí